Por Daniel Eskibel
No importa el lugar, la situación ni el momento.
Pero siempre hay personas dispuestas a ser candidatas a algún cargo electivo.
Siempre.
Algunas candidaturas son razonables, creíbles, con buenas opciones. Otras parecen un suicidio político.
En algunos momentos parece que hay mucho para hacer, y que ejercer ese cargo de gobierno puede permitir una amplia gama de posibilidades. Pero otras veces es como agarrar un hierro caliente con la certeza de que va a quemar hasta los huesos.
Pero en cualquier circunstancia, siempre hay alguien dispuesto.
¿Por qué?
¿Por qué siempre hay ‘voluntarios’ para una candidatura?
¿Por qué nunca faltan candidatos (sino que a veces más bien sobra alguno…)?
Las motivaciones humanas son complejas y no pueden esquematizarse superficialmente. En cada decisión hay un conjunto de elementos que interactúan entre sí. Que a veces se potencian y a veces se contradicen. Un conjunto de elementos que también forman parte de la decisión de lanzar una candidatura.
Hay 3 tipos de motivaciones que llevan a una persona a ser candidata a algún puesto electivo:
- Motivaciones políticas propiamente dichas. Son las que generalmente se expresan en entrevistas públicas y tienen que ver con su ideología, su partido político y su visión de los problemas más importantes que hay que resolver así como de la forma de resolverlos.
- Motivaciones conscientes o semi-conscientes que van más allá de la política, que pueden ser pensadas por la persona, a veces habladas con su círculo familiar o amistoso, a veces fantaseadas…pero que por lo general no llegan al plano público.
- Motivaciones inconscientes, desconocidas hasta para el propio candidato. Generalmente provienen de las zonas más primarias de nuestro cerebro y suelen girar en torno a los deseos de poder, dominio, jerarquía y aspectos similares que vienen desde el fondo de los tiempos impresos en nosotros mismos y en cierto oscuro y primitivo espíritu de manada que necesita producir líderes.
Los 3 tipos de motivaciones se interrelacionan, se complementan y a veces luchan entre sí, como en todas las actividades humanas.
Puede ser un buen ejercicio, para el ciudadano común que no aspira a ningún cargo público, observar a los aspirantes. Analizar sus motivaciones políticas, claro. Pero tratar de entrever algo de las otras motivaciones. A veces es difícil, pero a veces todo está a la vista.
‘Todos mienten’, dice House con amarga ironía.
Y las palabras pueden mentir, sin duda.
Pero el cuerpo no miente. La verdad suele estar en los gestos, en las miradas, en el tono de voz, en la historia de vida. Hacia allí hay que dirigir la atención…
También puede ser un buen ejercicio, en este caso para el aspirante a un cargo público, observarse a sí mismo con más detenimiento. Profundizar en sus motivaciones políticas, por supuesto. Pero también tratar de ver más adentro de sí mismo. Hacer un esfuerzo para entrever sus propias motivaciones, esas que medianamente sabe y no dice pero también aquellas apenas insinuadas ante sí mismo.
¿Para qué hacerlo?
Para saber si eso es realmente lo que desea hacer.
Para evitar caer en la trampa del narcisismo y del ‘yo todo lo puedo’.
Para evaluar con realismo tanto la situación socio-política como la realidad interior.
Y para desempeñar mejor su cargo si finalmente resulta electo.
Ni candidatos ni ciudadanos deberían quedarse en la superficie. Sería más productivo profundizar más en el complejo entramado de motivaciones que lleva a alguien a una candidatura.
Fuente: Psicociudad