Entrevista con Víctor Sampedro, Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política URJC.
Juan Diego Sánchez. La primera entrevista del año nos llega de la mano de Víctor Sampedro, catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Tras su pensamiento sólido hay una pasional defensa de la democracia, a la que ve de capa caída pero con posibilidades de rehabilitación. Como primer paso para conocer las reflexiones del profesor os invito a que leáis esta entrevista con detenimiento, un segundo e indispensable paso es clickear en Ciberdemocracia.es y leer ‘Cibercampaña. Cauces y diques para la participación’.
Juan Diego: Estado de salud de nuestra democracia.
Víctor Sampedro: La institucional representativa está bajo mínimos. No diría que de colapso, pero sí necesitada de cuidados intensivos. Resulta difícil saber cuál es el valor añadido de elegir representantes que resultan intercambiables porque declinan su responsabilidad en los gestores tecnocráticos. El técnico, el especialista, tan sólo fija los márgenes de lo posible y, por definición, la política es la que define lo que resulta factible hacer aquí y ahora. Cuando es política democrática se decide qué hacer pactando, nunca imponiendo medidas planteadas como las únicas factibles, porque al ser impuestas son resultado de los desequilibrios de poder. Y por eso son las recetas consabidas: asignar los costes y los recortes de la crisis a los sectores sociales que más la sufren.
Alejada de este siniestro panorama institucional, la democracia social, la practicada en las organizaciones de base y a pequeña escala aunque con conexiones globales, con formas deliberativas y propuestas alternativas alberga en su seno muchas promesas de futuro y no pocas posibilidades de regresión. Es indudable el potencial democrático y emancipador de las nuevas formas de subjetividad y de los colectivos generados al calor de la Red de redes. Al menos quiebran la hegemonía y los monopolios de discurso existentes. Y bien pudieran utilizarse más y mejor para alimentar procesos de construcción de nuevas economías y formaciones sociales de nuevo cuño, que impulsasen la autonomía personal tanto como el bien colectivo.
El lado siniestro de las TIC es que si no van acompañadas de la autogestión comunitaria de las mismas, de la democratización de su uso y de la autonomía de las prácticas ciudadanas funcionan como excelentes mecanismos de control social. China no tiene mayor dificultad en censurar Internet y emplearlo para monitorear a sus ciudadanos o para impulsar su capitalismo de Estado en los “libres” mercados financieros. Por desgracia, el paradigma chino no resulta tan lejano de las configuraciones autoritarias que están tomando los políticos de las democracias intervenidas por (y a causa de) los abanderados de la Tecnocracia.
JD.: ¿Qué entiende por ciberdemocracia?
VS.: La participación en proceso democrático –deliberación, decisión, ejecución y fiscalización– a través de las TIC, de un cuerpo social cuya inclusividad marcará la calidad democrática de ese sistema. La ciberdemocracia de las elites, de los sectores más favorecidos o de grupúsculos segmentados y crecientemente enfrentados tendrá muy poco de democrática. Y todo lo contrario, una ciberdemocracia de los pueblos, empoderadora de los más desfavorecidos, con vías y dinámicas de consenso y disenso, de estabilidad y cambio ampliaría los horizontes democráticos que ahora nos impiden profundizar nuestra democracia.
JD.: ¿Cómo logramos que Internet ayude a que los ciudadanos no sean meros votantes?
VS.: Son muchos los que hacen mucho en y por una ciberdemocracia que aumente las cuotas de participación e inclusión social. Pero antes de la política electoral hay dos tareas urgentes. La primera es salvar, salvaguardar todo lo que podamos de la Internet que ahora conocemos. Asegurar su neutralidad; es decir, que no distinguirá entre mensajes, formados todos por combinaciones de ceros y unos, asegurando que un directivo de un banco goza para sus actividades digitales del mismo tipo de conexión que cualquiera de nosotros.
Lo segundo, tras profundizar ese marco legal ciudadanista, es hacer pedagogía y desplegar prácticas proactivas en la Red. Fomentar la creación de herramientas y contenidos, la recodificación de mensajes, frente a la posición de espectadores pasivos, cada vez más programados por las aplicaciones que rutinariamente nos van encerrando en un uso privativo de Internet. Insisto en que llevar esto, la generación cooperativa de Internet como bien común, a los programas políticos y educativos se ha convertido en urgente.
JD.: ¿Existen en España cibercampañas o están en pañales?
VS.: Voy a ser un poco cínico. Las cibercampañas de los partidos son tan penosas que desaparecieron cuando empezó la del 15M. Resulta dramático que se suspendieran los actos electorales cuando quienes se habían organizado en Internet acamparon en las plazas. Eso en las elecciones municipales y autonómicas, porque en las últimas generales el drama –la palabra mitin, viene de meeting, encuentro– se convirtió en tragedia: se prohibieron las concentraciones ciudadanas que coincidieran con actos de campaña.
JD.: ¿Le falta a la comunicación política de partidos y gobiernos una buena inyección de civismo?
VS.: La situación descrita antes nos habla de (ciber)campañas partidarias que no sólo no incluyen las (ciber)campañas sociales en marcha, sino que pretenden invisibilizarlas, censurarlas y hasta prohibirlas. Y esto es un error monumental, de falta de altura histórica de los “comunicadores y representantes profesionales”. Nuestro libro de las elecciones de 2008 identificaba un número muy significativo de ciudadanos -el “público atento” que nutre toda democracia- que realizaba una enorme tarea de pedagogía electoral en la red. Los partidos no sólo los ningunearon, sino que los emplearon en los usos más espurios: reventar foros contrarios, manipular encuestas online, etc… Espero que del ninguneo no nos instalen en la hostilidad, porque otro de los datos más significativos de nuestro libro es que a mayor uso y conocimiento tecnopolítico de la Red mayor era el carácter prodemocrático de los cibernautas: querían construir más y mejor democracia.
Fuente: Comunicación a la Deriva