Por: Mario Riorda
Supe tomar hace un tiempo una definición -a mi criterio excesivamente realista y por eso mi devoción a ella- de lo que es comunicación política, entendiéndola como el intento de control de la agenda pública. Y su usted es un gran idealista, cambie la palabra control por gestión, y la definición permanece imperturbable sin modificar mi idea.
Y entenderla así, en una versión nada romántica, es también separarla de visiones o paradigmas de décadas atrás. Desde mediados del siglo pasado, la comunicación estaba fuertemente subordinada a las instituciones. Luego, en las últimas décadas del siglo pasado, ya en épocas de un electorado móvil, aumenta la profesionalización y la comunicación política se adapta a las noticias.
También es la época, siguiendo a una agenda dominada por los medios, donde la comunicación política era centralmente una actividad cercana a las relaciones públicas. Cualquier buen manual consideraba una herejía la confrontación con el periodismo, especialmente en sistemas con medios dominantes.
Pero cambió el contexto, y es hora de tratar de entender algunas reacciones derivadas. Contexto que, por otra parte, ni aparece nítido ni deja de seguir emergiendo todavía. Multimedialidad, intensificado y diversificado profesionalismo, más competitividad política, aparición de un discurso y estrategias de posicionamiento con lógica de populismo anti-elitista, diversificación centrífuga y no centralidad de territorios ni de actores productores de información, abundancia de contenidos, celeridad, interactividad, ausencia de control central en la información y gran diversidad de flujos comunicacionales.
Parece un léxico complejo, pero no es ni más ni menos que una síntesis breve e imperfecta del caos informativo al que se somete diariamente un ciudadano, tanto como el producto de la puja de sectores que compiten generando ese caos.
Y en ese contexto, la política ha entendido cabalmente que en su ámbito no era un actor exclusivo y excluyente de otros, sino que otros actores, la prensa incluida, jugaban dentro de la política. Por ende, la política también entiende que el sistema de medios tampoco es excluyente ni exclusivo de las empresas de comunicación, y por eso decidió jugar en ese terreno.
Hay un ida y vuelta. Por eso es que en América Latina se está dando algo más interesante que una mera confrontación, y es que hay un juego de cooperación entre alianzas de sectores de la política y de la prensa en contra de otros sectores de la prensa y la política.
Son alianzas de pedazos de los sistemas que cooperan para enfrentarse a otra alianza de otro pedazo del sistema. No es tan lineal la confrontación. Son alianzas novedosas y complejas que se arman y se desarman y generan en la opinión pública una sobrecarga ideológica.
Y toma forma y se complejiza cuando se aumenta por parte de la política los procesos de comunicación directa. Y toma más forma y se complejiza aún más cuando los periodistas empiezan a ser también sujetos y objetos de la reputación en el ámbito público. Y cuando la política estigmatiza a la prensa -por izquierda o por derecha-. Y cuando esta reacciona desde los reclamos de libertad de prensa. Y cuando además se entremezcla la libertad de empresa…
Y por si fuera poco, las audiencias migrantes (desde la perspectiva del consumo de medios) ya no garantizan que la ciudadanía sea el fiel reflejo de la disputa de la política con la prensa, o bien de alianzas o cooperaciones de un sector de la política junto a un sector de la prensa, frente o versus a otro sector de la política en alianza o cooperación con otro sector de la prensa. Hay veces en donde la ciudadanía se convierte en espejo de esas disputas, y hay otras veces en donde asiste impávida o incrédula a un duelo entre poderosos sin ser parte de ninguno (eso reflejaba una serie de focus groups que puede ver en algunos países).
Por eso es que ya no es tan fácilmente delimitable lo que es la comunicación política. Por eso es que, entenderla desde el objetivo de sus actores, ayuda a su comprensión. Ahí, en la magnitud descripta, haciéndose en un contexto emergente, en su complejidad, es donde aparece la comunicación política. Y ahí, no hay profesionalización que alcance para entenderla, pero sin embargo no queda otro camino que la profesionalización para sobrevivir en ella.
Fuente: Blog de Mario Riorda
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