Por: Carolina Albán
La naturaleza propia de la mujer, le faculta cumplir mayores retos para poder manifestarse en el proceso evolutivo dentro de una sociedad, donde sus cualidades son una gran ventaja para forjarse como una líder que combina sus potencialidades y su intuición femenina para llegar al éxito.
Construir a la mujer como una líder política, es un reto constante que ha permitido utilizar sus fortalezas – propias de la mujer – para destacarla dentro de las diversas funciones gubernamentales, manejando, apropiadamente, sus habilidades y aptitudes para, de esta manera, transformarla en una líder confiable y ganar partido frente al liderazgo del género masculino, que hasta hoy, sigue siendo la estadística más pronunciada en la vida política del mundo actual.
Es evidente que con el paso de los tiempos, la presencia del género femenino aún no encuentra una paridad respecto a las funciones que por determinación sociológica han sido manejabas por el hombre, obstaculizando, aún más, la presencia de la mujer no solo en cargos de representación política, sino también, en cargos directivos de la empresa privada.
Esto constituye un claro problema para la democracia y el progreso incluyente que, en la actualidad, estamos enfrentando en varias regiones del mundo, donde la mujer por voluntad propia ha transformado sus intereses y su vida profesional para forjarse dentro del estrado político, social y cultural como una superwoman.
Desde que Shaevitz introdujera en los años 80 el término de superwoman, el estereotipo se ha ido rediseñando en paralelo al avance de la humanidad. Actualmente, el término superwoman, continúa manejándose como definición de una mujer “fantástica” que parece tener superpoderes: trabaja dentro y fuera del hogar, es madre ejemplar y, se mantiene en plena forma física, emocional e intelectual. Para el siglo XXI, esta superwoman se muestra más fuerte, competitiva y segura para desarrollarse y liderar dentro de organizaciones públicas y privadas.
Cuando nos referimos a estas mujeres “superpoderosas” y a todas aquellas que se desempeñan actualmente en cargos parlamentarios, públicos y privados, se puede destacar que su militancia doméstica fue la guía para la construcción de su imagen, ideología y discurso; formados por su carácter y su posición de empoderamiento, que fueron herramientas con las que pelearon a diario por sus derechos para eliminar la concepción que hasta hoy predomina de que la política es solo “cosa de hombres”.
En la actualidad, tras la progresiva participación de la mujer en el campo político, es indispensable construir mujeres y líderes que aprovechen sus dotes de género; desde la capacidad de resolver diferentes temas a la vez, hasta la implementación de políticas públicas que generen valor agregado a sus naciones.
Las mujeres tienen ese llamado “sexto sentido” con el que, en gran mayoría, pueden descifrar aquellos detalles que para el género masculino pueden resultar imposibles. Estos aspectos generarían un liderazgo fortalecido en la intuición, el profesionalismo responsabilidad para estar al mando de cualquier nación que se le designe.
Sin lugar a dudas, las mujeres están ganando terreno en puestos de liderazgo y en diversas estructuras de representación, conquistando la mentalidad de sus pueblos y tomando las riendas de las situaciones más decisivas y cercanas para la transformación y evolución de las democracias igualitarias y participativas, pero es indispensable fortalecer las características de este género para generar mayor presencia en las listas de gobernantes del mundo moderno.
Fuente: Política Comunicada