Por: Daniel Eskibel
El cerebro del votante no funciona como una máquina cartesiana completamente lógica y consciente.
Esa es, apenas, la parte visible del iceberg.
Pero por debajo funciona una poderosa maquinaria hecha de emociones y de procesos cognitivos no conscientes.
Esa maquinaria inconsciente es la que intento describir en el curso gratuito de introducción a la psicología política que incluí en la Biblioteca gratuita.
Un elemento importante en esa maquinaria es la resistencia al cambio, concepto que ayuda a comprender mejor una de las dinámicas emocionales que se ponen en juego en cada campaña electoral.
Sí: me refiero al dilema continuidad o cambio.
Ya sabes: siempre hay un candidato que busca la continuidad mientras los demás proponen cambios.
Y esa confrontación suele desatar emociones, por cierto.
La mente humana se resiste al cambio.
No lo acepta de buen grado ni de inmediato ni por completo.
Esa resistencia es la que hace que el cambio sea más un proceso que un acto. Y al decir proceso tenemos que considerar tiempo y esfuerzo.
Cambiar al partido que está en el gobierno y sustituirlo por otro partido no es nada simple.
Es complejo.
Y lo es porque no es un asunto solamente político.
Cambiar va más allá de la razón e involucra fuertes emociones. Por eso el cambio debe procesarse, trabajarse, pulirse.
La resistencia al cambio incluye dos factores que se interrelacionan: el miedo a lo nuevo por ser desconocido y la tristeza por tener que desprenderse de lo que ya es conocido y está integrado de una forma u otra a la vida de las personas.
Miedo y tristeza.
Ahí están.
Esas son las 2 emociones que acompañan y solidifican la resistencia al cambio.
Miedo y tristeza conspiran contra el cambio, trabajan contra él, luchan contra las novedades, se resisten a cambiar.
Acá tenemos una de las claves de la psicología política de gobernantes y opositores.
Y es que la oposición será tanto más efectiva cuanto más logre minimizar o neutralizar las emociones de miedo y tristeza en el electorado.
La tristeza y el miedo estarán presentes en mayor o menor medida entre los sectores sociales que podrían llegar a ser agentes de cambio.
Serán un ancla en el pasado.
Un ancla que habrá que limar con paciencia.
Y con emociones, claro.
Fuente: Blog Maquiavelo&Freud