Por: César Toledo
Algunos emblemas involuntarios pueden delatarnos cuando intentamos ocultar nuestra rabia o frustración.
Los gestos emblemáticos, como vimos en la anterior entrada, tienen un significado preciso, conocido por todos dentro de un grupo cultural determinado, aunque no siempre se ejecutan de forma consciente. En ocasiones se nos escapan de manera involuntaria, sobre todo cuando intentamos ocultar lo que realmente sentimos. Son los llamados “deslices” no verbales, que el psicólogo norteamericano Paul Ekman vincula directamente con el engaño.
Según explica Ekman en su libro “Cómo detectar mentiras” (Paidós, 2009), no todo el que miente comete estos deslices. Sin embargo, cuando se filtra uno de estos gestos el significado es inequívoco, por mucho que la persona se esfuerce en poner buena cara y utilizar amables palabras. Es la cualificada opinión de uno de los mejores expertos del mundo en el estudio científico del comportamiento no verbal, las emociones y la mentira.
Aunque los emblemas tienen un marcado componente cultural, uno de los más universales es la popular “peineta”, la versión abreviada del conocido corte de mangas. Este insulto es uno de los deslices emblemáticos más frecuentes, y no resulta complicado encontrarlo en personajes públicos que lo expresan sin querer.
Algo muy parecido ocurre con la señal de los cuernos. (Pudimos ver ambos gestos en el debate de las últimas elecciones europeas en España, como analizamos en su momento).
Quienes cometen estos “lapsus” gestuales son muy conscientes de la emoción que sienten en ese instante -con frecuencia rabia o frustración-, aunque en su esfuerzo cognitivo por disimular no se dan cuenta del gesto que están expresando. De hecho, en los experimentos realizados, los individuos niegan haber realizado el gesto cuando son advertidos, y suelen sorprenderse al observar posteriormente las imágenes.
El significado de los emblemas puede variar de una comunidad a otra, pero hay algunos muy conocidos en todo el planeta, como encogerse de hombros para decir “no lo sé”, o mover la cabeza para asentir o negar. Este último es otro de los deslices más habituales, cuando, por ejemplo, decimos que no mientras nuestro cabeceo asiente. La incongruencia entre el lenguaje verbal y el no verbal es uno de los indicios más fiables del engaño.
Según Paul Ekman, hay dos características que nos ayudan a reconocer el carácter involuntario de un emblema. La primera es que muchas veces se ejecuta de forma parcial. Por ejemplo, en el caso del encogimiento de hombros, puede ascender un solo hombro de manera muy fugaz, mientras intentamos mostrarnos seguros con nuestro discurso.
La segunda pista es que este tipo de desliz gestual suele realizarse fuera de la “zona de presentación”, la parte que queda fuera del campo visual de quien lo ejecuta. En cuanto a la inconsciencia, los experimentos realizados por Ekman sugieren que el destinatario del mensaje tampoco suele darse cuenta del mismo de manera consciente, aunque quizás en su interior algo le incomode sin saber de qué se trata. No olvidemos que la mayor parte de la comunicación no verbal se procesa inconscientemente