Por: Jamer Chica
El 27 de Mayo de 2018 quedará grabado en las memorias de la historia política colombiana, no solo por ser la fecha en la que se llevó a cabo la elección presidencial en primera vuelta, sino por haberse marcado “el principio del fin” para un sector político que gobernaba a sus anchas, que se enseñó al mejor estilo de las monarquías medievales a cenar a manteles derrochando grandes sumas del presupuesto, comprometiendo a la nación en una deuda externa que se duplicó en los últimos ocho años, con una clase política partidista salpicada por escándalos de corrupción y con un gobierno que compraba cuanta conciencia burocrática se le atravesaba con el fin de satisfacer sus propios intereses, mientras que la realidad y las necesidades básicas de millones de colombianos seguían sin tener soluciones de fondo.
Fueron ocho años en los que la clase política denominada “unidad nacional” compuesta por un clan de partidos se dedicó a gobernar en contra de la opinión pública y de los intereses de los colombianos de a pie, lo que a la postre generó que el actual mandatario no sobrepasara el 15% de favorabilidad con una imagen cada vez más desgastada y rechazada por la ciudadanía. Ahora bien, en el epílogo de la elección presidencial saltaron a la arena electoral un séquito de candidatos que representaban los diversos sectores, entre los cuales hicieron presencia aquellos que contaban con el guiño del “monarca del palacio de Nariño”, toda vez que coadyuvaron a gobernar desde diferentes carteras ministeriales e incluso desde la vicepresidencia.
Uno a uno cada candidato se expuso al filtro del ojo ciudadano y a la clasificación o etiqueta que la opinión pública le otorgaba en cada debate. Así surgió una baraja de cinco cartas que aspiraban a convertirse en el único inquilino que gobernara desde el palacio presidencial, Juan Manuel Santos, el actual mandatario jugaba con dos de esas cinco cartas, el “as” era su exministro y ex vicepresidente, Germán Vargas Lleras, quien heredó la mal llamada “maquinaria partidista” compuesta por los caciques y barones electorales de todas las regiones territoriales enseñados a manipular a los electores valiéndose de diferentes tácticas; el otro aspirante era Humberto de la Calle, el ex jefe negociador del acuerdo con las FARC, un proceso que había sido derrotado en las urnas a través de un plebiscito, pero que luego fue refrendado por un Congreso dominado por los hilos del Gobierno.
Ahora bien, las otras tres opciones recogían las voces de un amplio sector ciudadano inconforme, hacia la izquierda se encontraba Gustavo Petro, un exguerrillero del M19 que había sido Alcalde de Bogotá y a quien no le fue tan bien administrando la capital colombiana pero que representaba todos los sectores radicales de izquierda entre ellos estudiantes, sindicatos y los excombatientes de las Farc; un poco más hacia el centro se encontraba el Ex Gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo a quien le costó trabajo definirse políticamente, toda vez que su candidatura comenzó apoyada por un sector de estudiantes, grupos empresariales y diversos gremios industriales, llegando posteriormente un sector de la izquierda representada por el POLO; y por último se encontraba Iván Duque, el candidato del uribismo y de un sector del partido Conservador, enemigos naturales del Gobierno. Todos tenían un común denominador, eran antigobiernistas y contaban con el voto del 87% del electorado que se denominaba “anti-establishment”.
Al comenzar las mediciones, las firmas encuestadoras comenzaron a coincidir con los mismos resultados, en los tres primeros lugares siempre estuvieron Fajardo, Petro y Duque; las ultimas ubicaciones estaban reservadas para los candidatos gobiernistas Germán Vargas Lleras seguido por Humberto de la Calle, algo que causó incomodidad en las campañas frente a lo cual incluso se llegó a pensar que las encuestas estaban siendo manipuladas. No obstante, la lectura no era otra que, el rechazo y la apatía que generaban los candidatos que representaban al Gobierno como una constante a la que nada o poco de importancia le prestaron los asesores de dichas campañas.
Hoy, un día después de la elección en primera vuelta la realidad muestra que el país se movió tal y como indicaban las encuestas, los electores anti-gobierno que son la gran mayoría consignaron en las urnas su preferencia por aquellos candidatos que no tenían nexos con el actual presidente, Iván Duque, Gustavo Petro y Sergio Fajardo; Germán Vargas Lleras – quien fuese Ministro y Vice-Presidente de Santos – y Humberto de la Calle – Asesor del Gobierno en el proceso de paz con la guerrilla de las FARC, se ubicaron respectivamente en el cuarto y quinto lugar con una votación que no superó los dos millones de votos.
Mucho se puede hablar de lo que se pudo hacer y no se hizo, de los errores que se pudieron evitar en cada campaña, cada quien tendrá un análisis para compartir, tal vez la situación hubiese sido diferente para Vargas Lleras si se hubiese desmarcado a tiempo del Gobierno de Santos, si no hubiera sido parte del problema que ahora pretendía solucionar, si no hubiera aceptado la ayuda de los partidos más cuestionados, si hubiese sido un poco más cordial y carismático con el elector, si no hubiese dado coscorrones ni empujones, de todas maneras, los colombianos le cobraron por ventanilla electoralmente al presidente Juan Manuel Santos y a los partidos que lo acompañaron, quienes fueron los grandes perdedores de la contienda.
Ahora bien, la otra cara de la moneda muestra como ganadores a las encuestas que acertaron en sus pronósticos y al señor Álvaro Uribe Velez, quien estará en los anaqueles de la historia como uno de los grandes electoreros de Colombia, quedaran muchas enseñanzas para todos los partícipes de este proceso, entre mis principales conclusiones están:
1. La maquinaria o estructura partidista no funcionó gracias al rechazo que la gente siente por todo lo que tenga la etiqueta “Gobierno”.
2. Los resultados de una encuesta pueden estar errados, pero cuando existen varias firmas encuestadoras con la misma voz pueden marcar una tendencia probabilística.
3. No siempre gana la campaña que más dinero invierte, ni quien más asesores contrate.
4. La votación NUNCA será endosable a otra elección ni a otro candidato.
5. Los candidatos que tienen nexos con un gobierno impopular, tendrán el doble de trabajo que los demás para ganar la aceptación del elector.
6.Plazas llenas no siempre serán urnas llenas, y por último,
7. En política 1+1 no siempre será 2.
Por esta razón, ningún candidato podrá endosar para la segunda vuelta su votación, ya que es cada elector quien actúa en la urna de una manera autónoma en virtud de sus afinidades políticas.
Fuente: Blog de Jamer Chica