Por: Diana Rubio
El nexo surgido de la unión de los términos comunicación y política ha dado como resultado con el paso del tiempo y la aparición de nuevos medios de comunicación, el estudio de nuevas perspectivas que han traído ligadas la creación de palabras como videopolítica, telepolítica , política virtual y un largo etcétera. Autores como Sartori, Castells o Mazzoleni han profundizado en esta nueva especialidad, un nuevo campo científico dependiente de la comunicación, al que calificamos como la mediatización política.
Esta nueva área, conlleva aspectos en su puesta en marcha que nos hace reflexionar acerca de su adecuación a las estrategias políticas que toman como una de sus herramientas los medios de comunicación como transmitir un mensaje político. Para ello, es necesario conocer a los actores principales que se dan en esta relación; actores políticos y mediáticos se unen para persuadir, informar, o seducir a los sociales.
Los actores mediáticos por un lado, crean la información que dan a conocer a la población por su actuación como intermediario entre los políticos y la ciudadanía, por otro su actuación como actor propio de control y vigilancia que toma protagonismo propio y puede dar como resultado una información partidista donde la balanza informativa se incline sobre un determinado partido.
Esta mediatización, si hablamos concretamente de la televisión, también podemos usarla como herramienta de estrategia comunicativa, cuando se quiere humanizar a un candidato, presentarlo o lavar su imagen.
Pero, ¿qué ocurre cuando uno de esos medios, concretamente la televisión, se convierte en protagonista y la política depende de ella para poder llegar a la ciudadanía, ya que con las acciones que han llevado a cabo con anterioridad no han conseguido los resultados esperados?
El problema considero que aparece cuando la utilización de este medio aumenta desproporcionadamente, y la información política que se pretende dar en ella, se convierte en entretenimiento político.
El homo videns, ya pronosticaba junto con la identificación del personaje político como si una estrella del cine fuese, este paso de la información a entretenimiento en la tarea de humanizar y acercar al candidato o cargo público a la ciudadanía, donde el político ocupe lugares en portadas de revistas de otras temáticas o asista como invitado principal en late shows haciendo ver sus actitudes más cómicas, todo con la finalidad de cambiar la percepción negativa que la opinión pública tiene sobre este representante político, provocada por la desconfianza y la falta de transparencia. Entonces, ¿dónde queda la información y donde comienza el entretenimiento? La gente busca el entretenimiento que también supone conocer algunos aspectos íntimos de nuestros políticos, haciendo de ellos, un teatro.
Si cambiamos la percepción a otra mas humana e informal basada en sus apariciones en otros terrenos diferentes a la arena política, ¿Dónde queda la imagen literal de “político”? ¿Realmente benefician estas actuaciones, más cercanas del show que de la política al cargo público o candidato?
En una sociedad en la que actualmente decir que eres político puede provocar la ira de unos y el orgullo de otros, la utilización de la televisión como elemento disuasorio y transformador de lo que piense la población, es totalmente erróneo. Una mala estrategia, acción política errónea, incluso un escarceo amoroso que salga a la luz, pueden ser compensados con apariciones públicas en la televisión, pero son necesarios más procedimientos para conseguir los objetivos de persuadir y conquistar, no es suficiente con mostrarse públicamente en ella como un personaje accesible, es necesario hacer más que contar parte de tu vida en la pequeña pantalla para volver a prestigiar una profesión en decadencia a día de hoy, la de representante político de los ciudadanos.
Fuente: Política y Protocolo