Por: Diana Rubio
Las elecciones son el proceso democrático por excelencia para conseguir representación y que la población proceda a llevar a cabo uno de sus derechos como ciudadanos; elegir a sus representantes.
Para llevar a cabo estos procedimientos, cada partido deberá diseñar una campaña electoral acorde a los objetivos que persigue, un diseño, que en el desarrollo de los comicios dentro del Siglo XXI, se ha fijado mas en el cortar y pegar de otras campañas, como un estudiante que plagia sus trabajos, que en la elaboración desde cero de las mismas.
En España se ha asentado una tendencia hacia el calco de todo lo bueno que vemos que funciona en otros países democráticos, incluso alguno cuyo sistema político es dictatorial, sin percatarnos del potencial que en nuestro país existe para diseñar y organizar campañas electorales.
Nos solemos fijar en aquellas campañas modelos de éxito pero olvidamos que los sistemas políticos son diferentes y que el realizar una fotocopia de las mismas, no tiene por qué conseguir un éxito asegurado cuando los elementos y el contexto difieren.
El diseño de campañas en los 80 y principio de los 90 rompe con la manera de llevarlas a cabo hoy en día, donde los slogans se repiten, la cartelería nos recuerda a otros candidatos y los mensajes suenan a disco rayado. Esta manera de actuar, nos lleva a poder hablar de la carencia de cultura de campaña en nuestro país.
Está claro que en la creatividad bisociativa tiene cabida lo que ocurre con la americanización de las campañas, tiene su justificación, pero la falta de originalidad propia provoca que la ciudadanía asocie todas las campañas con lo mismo, cuando la búsqueda de la diferenciación ha sido una de las claves para conseguir movilizar al electorado y la demostración de que hemos hecho una campaña de repetición, también repercute negativamente en la reputación del partido.
Solo hay unos comicios en los que la creatividad propia se refleja; los locales, aquellos en los que los presupuestos son casi nulos y hay que jugar con la originalidad y los medios con los que se cuentan para organizar la campaña, que también es cierto, se basan mas en el personalismo que en las propuestas, preferencia que comienza a reflejarse en los grandes partidos, donde últimamente el ser más guapo que el rival rasca votos y titulares de prensa.
Diseñar una campaña desde que se tiene la idea, valiéndonos de la originalidad y pensando en cada uno de los factores necesarios, crean campañas a medida con muy buenos resultados. Aun teniendo las llamadas nuevas tecnologías de nuestro lado, lo que se hace es copiar modelos anteriores o elementos muy exprimidos debido al éxito de su utilización.
Esta falta de cultura de campaña necesita des- aprender y empezar a crear sus propios paradigmas, utilizando las nuevas herramientas al servicio de la sociedad de la información y estimulando una creatividad que no sólo se base en la imitación.
Bajo mi punto de vista, España ha destacado en otros aspectos en referencia a la comunicación política, pero en tema de campañas, queda mucho por hacer. Éste será el mayor reto de los consultores políticos de esta era, crear una cultura de campaña original y reconocible.
Fuente: Blog Política y Protocolo