Por Aldo Jofré Osorio
Existe dentro del presupuesto brasileño un fondo especial destinado a los diputados electos por primera vez. Este recurso tiene como objetivo cubrir los costos de la mudanza del parlamentar desde la ciudad donde viven a Brasilia, la capital política del país. Este fondo es fijo, es el mismo monto si el traslado se hace desde una ciudad vecina a la capital o desde una más lejana. Sin embargo, para el diputado electo con más de 54 mil votos, Luis Miranda, no fue suficiente para cubrir los costos de su mudanza, que tuvo que hacerla desde Miami, EUA.
Luis es un empresario brasileño, de 38 años, que el 2014 se fue a vivir a los Estados Unidos, desde donde comenzó también su carrera como youtuber. A través de sus videos mostraba su postura política comparando Brasil con el país del norte. Con sus más de 730 mil seguidores en YouTube se propuso disputar una vaga para el congreso. Si bien, Miranda tuvo que estar en Brasil para algunos eventos protocolares, el fuerte de su campaña la hizo desde otro país utilizando las redes sociales.
Desde la crisis del 2009 ha venido tomando forma un creciente envolvimiento del ciudadano con la política. Pero de una manera distinta a las generaciones anteriores, ya no son las plazas o las fábricas donde se desarrolla el debate sobre las cuestiones públicas. Estas fueron reemplazadas por los ambientes digitales.
Las plataformas, desde donde se interactúa en estos ambientes digitales, funcionan sobre la lógica de un algoritmo matemático que define el crecimiento de la red. Parece difícil de entender, ¿cierto? Bueno, para ponerlo más claro, imaginemos que nuestros perfiles en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube son animalitos y que para crecer saludables y fuertes necesitan alimentarse. El alimento son los “likes”, comentarios, emojis, etc. Este debe llegar en forma de comidas – desayuno, almuerzo, merienda y cena –, espaciadas en tiempo para ser saludable.
De esta manera los ambientes digitales son como un lugar lleno de perritos tiernos moviendo el rabo, pidiendo comida. Esto se traduce en un flujo masivo y constante de contenido. Mientras usted está leyendo este articulo seguramente recibió ya un par de notificaciones en diferentes plataformas.
Esta hiperconectividad hace que cada vez sea complejo cautivar la atención de las personas. Imagínense entonces como será de difícil la cosa para los partidos políticos tradicionales, que están tan desprestigiados.
Las últimas elecciones en América Latina muestran un castigo del electorado a los partidos tradicionales. De continuar esta situación, instituciones cargadas de historia, algunas centenarias, serán reducidas a su mínima expresión. Es una necesidad imperante, incluso por el bien de la democracia, que los partidos se renueven. Pero, ¿cómo se hace?
La clave es: humanizarlos
Dentro de este inmenso océano de millones de individuos que están conectados entre sí, intercambiando frenéticamente contenido, hay algo en común, todos reaccionamos de la misma forma a las historias humanas. Nuestro cerebro emana dos hormonas, que son la clave de nuestra supervivencia como especie, la oxitócina y la dopamina, ambas relacionadas al placer. Es como si cada vez que nos conectamos con la historia de otra persona, generando empatía, nuestro cerebro nos retribuye haciéndonos felices.
Bajo esta premisa se pueden salvar los partidos políticos tradicionales. Lo primero es entender que los proyectos políticos, plataformas electorales o incluso las ideologías son historias y deben ser contadas como tal. A la gente no le interesan los datos, las personas se interesan por historias y de preferencia las que son humanas. Un ejemplo simple es ver como aumenta la empatía cuando se reemplaza el termino “tasa de desempleo” por “desempleados” o “cuerpo docente” por “profesores”.
Otra urgencia, a la hora de comunicar, es la de hacerlo con claridad. Al momento de debatir sobre situaciones complejas es fundamental hacerlo con un lenguaje simple, cosa que un niño sea capaz de entenderlo. Por ejemplo, veamos el caso del libro best seller en ventas, con más de 10 millones de copias, traducido a 40 idiomas, La Breve historia del Tiempo de Stephen Hawking, trata de los temas más complejo del mundo, de abstracciones científicas como hoyos negros, átomos, reglas de la física, cosas que nunca nadie vio, o por lo menos nadie que esté leyendo este artículo. Sin embargo, consiguió llegar a muchísimas personas porque es simple al momento de tratar estos asuntos.
Siempre son bienvenidos los recursos visuales a la hora de comunicar, explicar los temas complejos a través de analogías y metáforas. Por ejemplo, en vez de decir que fueron cientos de miles los manifestantes es mucho más impactante retratarlos como un océano que inundo la ciudad o un gigante que despertó. Los ejemplos y las comparaciones también son tremendamente útiles.
Otro punto clave: seamos humildes. No debe haber cosa más desagradable que compartir la mesa de un bar con una persona arrogante, que se las sabe todas, que solo habla de él, rápidamente se pierde el interés, no hay empatía. Es mucho más agradable involucrarse con alguien que es como uno, que escucha, que cuando tiene aciertos los celebra, porque son momentos especiales y que cuando comente errores, los asume. Y si le agregamos una cuota de humor la empatía se puede transformar en amistad. ¿A caso no es a esto a lo que debe aspirar un partido?
Sin olvidarse nunca del optimismo, a todos nos gustan los finales felices, nos gusta nuestro país, las cosas simples, las cosas populares que nos hacen ser quienes somos. Siempre tener el foco en que nuestro país, a pesar de todo, es bueno y va, con nuestro aporte desde la política, quedar mejor.
¿Y las redes sociales?
Fueron estas las que redefinieron al ciudadano, basta un comentario sobre política en la timeline para transformarse en un activista digital, basta un trending topic para acabar con el mandato de un gobernante o una convocatoria por Twiter para hacer una revolución. Este avance tecnológico acabó redefiniendo a la propia democracia, incluso desde su sentido más social, el de masificar algo. Las redes sociales acabaron democratizando la democracia. Entonces, sobre estos nuevos paradigmas es totalmente infructuoso, como dice el dicho: llenar ordes viejas con vinos nuevos, utilizar las redes sociales con política vieja.
Las redes sociales son un reflejo del individuo, al acceder a ellas a través del mismo aparato por el cual me tiro una selfi con mi perro o grabo un video de mis vacaciones, acaban mezclándose los contenidos. El activismo digital tiene como principal característica la espontaneidad, es como si mientras más yo sea, para hablar sobre cualquier cosa, mejor, más likes voy a tener.
De esta manera los partidos tradicionales van a tener éxito en la medida que sean permeables a las personas, que tengan la capacidad de generar empatía, en definitiva, cuando sean más humanos.
Fuente: Blog Ramón & Cía.