Por César Calderón
Tras toda la dinámica generada a raíz del #15M, de la que muchos políticos salieron diciendo que habían entendido el mensaje proporcionado por la ciudadanía, la cruda realidad de las viejas formas de hacer política vuelve a tocar a nuestras puertas.
No voy a entrar en el fondo de la cuestión, ya que no tengo claro si esto de fijar el límite del endeudamiento público en la constitución es bueno, malo, o mediopensionista en una situación en la que, como si de dioses mayas se tratasen, los famosos mercados exigen cada día nuevos sacrificios de sangre y vísceras a los gobiernos de la unión europea.
En lo que si quiero entrar es en la forma en la que se deciden estas cosas, algo que en este caso relata estupendamente el periodista Fernando Jáuregui en su blog, y que merece la pena leerse:
Tengo la impresión –no del todo mal informada– de que la vicepresidenta primera y superministra económica, Elena Salgado, ha tenido mucho que ver en la decisión de Zapatero de reformar la Constitución para contemplar en ella el techo de gasto presupuestario. Es más: tengo la sensación –no del todo gratuíta– de que ella tuvo su parte a la hora de ‘ablandar’ la voluntad de Rajoy para llegar a un consenso sobre este punto, y no digamos del papel que jugó para que, no del todo en sintonía con la coalición de la que forma parte, Josep Antoni Duran i Lleida declarase “razonable” esta reforma.
Es decir, estamos hablando de una decisión no precisamente menor, en la que se va a cambiar una parte de nuestra carta magna, que se ha cocinado entre tres personas en los alrededores del congreso de los diputados, casi de espaldas a la ciudadanía, y que se ha servido fria al día siguiente a través de los medios de comunicación tradicionales.
Si esto hubiera pasado hace 10 años, como máximo tendríamos algunas protestas airadas en unos pocos artículos de opinión, pero en pleno 2011, las reacciones de muchos ciudadanos en internet han conseguido llegar a los medios, atrayendo la atención de muchos otros que ya comienzan a movilizarse contra la medida en una espiral cuyo final probablemente termine en manifestaciones callejeras.
Nada más lejos de mi intención que cuestionar la democracia representativa, los tres que han tomado la decisión son quienes están habilitados para tomarla gracias a los votos de los ciudadanos, pero hacerlo de esta forma vergonzante, con nocturnidad y cierta alevosía, significa que quien lo ha realizado no está entendiendo los cambios que se han producido en la sociedad Española.
Son las viejas formas de la política del siglo pasado, en la que la rendición de cuentas ante los ciudadanos se producía muchos meses después de tomar una decisión. Una sociedad en la que el ciudadano era el sujeto paciente de las políticas públicas, nada que ver con el nuevo ciudadano activo y vigilante que está comenzando a nacer y hacerse presente en nuestra sociedad actual.
Sin duda necesitamos una nueva clase política que sepa comunicarse y tomar decisiones en este entorno complejo y cambiante, algo que como vemos, ni Salgado, ni Rajoy, ni Durán i Lleida han sabido hacer.
Fuente: Blog de César Calderón