Por: Ivanna Torrico
Nuestros cerebros están capacitados y programados para evaluar en fracciones de segundos a una persona y etiquetarla dentro de nuestros parámetros, ubicándola dentro de nuestro sistema de confiabilidad o no.
Aunque por lo general pensamos que votamos por la opción más adecuada y la realizamos basándonos en razones objetivas y lógicas. Creemos que votamos lo que racionalmente consideramos como apropiado para nuestra sociedad y nos da la impresión de que los que no votan lo que nosotros votamos están equivocados, manipulados o se dejan llevar por corrientes de opinión, en pocas palabras, que no tienen un buen criterio.
Pero en los procesos de decisión del voto hay muchas cosas en juego. Llegado el momento de elegir, existen varios factores que no siempre son racionales.
La resonancia magnética funcional, los escáneres y los diversos métodos que desnudan al cerebro le dan acceso por primera vez a estrategas de campañas electorales y políticos a aquella caja negra por milenios vedada; aquella verdadera tierra incógnita que desearon siempre conocer e invadir para afinar y garantizar el éxito de sus estrategias y pretensiones, el cerebro del votante, el interior de esa masa gelatinosa y colmada de cien mil millones de neuronas en la que se decide también el voto, está condicionado por los prejuicios, el dogmatismo y el fanatismo que todos tenemos, aunque no siempre somos conscientes de ello y nos cueste admitirlo.
¿Qué motiva a una persona a votar por determinado candidato, a votar en blanco o hasta burlarse de los políticos en la papeleta electoral? ¿Hay un cerebro “de izquierda” y un cerebro “de derecha”? ¿Qué ocurre en el oscuro laberinto del cerebro durante una campaña electoral? Lo que menos hay, afirman muchos investigadores, es frialdad.
Hace tiempo que quedó derrumbada la teoría de la elección racional, los últimos estudios revelan que no votamos teniendo en cuenta los hechos concretos. Más bien, votamos desde nuestros valores, estrechamente ligados a las emociones.
“La toma de decisiones no es un proceso lógico ni computacional. Está guiada por lo emotivo, señala el neurocientífico Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) que, junto con la consultora Stark Labs, organizó recientemente la conferencia internacional “El cerebro político”.
Vivimos tomando decisiones. La vida es eso, elegir, no procesamos los pros y los contras de cada elección. La toma de decisiones es automática, inconsciente en la mayoría de los casos y está guiada por la emoción. El voto político no escapa a esta lógica.
Factores como la negatividad, la percepción, el miedo, ira, están inmersos en nosotros y juegan un papel importante durante las campañas electorales y al momento de votar.
En México, por ejemplo, pronto se celebrarán elecciones y ahora se vive una intensa campaña electoral, el estratega español Antonio Sola, afirma que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganará porque sabe capitalizar la ira que padece la sociedad en ese país.
Muchos estudios de Neuromarketing electoral han demostrado que el ser humano no vota con la razón, sino con la emoción y los sentimientos como apoyan también otros expertos en neuromarketing político Francisco Misiego y Victor Lamme.
A la hora de buscar las raíces cerebrales de la política no es de extrañar que los neurocientíficos sociales apunten a los lóbulos frontales, aquella región a la que el gran neuropsicólogo ruso Alexandr Luria definió hace varias décadas como el “órgano de la civilización”: ahí donde radica la esencia de un individuo, el núcleo de la personalidad, los impulsos y las ambiciones.
Los pensamientos provocan sentimientos, a su vez, la intensidad de éstos, determinan la valoración de aquéllos. Así, las emociones hostiles que nos conectan con un candidato que no apoyamos, nos inducen a imágenes e ideas negativas del mismo, y viceversa.
Lo más importante en esta cuestión es advertir que el votante no es el dueño infalible y absoluto de su voto, que existen técnicas para ganar voluntades electorales a través de instrumentos que tienen que ver con el lado no consciente del ser humano, y que, si nos mostramos absolutamente ignorantes de ello, agrandaremos las áreas manipulables de nuestro cerebro en desmedro de aquéllas que tienen que ver con la voluntad racional.
Quienes se conectan mejor con el lectorado como Macron, Lula da Silva, Chávez, etc. tienen mejores posibilidades de ganar, ojo que aquí, no estamos hablando ni a favor, ni en contra de ninguno de estos políticos, simplemente queremos hacer notar, que no es una casualidad que hayan logrado llegar a la presidencia.
Como dice el especialista Daniel Eskibel, se ganan o se pierden elecciones en el cerebro del votante.
Fuente: Blog Política Comunicada