Por: Laura Carnicero
El próximo 23 de abril tendrá lugar la primera ronda de las elecciones en Francia y, si ninguno de los candidatos (como es previsible) consigue más del 50% de los votos, los franceses serán llamados a las urnas de nuevo para la segunda vuelta el 7 de mayo, donde deberán elegir a uno de los dos candidatos que hayan obtenido mejores resultados en la primera ronda.
A menos de tres meses para la cita electoral, todos los partidos han elegido ya a sus candidatos (en el caso del Partido Socialista y de Los Republicanos, por primarias) y la campaña está lanzada para elegir al undécimo presidente de la República Francesa dentro de la V República. Estas son las candidaturas, por orden de mayor a menor intención de voto en las encuestas:
Después del triunfo del Brexit en Reino Unido y de Donald Trump en EE UU, en la Unión Europea se presta especial atención a esta cita electoral. La extrema derecha y euroescéptica de Marine Le Pen (Frente Nacional) se mantiene como la primera fuerza con una intención de voto de en torno al 25% en la primera ronda (en distintas encuestas, tanto la elaborada a finales de enero por parte de Kantar Sofres-One Point para RTL, Le Figaro y LCI, como el barómetro CEVIPOF, el sondeo que reúne la opinión de 16.000 encuestados, elaborado por la facultad de Sciences Po en Paris a principios de año).
En plena guerra contra el yihadismo, Marine Le Pen aprovecha el miedo ciudadano para insuflar la desconfianza al diferente y alertar del “peligro” de las puertas abiertas.
La hija del fundador del partido ha capitalizado el malestar con el Ejecutivo del socialista François Hollande, el presidente de la República que tiene la peor valoración ciudadana de la historia (2,8 de media, y más de un 60% de los encuestados insatisfechos con su gestión). Marine Le Pen se presenta como la voz de pueblo francés (de hecho, lo deja claro su slogan ´Au nom du peuple`, En nombre del pueblo), y su popularidad no ha dejado de crecer a pesar de las críticas por representar a la derecha más extrema de Europa. Con un discurso populista (que se vende como la voz de las clases populares frente a la de los políticos, la “casta” les llega a llamar, que solo miran por su interés y el de las grandes empresas), aboga por la salida de Francia de la Unión Europea, el cierre de fronteras a musulmanes y extranjeros y una política económica basada en la relocalización de las empresas francesas y la atención, en primer lugar, a las necesidades de los locales. En esta línea, defiende que ya no hay “ni derecha ni izquierda, que esta es una ruptura artificial, y que el cleavage de hoy es entre los patriotas y los mundialistas.” En plena guerra contra el yihadismo, Marine Le Pen aprovecha el miedo ciudadano para insuflar la desconfianza al diferente y alertar del “peligro” de las puertas abiertas.
Hay un par de acontecimientos que pueden darle alas o mermar su empuje. Por un lado, el Parlamento Europeo pagará este mes a Le Pen la mitad de su sueldo por la supuesta malversación de 340.000 euros de los fondos que recibió en su condición de eurodiputada (Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2949297/0/marine-le-pen-eurocamara-parlamento-europeo-embarga-sueldo-mitad-malversacion/#xtor=AD-15&xts=467263 ).
Por el otro lado, el escándalo que rodea a François Fillon, el candidato de la derecha que se impuso en las primarias de Les Republicains (desbancando ya en la primera ronda a Nicolas Sarkozy y en la segunda, al popular alcalde de Burdeos, Alain Juppé) puede beneficiar a la extrema derecha.
Hasta que el semanario Le Canard Enchainé publicara que el candidato Fillon habría pagado a su mujer, Penelope Fillon, al menos 300.000 euros por trabajos que nunca realizó (http://www.lecanardenchaine.fr/la-une-du-1er-fevrier-2017/) Fillon era el segundo en intención de voto y el candidato al que se veía con más opciones de llegar al Elíseo de enfrentarse en una segunda ronda con Le Pen. De corte conservador y liberal, representa a la derecha más tradicional y religiosa francesa. Pero a pesar de su discurso duro, que hablaba incluso de suprimir medio millón de funcionarios y aumentar la jornada laboral a 48 horas semanales, era el candidato al que se veía con más opciones tras el desencanto socialista. Ahora, con varias investigaciones judiciales abiertas (que hablan de un fraude de hasta 900.000 euros) y su reacción al señalar que todas estas informaciones responden a un “golpe de Estado montado por la izquierda”, muchos incluso dentro del propio partido afirman que debería dar un paso al lado y elegir un nuevo candidato (http://www.bfmtv.com/politique/affaire-fillon-les-republicains-partages-entre-solidarite-et-doutes-1095232.html). No hay sido el caso, por el momento.
