Por: Jamer Chica
Tal y como se ha reiterado en un sinnúmero de ocasiones, “estudiar exhaustivamente tanto a nuestro candidato, como al adversario nos ayudará a establecer un panorama claro sobre la contienda política”. Este diagnóstico es un requisito sine quanon para elaborar un plan estratégico de campaña que determine las acciones que se emprendan en cada uno de los momentos que conforman el proceso electoral.
El análisis de las fortalezas y debilidades de nuestro candidato y de los adversarios se hace normalmente al mismo tiempo, para ello se utilizan diferentes herramientas de medición que aportan información cualitativa y cuantitativa de sectores poblaciones segmentados. Ahora bien, la información que se recoge se convierte en un insumo valioso para construir perfiles comparados de los candidatos donde puede vislumbrarse sus fortalezas más relevantes y sus debilidades más notorias, esto nos ayudará a elaborar un mapeo del terreno sobre el cual desarrollaremos las acciones tácticas de defensa – ataque, y/o como puede llegar a gestionarse una crisis durante la campaña, “estrategia política pura” en stricto sensu.
Identificar rápidamente las fortalezas de nuestro candidato y las debilidades del rival, nos permitirá establecer el terreno por el cual debemos tratar de circular permanentemente, toda vez que estaremos explotando nuestras fortalezas y tendremos en la mira las debilidades del rival para sacarlas a relucir cuando sea necesario. Este tipo de planteamientos tácticos suelen ser eficaces, en el sentido que la mayoría de candidatos caminan intuitivamente durante la campaña sin tener bien definido su terreno y mucho menos sin saber cuál es el del contrario.
Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿Debemos atacar o esperar? Este sin duda, será el gran interrogante para un director estratégico de campaña, en el sentido que muchos querrán atacar porque van perdiendo, otros porque van ganando y quieren asegurarse, así como también existen otros que atacan porque es su estilo. Sin embargo, antes de emprender una acción ofensiva debemos tener claro que la misma traerá consecuencias, a veces positivas y en otras ocasiones negativas, pero siempre un ataque traerá implícita una secuela para bien o para mal de nuestra campaña.
La experiencia en diferentes procesos electorales nos ha enseñado que la prudencia es una valiosa virtud que se debe conservar cuando los vientos soplan a favor, toda vez que un ataque podrá colocar en riesgo nuestro estatus siempre y cuando no sea bien percibido por parte del electorado, lo cual restará votos en vez de sumar. Por consiguiente, no vale la pena poner en riesgo sin sentido la probable ventaja de la que gozamos cuando en realidad no se necesitan dichas tácticas.
Ahora bien, para generar un ataque se debe tener en cuenta los siguientes elementos que serán certeros y definitivos en el resultado del mismo: timing, contundencia y respuesta.
-Timing: (Acciones – tiempos) Acciones adecuadas en momentos acertados.
-Contundencia: El ataque debe ser tan letal que al rival no le quede ninguna probabilidad de recuperarse, toda vez que un ataque débil solo sería una provocación o un motivo para que el enemigo pueda y quiera derribarnos.
-Respuesta: Cuando se toma la decisión de atacar, también se debe estar preparado para recibir un contra-ataque, razón por la cual se deben establecer acciones encaminadas a sobrevivir al mismo.
Recomendaciones finales para la conducción táctica de la campaña:
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Tratar de situarnos en nuestro terreno y explotar nuestras fortalezas.
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Elaborar un guion de respuestas prefabricadas ante posibles preguntas capciosas en el debate político.
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Elaborar una lista de contra-preguntas capciosas para el terreno débil del adversario.
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Construir un plan para la gestión de una probable crisis como elemento preventivo.
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Tener un manejo reservado de la información de nuestra campaña con un secretismo tal que evite filtraciones.
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Contar con informantes y un plan de seguimiento de las acciones de nuestros adversarios (Conocer su agenda, su plan de medios, el eje de sus discursos, su mensaje, sus canales de difusión, sus posibles alianzas, debemos tratar de conocerlo todo).
Lo anterior coadyuvara a neutralizar los posibles ataques que el rival geste en contra de nuestra campaña sin necesidad de caer en el error de responder a cuanta provocación se genere, toda vez que no se puede permitir que el adversario proponga la agenda ni las acciones tácticas durante la campaña. En este sentido, si conocemos previamente nuestro terreno, podremos conducir la campaña de forma eficiente evitando a la postre que el rival sea el que imponga un derrotero táctico, toda vez que las campañas defensivas por lo general suelen convertirse en las grandes perdedoras.