La política contemporánea se ha convertido en una campaña permanente, las líneas que dividen los tiempos de campañas electorales y las tareas de gobierno son difusas. Los Gobiernos comunican continuamente sus acciones llevando el marketing político a su máxima expresión y los partidos de oposición extreman actividades e iniciativas políticas como si nos encontrásemos en la última semana antes de celebrarse las elecciones.
Así, desde hace unos meses asistimos a una guerra de hashtags y videos entre el PSOE y el Partido Popular. Si hace tres meses los socialistas denunciaban la política contrarreformista del gobierno con la etiqueta #vanaportodo acompañada de un vídeo denuncia, la respuesta del partido del gobierno no se hacía esperar y difundían un nuevo vídeo con la etiqueta #nohandejadonada.
A finales de abril el Consejo de Ministros anunciaba que subiría el IVA a pesar de que durante la campaña electoral el Partido Popular había manifestado lo contrario y hecho gala de esa oposición al gobierno de Zapatero cuando lo subió tres puntos. La respuesta del PSOE no se hizo esperar y, en apenas unas horas lanzaba, a través de las redes sociales y utilizando las mismas armas, un hashtag (#MentiraMasIva) y un vídeo exprés, denunciando las medidas del Gobierno.
La semana pasada, bajo el titulo “7 meses de mentiras y errores” y el hashtag #EstafaMasIva, los socialistas subían el tono de su campaña de desgaste y volvían a difundir un vídeo en el recogían los “incumplimientos electorales y falsedades del Gobierno de Mariano Rajoy” con una “sucesión de declaraciones contrapuestas de antes y después de ganar las elecciones, que dejan en evidencia el cambio de criterio y la estafa masiva a la que están sometiendo a los ciudadanos”.
Asistimos, por tanto, a una guerra de vídeos y hashtags, la política convertida en una etiqueta, un eslogan, el éxito efímero de ser tendencia nacional o mundial (“trending topic”), pero ¿para qué? ¿Se cambia de parecer, se “convence” al ciudadano, por conseguir mucha difusión en las redes sociales? Los social media son una nueva arena política y nadie quiera perder aquí tampoco, aunque los partidos no sepan muy bien como capitalizar esa victoria. Además, con un buen puñado de personas preparadas se puede conseguir fácilmente el objetivo que queramos: el PP consiguió que el hashtag #Rajoygana fuera trending topic antes de empezar el debate televisado con Rubalcaba en la última campaña electoral. Como dice Juan Varela, “cuando en la dura vida real todo parece gobernado por el mercado, en las redes sociales el slacktivism o clictivismo propio de los activistas de ‘Me gusta’ y retuiteo se impone (…), la red se llena de pintadas con el mínimo esfuerzo de un clic”.
Por otra parte, el propio Partido Popular ha reconocido que tiene problemas para comunicar sus decisiones y, tras los cien primeros días de Gobierno marcados por contradicciones, desmentidos y polémicas en la gestión de la comunicación de las reformas, han presentado su nueva estrategia de comunicación, aunque, como apunta Antoni Gutiérrez Rubí, la comunicación se ha convertido en un suplicio para el Presidente y su partido. Ah, y como no podía ser de otra manera, incluye la etiqueta #laverdad para enmarcar su estrategia de comunicación y dejar claro que el resto mienten. ¿Y que han hecho desde el PSOE? Adivinad: #basadoenhechosreales y #asinosecrece.
Después de todos estos ejemplos, lo que parece claro es el uso de la videopolítica como arma cotidiana de acción política. Su viralidad a través de las redes sociales y bajo coste -ya que se tratan de sencillos vídeos sin una edición costosa ni muy elaborada-, permiten en apenas unas horas denunciar un hecho, dar respuesta o contrarreplicar una medida.
Ya lo predijo Giovanni Sartori hace unos años con su obra “Homo videns. La sociedad teledirigida” (1997), en la que anunciaba que pasaríamos del homo sapiens, el hombre caracterizado por su capacidad de pensamiento y reflexión, al homo videns, contemplativo, que mira pero que no piensa, que ve pero que no entiende. En ladictadura de la imagen y el adocenamiento de la televisión, la videopolítica surge como una inmejorable herramienta de marketing político tanto para comunicar acciones de gobierno como la crítica, mucho mejor que sesudos artículos o extensos argumentarios.
Los vídeos son la última gran herramienta de comunicación política, máxime en el contexto político de campaña permanente en el que nos encontramos, como decíamos al principio y que, lejos de rebajar la tensión política tras la cita con las urnas, continúa a lo largo de la legislatura, más si cabe en estos tiempos de incertidumbre política.
Como señala Daniel Ureña al identificar la videopolítica como una de las tendencias de la comunicación política, “el lenguaje audiovisual es la clave de la comunicación política actual. La televisión cambió la política y las campañas electorales se deben diseñar adecuándose a sus criterios. En España, debido a la anticuada ley que prohíbe la emisión de publicidad política en televisión, salvo los espacios cedidos por las cadenas públicas, los partidos solían elaborar dos o tres spots de campaña, que además tenían una duración de tres minutos, lo cuál anulaba su eficacia. Pero en los últimos cinco años, los partidos han comenzado a explorar las posibilidades que Internet ofrece para la comunicación audiovisual y se ha producido una generalización del vídeo como herramienta de comunicación política fuera del tiempo electoral. No obstante, la televisión sigue siendo el medio rey. De hecho, los vídeos difundidos por Internet tienen el principal objetivo de captar la atención de las cadenas de televisión y multiplicar así su difusión. Quizá sea este el primer escalón del auge de la videopolítica, que a final de cuentas permite que las buenas ideas y la originalidad superen en muchas ocasiones a las producciones muy costosas. Y es que en España está muy asentado entre los partidos la teoría de que la publicidad política requiere grandes costes de producción (cuidadas localizaciones, calidad de cine, etc.) pero la realidad demuestra una y otra vez que es posible captar la atención del público con una pieza sencilla, fácil de entender y directa. Basta con analizar cuáles son los vídeos más vistos en YouTube para comprobar que importa mucho más el mensaje y el contenido que la calidad de la producción”.
En vista del protagonismo que va adquiriendo la videopolítica y para sacarle un mayor partido, os aconsejo leer (y seguir a aquellos que la pongan en práctica) las 10 claves para un buen vídeo político que nos propone Daniel Ureña:
- Identidad: Define quién eres.
- Estrategia: Mantente fiel a tu hoja de ruta.
- Lenguaje: Utiliza los códigos de tu público.
- Formato: Atrévete a innovar.
- Relato: Aprovecha el poder de las historias.
- Música: Refuerza lo que quieres decir.
- Simbología: Dilo con imágenes.
- Tiempo: Menos es más.
- Momento: Adáptate a las necesidades de los medios.
- Mensaje: claro, conciso y convincente.
Y si tan importante es saber qué debemos tener en cuenta para diseñar un buen spot político, no lo es menos qué no hacer en un videoblog político, que nos propone José Antonio Donaire.