Por Luis Arroyo
Ya lo sabemos: es una vieja falacia sobre la que ya hemos podido leer aquí: la falacia del “post hoc, ergo procter hoc“: como algo ha pasado, hemos de justificarlo con lo que sucedió anteriormente. De manera que si Obama ganó, todo lo que hizo estuvo muy bien, y como Romney perdió, todo lo que hizo estuvo mal. La publicidad, el discurso, la estrategia, el tratamiento de los datos, la movilización, los debates (al menos el segundo y el tercero)… todo fue fantástico en la campaña de Obama. Las pifias, la torpeza, la publicidad, el discurso, la estrategia… todo lo que hizo Romney, un desastre.
Es naturalmente imposible saber con detalle qué influyó más o menos y en qué medida en la campaña de los dos contendientes estadounidenses, pero sí podemos extraer algunas conclusiones útiles:
Primera conclusión: las campañas importan muy poco en lo que se refiere a cambios sustanciales en el electorado. Y esta no fue una excepción. Aplicando un modelo muy impresionista pero eficaz, el historiador Allan Lichtman anticipaba la victoria de Obama ya un año antes de la elección. Él aplica trece claves que, aún siendo algunas muy subjetivas, le permiten anticipar con mucho tiempo el resultado. El modelo le funciona. Por su parte, Gallup anticipaba medio año antes que el ganador sería Obama, observando una decena de indicadores: la aprobación del presidente, la situación económica, las preferencias y el estado de ánimo del electorado, etc. Algunos otros análisis más estructurales permiten anticipar la victoria de uno u otro partido atendiendo a unas poquísimas variables: el crecimiento de la economía en los dos trimestres previos a la elección, el cambio en el poder adquisitivo de los electores, y los años que el partido lleva en el Gobierno.
En realidad, no hubo grandes cambios por nichos electorales entre 2008 y 2012. Obama obtuvo prácticamente los mismos resultados en ambas convocatorias en cada uno de los estados de la Unión y en cada uno de los grupos sociológicos. Es decir, que la campaña no alteró mucho las cosas tampoco en ese particular. Incluso mirando los resultados en los considerados estados clave, se observa que Obama tuvo peores resultados en 2012 que en 2008, lo que teóricamente querría decir que hizo allí peor campaña. Absurdo. Es mucho más probable que el abandono relativo de los electores se produjera lenta y progresivamente, durante la legislatura. (Todo esto puede verse aquí).
Segunda conclusión: los frikis de la tecnología de los datos suscitaron en 2012 tanto interés como los frikis de Internet en 2008, pero es más que dudoso que la minería de datos fuera determinante, por mucha importancia que tuviera. Es impresionante la fascinación que esos chicos barbados, medio pijo jipis y aparentemente divertidos, producen en el colectivo.Aquí hay una buena muestra de ello. Se trata de un estupendo resumen de lo más importante escrito sobre este grupo de jóvenes locos que han puesto su conocimiento de los datos y la informática al servicio de la victoria de Obama. Quizá la pieza que mejor idea da del valor justo de su trabajo, mitificaciones aparte, es esta cita de un artículo de Time:
Los datos ayudaron también en la compra de medios. En lugar de dejarse llevar por los consultores externos para ver dónde poner los anuncios, Messina (el director de campaña) se orientaba en la compra por un montón de datos internos. “Pudimos modelar con nuestros votantes objetivo de una manera muy compleja, para poder decir, ok, si las mujeres de Miami-Dade de menos de 35 años son objetivo, así es cómo podemos encontrarlas”, contaba uno de los miembros de la campaña. Así, la campaña compraba espacio en programación poco convencional, como Sons of Anarchy, The Walking Dead y Don’t Trust the B—- in Apt. 23, esquivando la ruta habitual de comprar anuncios cerca de la programación local. ¿Cómo fue eso de eficiente en 2012 en comparación con 2008? Hay algún dato: “En televisión pudimos comprar un 14% más barato… para asegurarnos de que llegábamos a los votantes persuadibles”, afirma el mismo individuo.
Los números también permitieron acompañar a su hombre por caminos que generalmente no eran recorridos en las últimas etapas de las campañas presidenciales. En agosto, Obama decidió responder a preguntas formuladas en la red social informativa Reddit, que los asesores de alto nivel de Obama ni siquiera conocían. ”¿Por qué poner a Barack Obama en Reddit?” preguntó alguien en la campaña. “Porque un buen puñado de nuestros objetivos electorales están en Reddit”.
Sin negar que esos ejercicios son imprescindibles, el observador poco apasionado podrá observar que no se distinguen mucho de los que siempre se han hecho (aunque no fuera con Reddit ni con Twitter, claro), y que su importancia está en estos momentos siendo exagerada, como también se exageró la importancia de Internet en 2008. Es parte de la mitificación que sucede casi siempre a las victorias. Hay un buen libro, por cierto, sobre la maquinaria de Obama, que está entre los mejores libros políticos del año pasado: The Victory Lab.
Tercera conclusión: tampoco las pifias tienen tanta importancia en el resultado. Fue curioso observar cómo los indicadores de intención de voto no cambiaban mucho después de que se difundiera el aparentemente letal vídeo del 47 por ciento, o de la tontería del discurso de la silla vacía de Clint Eastwood, de las muchas frases inoportunas de Romney, o incluso después de la lamentable actuación de Obama en el primer debate. Y si la intención de voto bajaba para el candidato afectado, rápidamente volvía a su nivel inicial. Las pifias no importan tanto.
Cuarta conclusión: es probable que la publicidad negativa insertada muy pronto en la campaña del demócrata, definiendo a Romney como un rico alejado de los intereses de los ciudadanos corrientes, tuviera un impacto importante. Es imposible confirmar en qué medida, pero reconozcamos que para los protagonistas de la campaña y para los propios votantes del soñador y poeta presidente Obama es más bonito decir que la victoria fue gracias al denodado trabajo de los friquis de arriba que a las malignas campañas negativas que ocuparon el 80 por ciento del espacio invertido en publicidad por los demócratas.
Si no importa tanto la campaña; si no importan mucho las pifias; si la publicidad quién sabe; si el trabajo del “get-out-the-vote” con toda su minería de datos, tampoco parece determinante… entonces, ¿qué importa? Pues una combinación desconocida de todo ello, sin duda. Como en una película o una representación teatral. Una campaña electoral es el último acto de una narración contada desde (mucho) antes. Si en las últimas escenas el protagonista se queda en blanco o no se dispara la pistola en el momento crucial, incluso eso puede ser perdonado si el actor hizo una interpretación estelar durante el resto de la obra. Y al contrario: aunque todo vaya bien y el actor de bien el texto y la pistola suene, si la obra o la interpretación son malas, nada salvará a la compañía del desastre.
En otros términos: las tácticas importan, todas ellas, en una combinación cuya mezcla no podemos cuantificar matemáticamente. Pero importa mucho más la estrategia sostenida, la gran estrategia, la narrativa sostenida en el tiempo, del presidente en su ejercicio, en las condiciones económicas, sociales y políticas que le toquen. Lo explica magistralmente Ed Kilgore en este artículo impresdindible. Como dice él, la gran lección de la campaña de 2012 es que “la gran estrategia mantenida durante cuatro años, funcionó”.
Fuente: Blog de Luis Arroyo