Por: Daniel Eskibel
Una duda suele flotar sobre las campañas electorales: ¿debemos atacar a nuestro adversario? Responder que sí o que no marca el tono de la campaña y puede tener resultados fulminantes. Para ellos o para nosotros.
El problema siempre aparece, aunque algunos lo nieguen. ¿Debemos atacar? Algunos se lo plantean porque van perdiendo, otros porque van ganando y quieren asegurarse, algunos más porque quieren aprovechar un error importante del rival, otros porque es su estilo y su modus operandi habitual…Y si se llega a la conclusión de que debemos atacar…¿cómo lo hacemos y cómo se pueden evitar las consecuencias negativas?
Veamos algunos consejos al respecto:
1. Prudencia. Si la campaña va bien, ¿para qué arriesgar un violento cambio de escenario? Mejor seguir adelante tal como veníamos.
2. Target. Pensar siempre en el efecto psicológico del ataque. No solo el efecto mediático, la mayor o menor repercusión del tema en los medios de comunicación. Tampoco reducirnos al efecto sobre la psicología del adversario, el despertar de la ira o del temor en sus filas. Lo más importante es el efecto psicológico sobre nuestro propio electorado, sobre nuestro target, sobre el público que nos vota o que está más predispuesto a hacerlo. Porque si este público rechaza el ataque, seguramente el mismo será un fracaso. Un gran lío que solo nos hará perder votos.
3. Timing. Manejo de los tiempos. Puede ser al comienzo de la campaña para desestabilizar al rival, puede ser al final para darle un golpe decisivo, puede ser como respuesta a un ataque de él. Pero debe elegirse el momento con conciencia y exactitud.
4. Puntería. Conocer a fondo el punto más fuerte del adversario y encontrar allí una debilidad implícita. Apuntar allí, en esa zona reducida y estrecha. Tal vez éste sea el secreto mayor.
5. Contundencia. En política no se toman prisioneros en materia de imagen. El ataque debe ser tal que no quede réplica posible. Si no es devastador, entonces hay que atenerse a las consecuencias.
6. Respaldo. Cuando se decide atacar hay que tener mucha solidez. Hay que estar preparado para recibir un ataque similar y sobrevivir a él.
7. Velocidad. El ataque debe ser rápido como un rayo. Y debe cesar instantáneamente una vez logrado el objetivo.
Estas son algunas premisas importantes a la hora de atacar al adversario. Una tarea más difícil de lo que parece a primera vista, por cierto. Porque muchos políticos, tal vez demasiados, atacan a su adversario sin poder diferenciar su propio malhumor de una estrategia política efectiva. Atacan como quien da palos de ciego. Y la mayor parte de las veces no logran nada.
Una estrategia efectiva puede incluir campaña negativa, claro que puede. Y bien hecha, puede ser letal. Pero bien hecha.