Por Xavier Peytibi
Divide y vencerás (“Divide et impera” o “Divide et Vinces”), es un clásico en las estrategias del arte de la guerra para debilitar y someter a los pueblos. El término, pese a que ya se conocía en la antigüedad, fue acuñado por Julio César en su libro “De Bello Gallico” (la guerra de las Galias), donde explicaba como el triunfo romano en la Guerra de las Galias se debió esencialmente a una política de “dividir” a sus enemigos, poniéndose del lado de tribus individuales durante sus disputas con oponentes locales.
Más recientemente está el ejemplo del imperio colonial británico, que dando apoyo a unas tribus y no a otras pudo encontrar un territorio desunido y en guerra constante entre ellos y hacerse con el poder. De hecho, esta situación también sobrevivió a la independencia de la India británica, que se tradujo en una serie de batallas internas, fragmentando lo que fue el mayor imperio de la India británica en 6 estados independientes (India, Pakistán, Nepal, Bangladesh, Bhután y Sri Lanka).
En resumen, si pretendes conquistar un territorio, y, anteriormente a su conquista consigues que tus enemigos batallen entre si, por medio de una división social, cultural o religiosa, esa división que consigues casi asegurará tu victoria sobre esos territorios.
En política se usa para definir una estrategia para mantener un territorio o una población dividida. Si están divididos, no se pueden unir contra un enemigo común, y el gobierno, además, debe luchar contra esos opositores internos, debilitando las acciones de ese Estado. Esta estrategia, también teorizada por Maquiavelo en “El príncipe”, sugiere que la mejor manera de obtener el poder es sembrando la intriga entre quienes gobiernan (o quien puede llegar a gobernar) para lograr su separación. Maquiavelo sentenció: “Teseo no hubiera podido desarrollar su valor, si no hubiese encontrado dispersados a los atenienses…”.
Durante la guerra fría, esta estrategia se usaba por parte de Estados Unidos a través del envío de mensajes, de ahí la creación de Radio Liberty o Radio Free Europe, que daba noticias (en sus respectivas lenguas) a los países del este. En Afganistán (de 1985 a 1993) y en Irak (desde 1994) también era para lo mismo. Hasta entonces se había hecho a principios del siglo XX a través del lanzamiento de octavillas, por ejemplo la “guerra de papel” en la guerra civil española. Esa es una estrategia de propaganda de guerra (que también se hace en la red, por cierto), para intentar convencer y para dar argumentos a los opositores de los diferentes gobiernos “enemigos”.
En la actualidad sin embargo, el acceso a la red está cambiando la situación. En primer lugar, no hace falta enviar mensajes, ya que con una conexión a Internet se puede acceder perfectamente, por otro lado, la oposición a cualquier dictadura se realiza por los jóvenes a través de teléfonos móviles y de redes sociales.
Así pues, nos encontramos en un nuevo escenario en el que la prioridad ya no es enviar mensajes para dividir a los países, sino conseguir que esos opositores tengan la tecnología necesaria para organizarse entre sí. Y las redes sociales están fomentando ese rol organizativo de acción colectiva y a su vez son un altavoz internacional de lo que está ocurriendo día a día.
Un buen ejemplo lo vemos en Irán, en la denominada revolución verde donde miles de personas se echaron a la calle (y a la red) a protestar y a contar lo que estaba pasando, organizándose y juntándose en manifestaciones. La mayoría de estos activistas son jóvenes estudiantes, todos ellos “nativos digitales”, con acceso a tecnología móvil, blogs, redes sociales y plataformas online. Su gobierno intenta combatirlos en la calle, pero también en la red. Los regímenes represivos cada vez tienen más experiencia en su habilidad para el empleo de herramientas sofisticadas que censuran, filtran, monitorizan y buscan a esos movimientos de resistencia. No interesa que informen al mundo y a sus compatriotas, pero aun interesa menos que se organicen. Por eso la represión en la red y por eso también ataques cibernéticos para hacer caer webs.
Durante esas semanas, Estados Unidos creó software para evitar la censura en Internet por parte de Irán, incluso habló con Twitter para que no hiciera ninguno de sus típicos “parones por mantenimiento” durante las protestas. También dotó de dinero a agencias para que buscaran métodos para permitir el acceso a Internet desde Irán a través de fondos del departamento de Estado.
Como indica Noah Shachtman en Wired, comparando esta situación con el anterior envío de mensajes a través de la radio, “la diferencia estriba en que el contenido ya no es lo importante; el énfasis está en apoyar la infraestructura técnica y dejar que la ciudadanía decida por sí misma qué decir. La propia comunicación puede hacer caer el despotismo”.
Alec Ross es el asesor de innovación de Hillary Clinton, la secretaria de Estado. Bajo sus premisas se ha creado una red social vía móvil en Pakistán, Humari Awaz (“Our Voice”), desde donde se enviaron más de medio millón de mensajes en solo las dos primeras semanas. El secretario de defensa, Robert Gates, añade que “the freedom of communication and the nature of it, is a huge strategic asset for the United States“.
Éste es el presente, dedicar ingentes cantidades de dinero a fin de dotar de acceso a la comunicación a ciudadanía opositora para debilitar gobiernos. Sun Tzu decía que “si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”.
La red y el acceso a ella puede ser también un arma poderosa, y sin tener que ir a ningún sitio.
Fuente: Blog de Xavier Peytibi