Por: Mario Riorda
Cambiemos llegó al poder y es difícil negar que uno de sus fuertes es la comunicación. Sin embargo, sea por medidas tomadas, estilos, escándalos o descoordinación de algunos de sus voceros, en estos días algo pareció resquebrajarse parcialmente esa percepción. Por ello, siempre es bueno preguntarse como evaluar la comunicación de un gobierno.
La comunicación gubernamental tiene un objetivo: aportar a la construcción del consenso. Si no hay consenso no es un problema comunicacional, es un problema eminentemente político. Queda claro que no toda comunicación es política pero en cambio toda política se presenta desde un formato comunicacional. Echarle la culpa a la comunicación es parte del negacionismo político que no se hace cargo de sus problemas, o bien, un acto de miopía que no entiende que la comunicación estratégica no disocia la comunicación de la política porque son actos indivisibles.
“La comunicación depende de un equipo que la gestione desde el marketing político”. FALSO. Un equipo organiza la comunicación. La gestiona en parte. Pero más del 60% de lo que es un “gobierno como un todo” lo comunica el líder o la líder eventual. Por ende, grandes estrategias de marketing no pueden desconocer las verdaderas políticas públicas ni a la agenda pública instalada. De igual manera, tampoco hay que confundir la buena oratoria o lo que suele llamarse “líderes mediáticos” con buena comunicación de gobierno. Así, dada las complejidades de la comunicación, me permito plantear 7 tips para evaluar a un gobierno como bueno en su acción comunicativa:
1°) Cuando entiende la gestión en un formato 360, es decir, atada a flujos comunicacionales multi-direccionales. ¿De modo simple? Asumir que no controla (ni puede controlar) toda la agenda y el rango de riesgo a la hora de comunicar no tiene límites, es decir, es de 360 grados.
2°) Cuando concibe que la convergencia de medios es una necesidad más que una oportunidad. Es el contexto en donde trabaja. No sólo porque sabe que a un mensaje hay que adaptarlo en la multiplicidad de formatos y medios, sino porque asume que las audiencias son migrantes. Ergo, todo menos parámetros estables para consumir contenidos por parte de la ciudadanía.
3°) Cuando promueve el avance hacia instancias de gobierno abierto. Transparencia colaborativa. Abrirse. Mostrarse. Generar confianza. Permitir utilidades desde terceros. Pero de verdad, no como anuncios snobistas.
4°) Cuando insta a nuevas acciones de fiscalización y rendición de cuentas ciudadanas. Cuando permite ser monitoreado, escrutado.
5°) Cuando gesta acciones de micro-segmentación, es decir, cuando cada acto comunicacional es “uno a uno” en la relación gobierno/ciudadano, pero más que ello, cuando cada comunicación es también un servicio. Diría que cuando comunica más que publicita.
6°) Cuando alienta instancias colaborativas participativas sobre políticas públicas. Es la humildad de romper por completo con el decisionismo encapsulado y descendente.
7°) Cuando asume la evolución de la complejidad a tiempo real. Cuando sabe que se requiere adaptación constante y colaborativa y lo que menos le preocupa es definir una burocracia rígida, llena de cargos.
La horizontalidad y la flexibilidad para gestionar son grandes desafíos para gobiernos que acarrean burocracias pensadas hace 30 años.
Fuente: Blog de Mario Riorda