Por: Diana Rubio
Solo unos pocos políticos de la esfera internacional, consiguen con su forma de ser, dejando en algunas ocasiones la formalidad, el protocolo y la política a un lado, el arrancarnos una sonrisa.
Y es que en estos duros días para la política internacional, aquellos que nos representan encuentran un aliado que da un respiro y saca a la luz habilidades ocultas; hago referencia a la utilización del humor como recurso, como elemento que aporta frescura a las palabras de aquellos políticos que lo ponen sobre la mesa.
En ocasiones estas sonrisas son cuestión de una situación imprevista, que el político sabe utilizar a su favor poniendo sobre la mesa algunas de sus habilidades como el ingenio; el caso del mareo de una embarazada durante un acto en el que el presidente Obama intervenía, le vino como anillo al dedo para demostrar su buen humor mientras ayudaba a la joven a incorporarse.
Estas chispas de espontaneidad llevan a mostrar indirectamente una cara más cercana y es que cuando las risas se apoderan de cualquier individuo, puede provocar una reacción en cadena en la que todo el público acabe llorando de la risa. La frase que dice que la risa es contagiosa queda demostrada también en el terreno político.
Pero el uso del humor como elemento en un discurso, puede tener efectos negativos; si un responsable político no cuenta entre sus habilidades con la agudeza y no sabe cómo interpretar las palabras que pretender hacer sonreír a la audiencia, la reacción del público será opuesta a la esperada.
La utilización del humor en la política, también se ve reflejado en los medios de comunicación, concretamente en el uso del contexto político nacional para crear las viñetas cómicas que ayudan a la población a tomarse con una sonrisa las situaciones en las que la política se encuentra envuelta, sea para bien, o para mal. Incluso la aparición de medios especializados en el humor político consiguen adeptos publicación a publicación.
Bajo mi punto de vista, la utilización del recurso humorístico en la política viene determinado en primer lugar por la predisposición del propio cargo o representante, ya que hay casos en los que su forma de ser apoya que se utilice y en otros no.
Considero que el humor debe saberse utilizar, ya que en determinados actos o discursos el requerimiento de una formalidad y seriedad total, no da pie a que las personas que intervengan hagan suyo este recurso. Cuestión aparte es que en esos actos solemnes, se produzca algún ápice que desencadene las risas de todos los asistentes. Una frase, una malinterpretación, un movimiento o una caída pueden ser los causantes de una orquesta de carcajadas.
Fuente: Política y Protocolo