La normalidad en comunicación política

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Por: Juan Andrés Segura

Karl Rove, jefe de gabinete de Bush, decía que un elector a la hora de elegir se pregunta si el líder es fuerte, si es de fiar y si  se preocupa como gente como yo. Esto último suele comunicarse enseñando a los líderes en labores cotidianas, como el deporte, cocinando, bailando o tomando un café en una terraza cualquiera.

Escribo este post a raíz de una foto que el otro día me llegó al Whatsapp (ese gran desaprovechado aun de la comunicación política) y luego vi en Twitter de Susana Díaz tomando una cerveza con su marido y su hijo en una terraza de Sevilla y en la que se decía algo así como “sin escoltas, una vecina más”.

susana díaz

Susana Díaz y familia.

Como digo, la normalidad, ser normal, ser uno o una más, vende bien en política. Pero vende bien siempre y cuando la sensación (esto va de emociones, al fin y al cabo) sea de que es creíble, no es impostado. Ojo a esto:

Rajoy, Cifuentes y Aguirre en BiciMad.

Probablemente, esto no funciona. Rajoy, Cifuentes y Esperanza Aguirre con bicis de BiciMad. No sé si pretenden hacer ver que lo usan o sólo que saben montar en bici, pero sea como sea, no es creíble (menos con ese séquito detrás).

Utilizar la normalidad es bueno si un candidato o candidata es normal. Si no lo es, mejor no finjan. Imaginen a Ángel Gabilondo, filósofo, doctor en metafísica y un tipo tranquilo viendo Sálvame o gritando en un partido de fútbol. Quizá ustedes y yo lo hagamos, a él no lo visualizo (y oye, quizá lo haga, no lo niego, pero no lo visualizo). Pues no le pongas a llamar a Sálvame a lo Pedro Sánchez o a comportarse como un hincha en el Bernabeu viendo al Madrid o en el Calderón viendo al Atleti. Aunque sus electores quizá lo hagan, a él le queda impostado.

Por eso cada candidato o candidata es un mundo en el que conviene sumergirse antes de afrontar una campaña. Para no hacer el ridículo y para que no haga el ridículo, básicamente.

Fuente: Blog de Juan Andrés Segura