En su obra ‘News as entertainment: the rise of global infotaiment’, Daya Kishan Thussu nos recuerda una verdad que muchos ciberutópicos olvidan: a pesar del crecimiento de la información interactiva gracias al auge de las redes sociales y la web 2.0, la televisión sigue siendo el medio mundial más poderoso. Aunque la población mundial sea ahora más culta que hace décadas, la televisión conforma más que nunca la visión del mundo de millones de personas. En su blog ‘Periodismo Global: la otra mirada’, Rafael Díaz Arias resume las tesis del mencionado libro y expone cómo el modelo de televisión comercial se ha impuesto al modelo de servicio público. En un sistema en el que las noticias se actualizan de forma permanente, la información en televisión se está transformando en infoentretenimiento. La secciones de política de los informativos o telediarios se reducen a una sucesión de soft news, simplificadas y, en algunos casos, excesivamente sesgadas, siempre en función de los intereses de la cadena.
El profesor José Carlos Lozano, a quien tuve el privilegio de escuchar en el I Curso Internacional de Libertad de Expresión que la Asociación de la Prensa de Cádiz celebró en Chiclana (Cádiz) en septiembre de 2009, explica a la perfección esta fusión de información y entretenimiento: “las noticias se transforman en espectáculo, se trivializan, se presentan como piezas dramáticas, chuscas o sensacionalistas que lejos de interpelar a los televidentes como ciudadanos, los conciben como consumidores y como puntos de rating”. Este fenómeno no afecta sólo al contenido y tratamiento de la información, también condiciona el plano formal. Tanto el fondo como la forma apela a las emociones y a los sentidos más que a la razón. Es lo que el profesor Lozano llama espectacularización de la información: tonos de voz altos y rápidos por parte de los presentadores, efectos visuales y sonoros, recursos de diseño y edición, etc.
Como consecuencia de todo ello, según Lozano, “las noticias privilegian la personalización, la dramatización y la fragmentación en la cobertura de los acontecimientos, sean de política, espectáculos o deportes”. En mi opinión, todo esto provoca no sólo que se difuminen las fronteras entre las distintas secciones de un noticiero, sino que en muchos casos parece que la espectacularización obliga a que unas se disfracen de otras. Me explico: desde hace ya años las televisiones españolas tratan algunos asuntos políticos como si de competiciones deportivas se trataran. Así, los resultados de las encuestas sobre intención de voto de los partidos políticos son difundidas como si se tratara de una carrera de Fórmula 1. Los debates electorales o parlamentarios se analizan como si fueran combates de boxeo y los procesos para designar un candidato se presentan como los fichajes de entrenadores por parte de clubes de fútbol. Por el contrario, antes de que se acercara la Final de la Copa del Rey de fútbol, la sección de deportes de los informativos parecía más bien la de política: nadie hablaba de partidos, ni de entrenamientos, ni de rendimiento deportivo. Las noticias más destacadas eran los cruces de declaraciones entre entrenadores y futbolistas. Por poner ejemplos concretos, los rifirrafes entre Tito Vilanova y Gerdard Piqué, en el caso del F.C Barcelona; y entre José Mourinho y Pepe, en el del Real Madrid. Para ser más exactos, ambas secciones se tiñen de rosa, se asemejan a un culebrón propio de la prensa rosa, un campo informativo más propicio para ese dramatismo y ese sensacionalismo que Lozano describía como propio de la espectacularización de las noticias.
Díaz Arias señala que “los informativos tratan a los políticos como famosos, tal y como sus jefes de imagen han diseñado. Sarkozy o Berlusconi no caerán por sus políticas sino por las gestión de sus imágenes. La vida personal es la vida política”. El infoentretenimiento y la espectacularización de las noticias potencian lo que Gianpetro Mazzoleni llama la política pop, que responde a la exigencia de atraer a un público siempre más vasto e indefinido”. Para ello, la política es adaptada para aparecer sobre la escena televisiva y garantizarse un grado de popularización máxima”.
Tienen razón Lozano en afirmar que “esta transformación de las noticias es preocupante si tomamos en cuenta que en las sociedades contemporáneas, el consumo y apropiación de mensajes informativos es una condición previa para la participación política (…)”. Ciertamente, esta tendencia al infoentretenimiento es valorada de forma negativa por quienes queremos un periodismo de calidad y por quienes anhelamos que la democracia se vea reforzada por ciudadanos activos e informados. Pero esta consideración no debe llevar a ningún líder político ni a ningún profesional de la comunicación a ignorar la importancia del fenómeno. Sin llegar a justificar el “todo vale”, los profesionales deben conocer a la perfección el entorno en el que se desarrolla la confrontación política. Y en base al contexto político, socioeconómico y comunicacional concreto al que se enfrenta la institución o el líder con el que trabajan, deben preparar sus estrategias. Por su parte, el político, sin renunciar a sus principios, debe aprender la máxima de Marshall McLuhan: el medio es el mensaje. Ha de adaptar sus mensajes al medio televisivo y aprovechar las ventajas que éste ofrece. Por ejemplo, tienen que saber construir mensajes breves, saber emocionar y preocuparse por la imagen que quieren mostrar. No deben perder de vista que, más que en la Sociedad de la Información, vivimos en la Sociedad del Espectáculo. Por triste que resulte, más que al homo sapiens, se dirigen a ese homo videns que teorizó Giovanni Satori.
Por último, es recomendable que tanto asesores como representantes políticos dominen una técnica comunicativa muy eficaz en este contexto de infoentretenimiento y la política pop: el storytelling o arte de narrar relatos. Los ciudadanos somos consumidores de historias. No hay forma mejor de llegar a un votante que a través de un relato bien estructurado.