Por Diego Mora
Alguna vez le pedí al periodista colombiano Gustavo Gómez, actualmente director de 6AM Hoy por Hoy de Caracol Radio, que grabara un video corto en el que aconsejara cómo combatir las noticias falsas. Por aquella época impulsaba, desde la Alcaldía de Rionegro, una campaña para mitigar el impacto que estas nos generaban en el gobierno, pues eran ampliamente utilizadas por la oposición y muy creídas por los ciudadanos incautos. Gustavo me respondió algo así: el mejor consejo es el sentido común. Nunca mandó el video. Lancé la campaña de la mano de algunos periodistas, pero al final el día a día nos absorbió y poco empeño le pusimos.
Las fakes news en Rionegro siguieron su curso, el alcalde Andrés Julián se ganó insultos de un sector de la población que se las creyó, pero al final, con comunicación seria, enfocándonos en nuestro mensaje e impidiendo que nos pusieran la agenda logramos sacar adelante la gestión. El mejor indicador fue que la continuidad ganó las elecciones. Yo me he dedicado a profundizar en el tema y ya se convirtió en una tesis de mi maestría y sigue en avance en otra de la cual estoy esperando correcciones de los asesores. Es un tema con mucha tela por cortar y hoy, en tiempo de crisis por una pandemia, sí que podemos evidenciarlo.
Para empezar, deberíamos dejar de llamarlas noticias falsas. Esto por una razón muy sencilla: si no es verdadera, no es noticia. He optado por llamarla, en la medida de lo posible, información falsa, desinformación o posverdad. Esto porque apelan a las emociones distorsionando de forma deliberada la realidad.
¿Qué son? Básicamente mensajes cargados de un alto contenido emotivo que permite a los receptores afianzar creencias y por ende otorgarles veracidad. Tienen titulares llamativos, palabras escogidas con cuidado y generalmente una alarma, un llamado a la acción. Es importante tener claro que no solo son difundidas por los medios tradicionales (radio, televisión, prensa) sino, y en mayor medida, en plataformas digitales. Las cadenas en chats son en la actualidad su canal favorito y el que mayor impacto está generando. Cuando se difunden por WhatsApp se convierten en una bola de nieve, repleta de mentiras, imposible de parar cuando coge impulso.
La proliferación de información falsa, práctica que no es nueva (solo basta remontarse a la antigua Roma para darnos cuenta de que hace dos mil años ya se difundía) nos lleva también a reflexionar y mucho más en medio de la crisis actual que ha desatado la pandemia producto del COVID-19. La información engañosa puede generar pánico y muertes. No es un juego y por eso hablo de un proceder criminal cuando alguien es capaz de inventar que los venezolanos en Medellín (Antioquia – Colombia) pueden ir a recoger dinero en efectivo a la Alcaldía, o que los adultos mayores deben salir de su aislamiento a reclamar un subsidio. Y eso, por citar dos ejemplos que puede no sean tan graves.
Pero no solo en Colombia inventan información con fines desestabilizadores. En Brasil dijeron que el Presidente, Jair Bolsonaro, tenía coronavirus y en Sinaloa, México, circuló la advertencia de que nadie podía salir a la calle porque helicópteros de la Fuerza Aérea esparcirían desinfectante para combatir el virus (también llegó esa cadena de desinformación a Rionegro, Antioquia). Y ni qué decir de la cantidad de falacias que han publicado sobre el mismo virus: que se combate comiendo mucho ajo, que muere en climas cálidos, que la barba aumenta la probabilidad de contagio porque no permite que la mascarilla quede bien puesta (ver a los médicos españoles barbados debería ser prueba de la mentira) o que fue creado en un laboratorio chino. Ejemplos hay por montones, no sé si suene exagerado decir por millones, y es imposible parar su creación, difusión e infortunada credibilidad.
La responsabilidad de quedarnos en casa, lavarnos las manos y aislarnos es de todos. Si cada uno aporta, la propagación del virus disminuirá y la curva se aplanará pronto. También es nuestra responsabilidad no contribuir a la difusión de información falsa. Sé que es más fácil reenviar el mensaje que buscar en Google si lo allí descrito ya fue publicado por algún medio serio o compartir una foto sin hacer búsqueda inversa. Sí, la pereza a veces nos hace obrar de cierta manera, pero verificar solo nos toma un minuto. Si lo hacemos, si paramos la cadena le estaremos haciendo un favor muy grande a la sociedad.
Juntos podemos mitigar el impacto de la información falsa. Solo necesitamos poner en práctica algo muy sencillo: nuestro sentido común.
P.S.: los grupos de WhatsApp familiares, esos que cada mañana envían oraciones e imágenes de buenos días, probablemente sean los que más cadenas con información falsa reenvían. Es triste decirlo, más cuando se procura combatir y mitigar este tema, pero recién termino de escribir esto y recibo un mensaje, bastante largo, en el que se describe que el virus es una creación planeada de China, que ya tenían el antídoto pero que lo propagaron para obtener beneficios económicos porque al bajar los precios ellos compraron barato, que la construcción rápida de hospitales tenía que estar organizada con antelación y otras cosas más. Ahí está la prueba de lo fácil que es difundir este tipo de información y más sencillo aún, que mucha gente se la crea.
Repito: tenemos un reto muy grande y difícil por delante. Tenemos también la solución: nuestro sentido común.