Por: Elena Barrios
A propósito de las elecciones norteamericanas que se celebrarán en apenas unos días, ha caído en mis manos una tesis doctoral que aborda un interesante planteamiento psicológico que podría aplicarse al incierto resultado del enfrentamiento electoral de Donald Trump y Hillary Clinton.
Según define la doctora por la Universidad de Alcalá Loreto Barrios en su tesis doctoral, el Efecto Estela se refiere al atractivo o magnetismo que desprenden algunos individuos con rasgos narcisistas que hace que las personas de su entorno los valoren muy positivamente a corto plazo pese a los aspectos negativos del individuo, precisamente como consecuencia de su narcisismo. Igualmente, establece en su tesis -que estudia el rechazo que los profesores de Proyectos de las Escuelas de Arquitectura generan entre parte del alumnado por su narcisismo- que el Efecto Venus es la tendencia mayoritariamente femenina de considerar a priori que la valoran menos de lo que lo realmente la valoran, dando por hecho que los demás también se valoran con esa prudencia e ignorando que hay muchas personas que se sobrevaloran, lo que trae como consecuencia que acepten ser infravaloradas.
Gráfico de la doctora Barrios sobre el Efecto Estela aplicado al alumno/profesor |
En este momento de final de la campaña de USA, en el que las encuestas a sólo tres días sitúan a Trump a sólo un punto de Hillary, este estudio resulta muy esclarecedor y oportuno. ¿Es el éxito de Trump una consecuencia del Efecto Estela que produce su personalidad estridente y provocadora? ¿Es posible que la candidata demócrata sea víctima de un Efecto Venus por su condición de ser mujer pese a ser la mejor preparada de la historia de su país para desempeñar ese cargo?
Que un personaje como Trump con una personalidad tan machista, populista e histriónica como la suya fuese capaz de llegar a ser candidato republicano a la presidencia de los EEUU, es ya en sí mismo algo sorprendente. Que, además, haya sido capaz de poner en dificultades la candidatura demócrata de Clinton -y está por ver si no podría incluso ganar las elecciones- resulta un fenómeno digno de estudiar.
Fuente imagen: eldesconcierto.cl |
Dice el consultor político argentino Mauricio Jaitt, que la campaña de Donal Trump responde a una brillante estrategia: la de diferenciarse de manera notable de su oponente. Frente al hecho de que Hillary haya nacido y crecido en el corazón mismo de dos grandes gestiones demócratas de ocho años cada una (la de Clinton y la de Obama), Trump no podía plantearse ser “un rival amable, con apego a las normas del fair play y defensor de los valores y la buena convivencia (…) La única alternativa posible es diferenciarme de manera rotunda, plantear propuestas duras que me ubiquen en las antípodas de mi rival, con ideas que duelan pero despierten la conciencia de los americanos ansiosos de algo distinto”. Y a todas luces, ha funcionado.
Si unimos la teoría del Efecto Estela de la doctora Barrios y la explicación de la estrategia de Jaitt obtendríamos a un candidato Trump enormemente provocador, más cercano al populismo y la política como espectáculo que como resultado de un estudiado planteamiento de Gobierno y administración racional. Un candidato consciente de su menor preparación pero osado en su planteamiento, que va más allá del no tener miedo: no sólo es consciente de sus enormes diferencias e inferioridad de partida con la oponente, sino que además está orgulloso de ellas. Un candidato al que dos días antes de un debate presidencial, The Washington Post le publica un vídeo en el que se vanagloria de manosear a las mujeres y que es capaz de anular ese tema en la campaña calificándolo como una conversación “de vestuario” entre hombres. ¿Es Trump el prototipo de personalidad narcisista que a pesar del rechazo que genera es capaz de crear un Efecto Estela en los demás y resultar atractivo a los votantes?
Por otra parte, la candidata Hillary Clinton, clara ganadora de la contienda muchos meses antes de que se celebraran las elecciones, ha ido viendo cómo su oponente recortaba las distancias. El balance de los debates presidenciales, en los que debería haberse puesto de manifiesto la pureza de la técnica y la preparación para el Gobierno desde la experiencia de ella frente a la fanfarronería, lo emocional y el discurso del miedo de él, no ha resultado ser una clara victoria para la demócrata. Incluso la propia Hillary ha reconocido en una reciente entrevista para The New Yorker, que el mensaje simplista y maniqueo de Trump ha sido más efectivo que la pedagogía de su discurso sobre la cuestión económica.
Si tenemos en cuenta la teoría de la doctora Barrios del Efecto Venus, podríamos decir que en la candidata demócrata se ha interpretado de alguna manera cierta inseguridad frente a su oponente -que no tiene por qué ser real-, sobre todo a partir del momento en el que la defensa de Trump ante sus “conversaciones de vestuario” (sic) se basara en los ataques que la Clinton realizara a las mujeres que en el pasado acusaron a su marido de abusar de ellas. Unido a un montón de factores más (el hastío de la sociedad americana de la clase política o la facilidad del discurso maniqueísta de Trump que reconoce Hillary entre ellos), habrían acabado de hacer mella en la moral, la popularidad y las encuestas de la demócrata frente a un más que auto sobrevalorado candidato republicano que podría llegar a arrebatarle la presidencia de los Estados Unidos.
¿Es Trump una consecuencia de un Efecto Estela sobre el electorado? ¿Ha sido Hillary víctima en algún momento de un perverso Efecto Venus frente al machista de su oponente? Serán respuestas que merecerá la pena estudiar más despacio, sin duda, a la luz del resultado de las elecciones. Pero me gustaría ir más allá. ¿Será la psicología de las emociones una importante asignatura a tener en cuenta en los equipos de campaña de demostrarse que algo así hubiera podido ocurrir en las elecciones norteamericanas? ¿Tenemos en España algún caso de políticos que generen Efecto Estela o Efecto Venus? …Muy pronto, las respuestas.
Fuente: Blog de Elena Barrios