Por: J. Pedro Marfíl
Ya hemos hablado en alguna ocasión de la capacidad del presidente Rajoy para utilizar el silencio como herramienta de comunicación. Pero también la utiliza como herramienta política.
Algunos analistas lo denominan ‘inacción’ pero bien podría considerarse una especie de silencio de acción. Ejemplos de ello lo podemos encontrar en la enquistada situación catalana. En la que, a pesar de comentar en varias ocasiones que ‘tiene un plan‘ los ciudadanos aún no tienen ninguna pista sobre él y más recientemente con la demora en la designación de su candidato a las elecciones europeas.
En este sentido, la campaña -o precampaña, como prefieran- empieza a desarrollarse de manual. Con los partidos de la oposición ya inmersos en ella, con sus respectivos candidatos –Meyer y Valenciano y con algún que otro acto en el que dar visibilidad a los cabezas de lista y titulares. Este retraso es aún más incomprensible dado que hasta el propio PPE ya ha designado a su candidato.
El silencio aspira a trasmitir que hay elementos considerados más importantes que el tema sobre el que se calla. En este sentido, los populares probablemente busquen consolidar su mensaje sobre la salida de la crisis y alejarlo de otros issues como los recortes, la reforma del aborto o la gestión de la política migratoria. Aunque el partido de gobierno reconoce que su principal reto es luchar contra la amenaza de una elevada abstención.
Pero ¿Están perdiendo los populares un tiempo valioso? La teoría dice que las campañas, desde el gobierno, se lanzan más tarde. Pero la verdad es que en el incierto estado de la opinión pública en el que las encuestas oscilan dando sensación de cierta igualdad en la intención de voto, aunque por momentos el Partido Popular mantendría cierta ventaja respecto a los socialistas. Así pues la rentabilidad de dicho retraso puede ser puesta en tela de juicio, aunque la demora también puede deberse a la supuesta necesidad de reformar el gobierno a la que el presidente se vería obligado si finalmente es cabeza de lista uno de sus ministros.
Una cosa parece clara, Mariano Rajoy se mantiene fiel a sí mismo. Sólo él marca los tiempos y sólo él designará al candidato que represente a los populares en Europa. Tanto en este caso como en el del conflicto catalán, mantiene la tensión sin aportar una salida.
Rajoy no es muy amigo de los cambios, más bien se posiciona como una persona de transiciones pacientes. Ya le hemos visto aguantar en contextos más duros como aquellos en los que su liderazgo en el partido no estaban nada claros o el inicio de una legislatura muy difícil. Veremos si le da o no resultado en esta ocasión.
Fuente: La Azotea