Reírse de la política

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Ucrania

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí

El candidato del Partido de Internet de Ucrania, Darth Vader, depositó su papeleta en las elecciones parlamentarias que se celebraron el pasado domingo en Ucrania, vestido con su armadura negra, con la promesa de convertir el país en «un imperio galáctico» en el que «los diputados serán expulsados por inútiles, y sustituidos por ordenadores». Otros candidatos del mismo partido eran Chewbacca o la princesa Leia. Durante su campaña, fueron constantes sus paseos por las ciudades ucranianas ataviados con sus «vestimentas»  y rodeados por «soldados del imperio» con sus típicos uniformes y cascos blancos. Todo un espectáculo, o la política hecha espectáculo y mofa.

No han conseguido buenos resultados, pero seguramente tampoco lo pretendían. Su razón de ser es la denuncia de una política que no sienten como suya. Puestos a votar a candidatos en los que no creen, o a quedarse en casa, prefieren votar a una utopía, a alguien que ─al menos─ les divierte. La multitud, en forma de audiencias ávidas de nuevas sensaciones, ataca a sus políticos o famosos. Una revuelta cómica sacude los pilares de confianza y reputación de aquellos que se consideran intocables. La burla indiscriminada se apodera del clima social como respuesta al desasosiego general. Y, mientras, el sarcasmo se convierte en la gasolina que enciende las audiencias televisivas entre los sectores más populares, una nueva generación irreverente, joven, urbana y digital, que busca la provocación como antídoto al tedio y a la sociedad que ve reflejada en sus mayores. Se mueve en las redes, en especial en YouTube. Compite en pose estrafalaria e impacto visual como otra forma de respuesta, de autoafirmación que desprecia la normalidad, sinónimo de sumisión.

El teatro social, de crítica y denuncia política de los nuevos cómicos, cada vez más audaces, más atrevidos, más poderosos, rivaliza con la política formal. Grotescos, se mofan del poder y lo retan, incluso con sus propias armas. Algunos, incluso, pasan de la simulación política a la contienda electoral. En 2010, Jón Gnarr, un humorista, ganó las elecciones municipales en Reikiavik (Islandia). Era el primer aviso de una sociedad que había dejado de creer en los políticos. El nuevo alcalde se declaraba abiertamente corrupto y aseguraba que no cumpliría sus promesas electorales. Decía, provocadoramente, lo que muchos electores piensan de sus políticos oficiales. Este año ha renunciado a revalidar la alcaldía en las elecciones municipales, aun siendo popular, pero su partido, «El mejor partido», apoya al nuevo alcalde. No fue el primer cómico. Coluche lo intentó en Francia en 1981.

En México, el gato Morris fue candidato, con gran éxito mediático en todo el mundo, a las elecciones municipales de Xalapa de mayo de 2013, con un mensaje claro: el candigato «Duerme, caga, mea y come. Juega. Duerme mucho. Es el perfil ideal para ser un candidato a la Alcaldía o cualquier puesto político». En Estados Unidos otros animales han sido candidatos, como el perro Satchel o el gato Hank (que quedó tercero para el Senado en Virgina).

La respuesta a la desafección es, fundamentalmente, la abstención, pero también afloran voces críticas que, despreciando la política formal, riéndose de ella, pretenden sacudir la confortabilidad de lo establecido. La gran mayoría no lo consiguen.

Fuente: Blog de Antoni Gutiérrez-Rubí