Por: Melvin Peña
El libro de moda entre los progresistas del mundo, “Fuego y cenizas: éxito y fracaso en la política”, cuenta las memorias de un outsider que deja su cátedra de derecho y política en Harvard para regresar a Canadá con la misión de rescatar el Partido Liberal, que iba en picado, y de convertirse en primer ministro, después de haber pasado la mayor parte de su vida viviendo en Estados Unidos y en el Reino Unido.
Es el intelectual y escritor canadiense Michael Ignatieff, el más outsider de los outsiders, como se autocalifica, quien un día es visitado en Estados Unidos por tres comisionados canadienses, para proponerle así, de sopetón, la misión imposible.
Ignatieff acepta, prepara las maletas, regresa a su país de origen y les propone a sus conciudadanos la narrativa del hijo pródigo, él, el que regresa a darlo todo para construir un mejor país. A partir de ese momento, quien había pasado la vida enseñando política en Harvard empieza a aprender política de verdad, y, de paso, se va enterando que no se aprende la real politik en libros ni en cabeza ajena. Para aprender, hay que lanzarse de cabeza a la piscina, acudir a “el llamado”.
Que para hacer política y ser exitoso, aprende y nos enseña Ignatieff, es necesario perder la virginidad. Que decir la verdad o las cosas como el político las piensa es un costo que a veces no se puede pagar, si se quiere llegar al poder para motorizar transformaciones sociales trascendentes.
Que llegar al poder no significa necesariamente llegar a ser el primer mandatario de una nación. El poder también se ejerce desde la oposición, y convertirse en parlamentario y líder de la oposición fue lo más lejos que llegó Ignatieff en su paso de cinco años por la política canadiense.
Fueron cinco años de pura candela. Luego vinieron las cenizas: el fracaso, el declive, la perdida de las elecciones a primer ministro de una manera brutal. Una barrida sin precedentes en la historia del Partido Liberal de Canadá, que le hizo perder incluso su lugar de Oposición Oficial, y lo arrojó a un lejano tercer lugar, detrás de los conservadores y de El Nuevo Partido Democrático.
Ignatieff entonces renunció a su puesto como líder del Partido, totalmente desalentado. Triste, abandonó la Casa del Líder de la Oposición, como un hombre desempleado, abatido por soledad del poder y por el reto de reinsertarse en la vida productiva después de ser la segunda figura política de su país.
Afortunadamente, aun le sobraba prestigio intelectual y por intermediación de algún relacionado el ex profesor de Harvard consiguió una posición como profesor residente para enseñar leyes y ciencias políticas en la Universidad de Toronto.
15 lecciones que aprendí con Ignatieff
Entre el “fuego” y las “cenizas”, hay un mundo de lecciones compartidas por el autor, sin amarguras y todavía con ilusión. Las listo a seguidas, de memoria y sin ningún rigor, para incluir solo las que sedimentaron en mi cabeza:
1. Que el primer reto de un político es poder contestar a la pregunta: “¿Por qué quieres llegar a ser _______?” (coloque en la raya el puesto al que aspire).
2. Que la labor esencial de un político es definir su narrativa, controlarla y tratar de imponerla. Es lo único puede controlar, dice Ignatieff, pero, por lo que él mismo cuenta, ni siquiera sobre eso puede garantizar nada. (De hecho, se impuso la narrativa del contrario: “Ignatieff está en Canadá solo de paso”).
3. Todo lo demás es incontrolable, depende de la diosa Fortuna, “los acontecimientos, my dear, los acontecimientos”.
4. El timing es otro de los elementos que está en el campo de acción de los políticos, el sentido de oportunidad, para no precipitarse o para que no se le pase el momento oportuno de actuar.
5. Los políticos exitosos son como los yudokas: vencen al adversario con su propia fuerza. Las debilidades del contrario se encargan solas de hacer su tarea.
6. Que la perseverancia es la clave de la política, la perseverancia, my dear, la perseverancia.
7. Tienes que demostrar ambición de poder, que llegaste para ganar y quieres ganar y que te lo estás tomando en serio.
8. Que la política es física, como el deporte, literalmente, que hay que sudar la camiseta.
9. No vale que los medios te pongan atención, si en la distancia corta no conectas con la gente. Si cuando llegas a una provincia, no conoces la problemática local, olvídate de sumar adeptos.
10. Que la política es pre internet. No hay otra manera, en el fondo, aunque Internet haya introducido cambios en la forma.
11. Que la política y los políticos son importantes, imprescindibles, porque son los componedores de un revoltijo de intereses sociales en conflicto. Alguien tiene que dedicarse al trabajo de concertar.
12. Que no debes convertir a los adversarios en enemigos, porque en algún momento los vas a necesitar.
13. Que cuando las cosas salen mal, no vale quejarte ni ofrecer explicaciones: la gente no te escuchará.
14. Qué los políticos son siempre artificiales. Por más natural que luzcan, algo de artificialidad siempre hay en sus acciones…pero deben lucir siempre naturales, porque si no, no vale.
15. Que la política te lleva a rincones geográficos y de tu interior a la que no habrías llegado jamás si no fuera por ella.
Fuente: Blog de Melvin Peña