Por: Xavier Peytibi
Música a todo volumen, chicas de negro con violines y guitarras eléctricas, acompasados aplausos de los uniformados espectadores, humo y pirotecnia a raudales… y, de fondo, una pantalla gigante con más protagonismo que el propio grupo de música, que muestra al gran líder supremo visitando una fábrica armamentística y organizando, él sólo, todo el ejército del país. Al final, un misil arranca su vuelo y, justo en el clímax final de la canción, surca el aire hacia Estados Unidos, y en ese momento explota todo el planeta. Es entonces es cuando los espectadores aplauden aún más.
Este sería el resumen de uno de los pocos vídeos disponibles en la Red de Moranbong Band, el grupo musical formado (por ellas o por Kim Jong-un) en 2012 por veinte chicas (de esmerada educación musical y escogidas por el propio líder) que es fenómeno fan en Corea del Norte, aunque en sus conciertos jamás se dirijan al público, como si no estuviera. Hacerse con una entrada para sus conciertos en Pyongyang es más complicado que conseguir un billete para ver a Lady Gaga en Nueva York. Como indican en El País: su “look” ha arrasado en el país. La melena corta que lucen, una revolución respecto a los recogidos y los cortes de pelo políticamente correctos que el régimen recomendaba para las mujeres hace apenas un puñado de años, es el peinado de rigor para muchas jóvenes de la capital. A su atuendo sobre el escenario -siempre aparecen vestidas todas iguales- se le ha atribuido el que las norcoreanas a la moda hayan acortado unos centímetros sus faldas. Las chicas de Moranbong lucen atuendos que, aunque en Occidente pasarían incluso por recatados, marcan la figura y enseñan la rodilla, algo otrora impensable.
Aunque fueron –más o menos- conocidas a nivel mundial gracias a los vídeos publicados por el gobierno norcoreano en la celebración musical del 70 aniversario del Partido de los Trabajadores (el 20 de octubre) no son nuevas en el país, siendo muy reconocidas tan solo por el hecho de ser el grupo favorito del gran líder supremo. Otro de sus grupos es Chongbong, también de chicas.
Esta explosión de “pop moderno”, por decirlo de alguna manera, ha llamado la atención de los medios de comunicación. La necesidad de una banda más actual en Corea del Norte (aunque sus letras siguen hablando de lo bueno que es el líder y de lo grande y poderosos que es el país, su gente y, sobre todo, su industria militar) se ha atribuido a la necesidad del régimen de complacer a importantes capas sociales: las nuevas élites de Pyongyang, los militares profesionales y técnicos, las mujeres y, en particular, a los jóvenes. Se han convertido en la “cara amable” del régimen, en la modernidad para la sociedad y para la juventud, abriéndose –mínimamente- al gusto occidental. El que aparezcan casi diariamente en los televisores del país también permite llegar a las nuevas generaciones, y si antes la propaganda del régimen llegaba de cierta manera (también con bandas antiguas como Unhasu), ahora llega también así al nuevo público.
Moranbong es también, o pretende serlo, la nueva carta de presentación de Corea del Norte ante sus aliados. A principios de mes, el grupo viajó a China como símbolo de buena voluntad. Debía ser escuchado por líderes chinos. Como la relación se enfrió esa misma semana, el grupo de chicas fue rápidamente devuelto por el régimen coreano hacia Pyongyang, sin dar explicaciones [en realidad, que Corea dijera que tenía la bomba nuclear fue mal visto por China, que iba a enviar al concierto a políticos y militares de menor rango, lo que no gustó nada al Gobierno coreano].
El Gobierno norcoreano, pues, también se comunica políticamente a través de la música (y sus letras). Gutiérrez-Rubí dice que “la utilización de la música en la política ayuda a la conexión emocional con el ciudadano, a la identificación de un partido, de un candidato…de manera muy efectiva”. La música ha demostrado tener un efecto muy real en la psique humana. Muchos gobiernos y grupos políticos han utilizado, siempre, la música para ejercer un efecto psicológico en las personas.
Tal como indica el investigador del Max Planck Institute, Oliver Muller, la música ayuda a la cohesión social a través de las emociones, creando comunidades afines. Por ejemplo, el autor habla de la invasión alemana de Polonia. Lo primero que hicieron con los músicos polacos fue apropiárselos como “alemanes” y hacer que tocaran y cantaran sus canciones. En Paris, después de la ocupación, el Gobierno alemán no hacía sonar marchas militares, sino a Wagner, que ya era conocido en Francia. “Al poner óperas de Wagner en los repertorios de las casas de conciertos durante la ocupación, los nazis usaban su música como un instrumento de la ocupación para pacificar amplios sectores de la población”.
Lo interesante de la música es que sirve como propaganda de un modo influyente, pero sin ser consciente de la música para absorber la instrucción, ya que induce normalmente sentimientos de placer. Es, como dice Elizabeth Whitcombe, un material didáctico muy eficaz como propaganda.
Corea del Norte y su uso de la música no es nada extraño, ya que es algo que se ha realizado, siempre, en todo el mundo. Por ejemplo, en la actualidad se habla de la influencia de los nasheed (tipo de música vocal musulmana que se suele cantar sin ningún tipo de instrumento porque según ellos el Corán prohíbe la música con instrumentos) como propaganda yihaidista.
(en el minuto 2.45 parece que digan mi apellido, por cierto 😉
Pero también lo hacían en el imperio japonés de principios del siglo XX y hasta la segunda guerra mundial, con las gunka, fuertemente alentadas tanto por el Ministerio de Información como por el Ministerio de Educación, con canciones como “explota la bomba”, por ejemplo. En China, Mao alentó la yang ban xi, ocho óperas y dos ballets destinados a servir como un medio cultural de la formación política. Mientras óperas tradicionales se basan en los ideales confucianos de la piedad filial y la armonía social, las óperas revolucionarias prefieren a idolatrar Mao Zedong y la regla del Partido Comunista.
La propaganda musical fue también una parte importante de la Hitlerjugend, o el movimiento de las Juventudes Hitlerianas, y muy especialmente el canto en grupo. La música fue vista como una manera de aumentar la cohesión y la lealtad al grupo, y los niños de las Juventudes Hitlerianas se les dio clases de música vocal e instrumental regulares como parte de su plan de estudios básico.
Más tarde, también fue usado por el Portugal de Salazar en sus colonias de Angola y Mozambique, con sus programas de radio musicales compuestos mayoritariamente por música de fados. Se pueden encontrar más ejemplos en Irlanda del Norte, Zimbawe, Camboya… en una constante mundial.
Y es que Moranbong no es nada especial ni nada nuevo. Pero todo lo que viene de Corea del Norte nos parece risible y extraño. En Europa y Estados Unidos, en cambio, todo esto se inventó hace siglos y se usó en todas las guerras como ayuda a la creación de comunidades afines y patrióticas, y se sigue haciendo. Y lo vemos lógico. A menudo vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro, ni en nuestro pasado.
Fuente: Blog de Xavier Peytibi