El discurso: Una herramienta de construcción masiva para los nuevos y viejos políticos

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El discurso

Por: David Redoli Morchón

Políticamente hablando, 2015 está siendo un año espectacular (en todos los sentidos). Ya están constituidos los nuevos equipos municipales que comandarán los destinos de nuestros pueblos y ciudades hasta 2019. Andalucía ya tiene a su primera presidenta electa al frente de la Junta. Y durante estas semanas irán fraguándose los renovados gobiernos de las comunidades autónomas que fueron a las urnas. En unos meses tendremos los comicios en Cataluña. Y ya están a la vuelta de la esquina las elecciones generales para escoger al próximo presidente (o presidenta) del Gobierno de España.

A muchas instituciones han llegado nuevos partidos, nuevos políticos y nuevas propuestas. Nuevos programas y nuevas ideas, cuya correcta comunicación y eficaz ejecución serán parte del éxito o del fracaso de los proyectos. Y, en este contexto, existe una herramienta fundamental para llevar a cabo ese proceso de explicación de las decisiones (y de sus implicaciones): el discurso político.

Puede que aún queden personas que duden de la potencia y del alcance de los buenos discursos. Sin embargo, la mayoría de los líderes se percatan de la importancia de demostrarle al auditorio que lo respeta, es decir, que llevan bien preparados sus mensajes y sus argumentos, que no improvisan. Para aquellos políticos que son conscientes del poder de la palabra (cuando está bien armada), sintetizo 12 consejos que (creo) pueden ayudarles a construir buenos discursos políticos:

1. Los discursos deben escribirlos, bajo la batuta del político, asesores profesionales, ya que su elaboración suele consumir mucho tiempo. Es absurdo que un alcalde, que un consejero o que un presidente dedique días y días a escribir y escribir. Como ciudadano, yo no quiero que mis políticos electos inviertan cientos de horas en redactar sus propios discursos (una tarea ardua que los distraería de su misión principal: gobernar, gestionar, solucionar problemas y asumir y explicar la toma de decisiones). Las ideas y los argumentos de los discursos son responsabilidad del político. La forma en la que se estructuran y cómo se plantean sobre un papel son (o deberían ser) tareas del asesor. Por poner un símil: el político es el arquitecto (es decir, el que diseña y proyecta la casa); y sus asesores son los obreros, los albañiles, los aparejadores, los fontaneros y los electricistas que erigen la casa (es decir, quienes construyen el edificio con los planos e indicaciones del arquitecto).

2. Los discursos políticos son ejercicios del habla y, por lo tanto, son escritos para ser escuchados. Un buen escritor de discursos escribe para el oído y no para los ojos. Esto implica recurrir a frases cortas, a establecer conectores bien marcados entre idea e idea y ser muy preciso en el uso del lenguaje. Un lenguaje sencillo (que no simple).

3. Un discurso es un trabajo artesanal. Es decir, debe estar perfectamente contextualizado para el momento preciso en el que va a ser declamado, tanto desde el punto de vista racional, como emocional. No es, por lo tanto, muy recomendable aprovechar discursos del pasado. Pudieron funcionar en aquel momento. Nadie le garantiza que lo vuelvan a hacer. Cada discurso pertenece a un momento concreto e irrepetible de la historia de su ciudad, de su región o de su país.

4. Un discurso es una herramienta privilegiada de comunicación para transmitir un mensaje (o dos, o tres? no muchos más). Es decir: el discurso político es esencialmente persuasivo. Tan ineficaz es hacer un discurso con muchos mensajes como construir un texto sin mensajes concretos o mal definidos. El objetivo del discurso ha de estar claro antes de ponernos a redactarlo. La pregunta que hay que hacerse, por lo tanto, es esta: ¿para qué voy a dar este discurso?, si se sabe bien el “para qué”, el logógrafo encontrará el “cómo”.

5. Un discurso refleja la personalidad y los valores de quien lo expresa. Un texto puede funcionar muy bien con un determinado candidato o líder político, y ser un desastre con otro. Los tonos y los ritmos han de estar bien adaptados al orador.

6. Un discurso político transmite no solo la filosofía de la persona que lo lee, sino, también, la del proyecto que encabeza. Es decir: si el líder está al frente de un proyecto progresista, las ideas de su discurso deberán estar en consonancia con los contenidos programáticos del partido. Y si se trata de un líder conservador lo mismo. La coherencia es la base de todo buen discurso.

7. La eficacia del discurso se mide también, en gran medida, por cómo lo escenifica ante el público, ante los medios de comunicación. Si puede, use un teleprompter: es, de lejos, la mejor herramienta inventada hasta la fecha para lograr una escenificación perfecta de los discursos (permite dominar el lenguaje no verbal y manejar un gestual amable, cercano y visualmente muy eficaz).

8. Los discursos se escriben para quienes los van a escuchar? y para los medios de comunicación. Deben recoger con claridad, por lo tanto, los mensajes fuerza, los titulares y los cortes que nos gustaría que aparezcan al día siguiente en la prensa, en la radio, en la televisión y en Internet. En el auditorio nos escucharán cientos o miles de personas. A través de los medios de comunicación llegaremos a decenas de miles o a millones de personas. Es imprescindible, por lo tanto, conocer y respetar los tiempos y las lógicas del trabajo de los periodistas.

9. Domine el uso de los enmarcados (frames), de los mitos, de las metáforas y de las principales figuras retóricas (aliteraciones, anáforas, triadas, conduplicaciones, etc.). Esto solo se adquiere con mucha práctica. Practique. Y mucho. Y regule el tiempo: los buenos discursos están en torno a los 10-15 minutos de duración.

10. Dedique tiempo suficiente a la documentación del texto: los discursos políticos conllevan un trabajo intelectual muy sólido. No se trata de hacer frases bonitas o de crear eslóganes. Se trata de mostrar conocimiento de un tema y de proponer alternativas o soluciones viables y bien explicadas.

11. Revise y repase muy bien el discurso antes de pronunciarlo. Vigile cómo ha construido la introducción y la conclusión. Y, si puede, entrénelo antes. Solo viéndose a sí mismo declamarlo sabrá cómo lo verán los demás cuando esté ante los ojos y las cámaras.

12. Y no lo olvide: su “storytelling” (lo que usted dice) debe estar íntimamente ligado a su “storydoing” (lo que usted hace).

Son 12 consejos para ayudar, básicamente, a esculpir bien el lenguaje de la democracia. Ese lenguaje que siempre se debería entender y comprender.

Fuente: La Opinión