Por Ivanna Torrico
Zigmunt Bauman, el famoso sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío afirma que hoy vivimos una modernidad líquida con marcos de referencia débiles o inexistentes que genera inseguridades.
Tenemos la información que queremos a un solo golpe de clic, conocemos gente de todas partes del mundo, nos encantamos y desencantamos en cuestión de días de modelos de vida, personas y claro, de los políticos, incluso de aquellos que despiertan nuestras pasiones con sus discursos que tocan directo al corazón y no necesariamente a la razón.
Muchas estrategias de campaña se centran en crear al” hiperlíder”, esa persona que canaliza las emociones en marca personal, en estilo, las propias y las del humor social. Esta tentación pasional inhibe un modelo de liderazgo argumentado y sereno según el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez.
Donald Trump, Jair Bolsonaro y hasta el propio Emmanuel Macron son exponentes de este tipo de líder. Con el discurso de ellos todo se convierte en químico y explosivo, en pasión y no necesariamente en razón política.
Un discurso incendiario como el del presidente de México Andrés Manuel López Obrador quien hace poco solicitó al rey Felipe VI de España y al papa Francisco, que pidan perdón a los pueblos originarios de su país por los abusos cometidos durante la Conquista hace 500 años logra imponerse en la agenda para bien, para mal, o simplemente para distraernos de temas y problemas actuales.
Con los discursos y declaraciones de los hiperlíderes arden las Redes Sociales, convirtiéndose en trending topic, pero, así como estas tendencias cambian a una gran velocidad, así cambia el apoyo y la simpatía que éstos causan en sus adeptos una vez que llegan al poder.
Por ejemplo, los índices de aprobación de Trump en los primeros seis meses de su administración se han acercado a mínimos históricos. Una encuesta realizada en julio de 2017 por el Washington Post y la ABC News le dio como resultado sólo 36% de aprobación y la ABC News llamó a este hecho “el índice de aprobación de seis meses más bajo de cualquier presidente en encuestas que datan de 70 años”.
Emmanuel Macron, el joven y encantador presidente de Francia quien cautivó al pueblo francés con un discurso fresco y potente, ahora tiene serias dificultades para convencer a muchos ciudadanos que están algo decepcionados de él, ya en los primeros seis meses de su gestión sufrió una caída muy fuerte y su nivel de popularidad es inferior al de sus predecesores François Hollande y Nicolas Sarkozy.
Más dramático aún es el caso de Jair Bolsonaro que, a sólo tres meses de asumir como presidente de Brasil, registró la peor evaluación que algún mandatario de ese país elegido democráticamente haya tenido. Algunos analistas afirman que desde que la democracia regresó a Brasil en 1985, el Gobierno de Bolsonaro es el peor calificado por los brasileños en el inicio de un primer mandato.
¿Tendrá que ver todo esto con los altos índices de desafección política?
El péndulo va de izquierda a derecha, tanto los políticos de un lado como del otro han decepcionado al ciudadano, corrupción por doquier, impunidad, hacerse de la cosa pública y no querer dejar el poder son rasgos muy marcados de algunos de ellos en la actualidad y vaya que los ciudadanos han llegado al hartazgo.
Estos errores no involucran necesariamente a los políticos a quienes hice mención y me animaría a intuir que ellos están heredando y con todo su peso el desgaste que han generado sus antecesores.
Para estos líderes que durante su campaña les fue fácil seducir al ciudadano con sus propuestas electorales, pero sobre todo con su personalidad, les es difícil sostener el consenso durante su gestión de gobierno.
Estos líderes más líquidos y menos sólidos, construyen su identidad política apoyándose en los desaciertos del adversario, por ejemplo, cuando Macri habla de Cristina Kirchner tiene un discurso sólido, pero cuando le toca hablar de si mismo y de su gestión su discurso es débil.
La modernidad y la política líquida han llegado y hoy vivimos en tiempos con valores líquidos, flexibles, volubles e inestables, ya no existen los límites entre verdad y mentira, muchos estamos conscientes de que circulan noticias falsas en Redes Sociales, pero como éstas refuerzan nuestros prejuicios y patrones de comportamiento, las compartimos con nuestra red de contactos, quienes, además tienen las mismas o similares características porque son parte de nuestra tribu.
Referencias
Hiperlíderes: El exceso en política de Antoni Gutierrez-Rubi
BBC News
Fuente: Blog Política Comunicada