Por Edgar Moscardó
“Es que tu no lo entiendes, me da mucha vergüenza mirar a los ojos a las personas cuando hablo en público”. ¿Cuantas veces habré escuchado esta frase a lo largo de las sesiones de formación? Casi tantas como “consejos” para solucionar el problema existen por Internet:
– En lugar de mirar a los ojos, céntrate en la nariz.
– Mira al fondo de la sala.
– Haz “barridos” visuales deteniéndote dos segundos en los extremos de la sala.
– Mira a los focos…
¿De verdad a alguien le ha funcionado alguna de estas acciones?
Mirar a las personas sin verlas es como mover los labios sin emitir sonido alguno. No tiene sentido buscar la forma para evitar conectar, mediante el sentido de la vista, con el público. Para todos los que infravaloran el poder de las miradas les recomiendo el siguiente ejercicio: Cuando estés hablando con alguien, madre, padre, novio, novia, hermanos, amigos, quién sea…. Mirarlo fijamente a los ojos, automáticamente notareis una conexión, es como si os “colaseis” en el interior de esa persona por una rendija. Seguramente la persona se dará cuenta y puede que incluso detenga la conversación y os pregunte: ¿Qué pasa?. Esto demuestra el poder de las miradas y lo importantes que son cuando intentamos comunicarnos con otras personas.
¿Creéis que nuestros políticos ven a los ciudadanos?
Primero Mª Dolores de Cospedal y en segundo lugar José Blanco; Ambos mueven los ojos de una forma mecánica, no buscan las miradas del auditorio. Estoy seguro que mientras estaban hablando no veían a nadie, es más, apostaría a que si después de sus intervenciones les preguntásemos por el color de la camisa de algún periodista de la segunda fila ni se acordarían, quizás alguno nos diría. “¿Pero habían periodistas en la sala?
En el lado opuesto de la balanza tenemos varios ejemplos de personas que miran a personas, de oradores que se interesan por el estado de su público. Daniel Pink se preocupa de que su público siga enganchado durante los 20 minutos de su charla, pese a estar en una sala con anfiteatro se preocupa por las personas que están sentadas arriba. Al Pacino hace que sus palabras entren antes por los ojos que por los oídos de sus jugadores. Les busca con la mirada, no deja que ninguno se despiste ni un solo segundo, no señala, simplemente levanta las cejas y clava su mirada en el que quiere que sea el destinatario de su mensaje.
Si la máxima de un discurso es hablar a las personas de aquello que les interesa; ¿Cómo sabremos si nos hemos equivocado o hemos acertado en nuestro discurso si no les miramos a los ojos? .Si no les prestas atención con la mirada, ellos no te la presentarán con sus otros sentidos
Por ello, cuando tengas que comunicar, busca la complicidad en las miradas de las personas, hazlas partícipes de tus palabras mediante la vista y recuerda que si consigues “colarte” por sus ojos , la conexión emocional con el auditorio está garantizada.
@EdgarMoscardo Dtor. SPQ y responsable del area de coaching
Fuente: SPQ Blog