Entre el espectro de la derecha y la izquierda, en el ala más liberal del socialismo, se ha colocado Emmanuel Macron, exministro de Economía con Hollande que antes de dar el salto a la política trabajó en el sector bancario. Tras dimitir como ministro del actual presidente, creó el movimiento `En marcha´, con el que está recorriendo Francia con entusiastas discursos y propuestas marcadamente europeístas que han conseguido llenar sus últimos mítines (la semana pasada reunió a unas 10.000 personas en el palacio de los deportes de Gerland, en Lyon). Su perfil —joven y con formación en el extranjero— le acerca a una parte del electorado que no se siente atraído por los anteriores, pero que tiene también ideas más bien liberales. Macron ha dejado claro que su proyecto y el del candidato socialista, Benoit Hamon, no tienen nada que ver. Mientras que el primero representa la derecha de la izquierda, Hamon es el candidato de la izquierda del PS.
Sin embargo, el líder de En Marcha tampoco ha desvelado las grandes líneas de su programa (ha hablado de contratar a 10.000 policías más y de liberalizar el mercado de trabajo mejorando las condiciones de contratación para las empresas). En estas semanas de precampaña se centra en lanzar mensajes potentes y construir su liderazgo, aprovechando el impulso de la novedad de su partido (En marcha), que hace que sea un valor en alza en las encuestas. No en vano, ha mejorado todos los registros de la ola de diciembre a enero del Cevipof y es el candidato que tiene una mejor imagen entre los franceses, con un 4,2. Los últimos sondeos —una vez destapado el caso Fillon— le sitúan como segundo en intención de voto, solo por detrás de Marine Le Pen, y acortando distancias.
Benoit Hamon, el candidato del PS, rompió todos los esquemas al ganar las primarias del partido. Es el político que representa la izquierda de los socialistas, y que rompe de este modo la política seguida por Hollande y Valls (que ni siquiera pasó a la segunda ronda de las primarias). Con su respaldo, los socialistas franceses han mostrado que prefieren un PS que lidere la izquierda de los derechos sociales que un partido que mire a la derecha para hacer frente a la crisis económica con respuestas neoliberales. Pero el propio presidente Hollande no le ha dado su apoyo, hasta el momento. Según el Cevipof de enero, los resultados del PS empeorarían con Hamon como candidato. De hecho, según este sondeo, el apoyo al candidato es mayor entre los simpatizantes de Los Verdes y otros grupos de izquierda que entre los tradicionales votantes del PS. Es por eso, quizá, que una de las primeras propuestas después de su elección haya sido la de hacer un frente común de izquierdas que involucre a partidos pequeños, como Los Verdes, o incluso al movimiento Francia insumisa capitaneado Jean-Luc Mélenchon. Entre sus principales propuestas programáticas destaca la puesta en marcha de una renta universal o retirar la Ley de Trabajo tan criticada en esta legislatura y puesta en marcha por los propios socialistas. Los últimos sondeos le otorgan entre un 14% y un 18% de la intención de voto.
Jean-Luc Mélenchon es el candidato de Francia insumisa, un movimiento creado por este veterano político de izquierdas que ha decidido abandonar los posicionamientos de la política tradicional, tras formar parte del PS hasta 2008, crear después el partido de izquierda (PG) y formar parte del Frente de izquierdas hasta febrero de 2016. Con entre el 11% y el 14% de intención de voto, uno de los problemas de este político de extrema izquierda es que cerca del 40% del electorado no le votaría jamás y se le percibe como una alternativa extremista.
Mélenchon aboga por un cambio de modelo productivo, por la recuperación de los derechos sociales e incide en sus discursos en la creciente desigualdad que “acumula la riqueza en unos pocos mientras la mayoría cada vez es más pobre” (https://www.youtube.com/watch?v=3JG3dL4TsH0). Asimismo, utiliza también la palabra casta en sus discursos para referirse a los políticos tradicionales, como hace Le Pen y como utilizara en su día Podemos en España. Del mismo modo que el partido liderado por Iglesias a este lado de los Pirineos, la Francia insumisa de Melenchon aboga por crear una asamblea reconstituyente, en la que los ciudadanos franceses ganen poder de decisión frente a los partidos y polacos tradicionales.
Fuente: Politizen