Por: Patrycia Centeno
Hace un mes y medio, en una entrevista me preguntaron si el palestino volvería a estar de moda entre la clase política. Mi respuesta fue la siguiente: “Desgraciadamente, me temo que sí.” Y no porque me desagrade este pañuelo que Yassir Arafat supo convertir en símbolo de la lucha de su pueblo, nada de eso. Simplemente porque cuando a los pocos que lo lucen permanentemente y conscientemente se les unen muchos que solo se lo ponen para la foto cuando el conflicto armado con los israelíes se reactiva o cuando Zara (la moda) manda, la utilización del kuffiya se antoja ridícula.
PD. Vaya aquí mi condena a cualquier muerte o sufrimiento a cualquier persona o ser vivo. Y vaya aquí mi energía para que los ciudadanos palestinos e israelíes, que tanto anhelan la paz, convenzan a sus gobernantes de que esta pelea eterna e inútil debe acabar cuanto antes y para siempre.
Hoy, tras colgar un tweet en el que comparaba a los judíos con los nazis (me parece tremendo que un dirigente político se atreva a sacar una conclusión tan pobre de un conflicto tan largo y tan complejo), Cayo Lara aparecía con una palestina sobre sus hombros.
Fue Yassir Arafat el que consiguió simbolizar con este pañuelo la lucha palestina.
Y pronto se convirtió en accesorio para cualquier persona de izquierdas sensible a la causa palestina.
Sánchez Gordillo los tiene en todas las versiones posibles y nunca sale sin uno porque asegura que hizo una promesa al pueblo palestino: “Hasta que no acabe el conflicto, no me lo quitaré”.
Otros, en cambio, el compromiso con los palestinos es puntual: por empatía o para posar en la foto.
Y aunque entre los movimientos sociales antisistema, la kuffiya formaba parte del uniforme de protesta diario; al resto, fueron las grandes cadenas textiles las que nos lo metieron en el armario. ¿El culpable? Una colección de Nicolas Ghèsquiere para Balenciaga lo convirtió en un auténtico accesorio de moda. Nadie podía resistirse a lucir uno. Ni siquiera una princesa.
Con tanta insistencia por parte del mundo de la moda, hasta algunos miembros de la derecha se confundieron y creyeron que la tendencia también sería válida para ellos… ¡Nada más lejos de la realidad! La que se lió en el PP cuando Mª Dolores de Cospedal se presentó a un mitin con una versión del palestino en lila. A sus compañeros de partido les sentó tan mal el pañuelo de su secretaria general que ésta, desesperada, negó que se tratara de un palestino. La explicación fue parecida a la “del dinero en diferido” de Bárcenas.
Los hay más listos. En 2009, Paco Camps customizó su palestina añadiendo una bandera de España. Fue para saludar a niños de Gaza enfermitos y que Valencia iba a procurar atenciones médicas. Por supuesto, no faltó la correspondiente foto. Pero entonces, desde la derecha no se oyó ni pío sobre la idoneidad del estilismo.
En cambio, una caída distinta tomó el palestino que unos jóvenes le colocaron inesperadamente a ZP en plena ofensiva israelí. A juzgar por la prisa que se tomó el ejecutivo socialista en desvincularse de aquel atavío -”se trata de una imagen no buscada”, alegaron- se asumió que el traje presidencial se daba de guantazos con el adorno palestino (o con cualquier símbolo que demuestre una declaración firme de intenciones).
Pero hasta a Ratzinger le colocaron el palestino. Claro que el papa ya lleva por costumbre una “Kipá” (blanca) y así los judíos también quedaron contentos 😉
Fuente: Política & Moda