Por Diego A. Mora
Las fake news (en español noticias falsas y también conocidas como desinformación e incluso posverdad) no es un fenómeno propio de nuestra época si se tiene en cuenta que la mentira y la falsedad en los argumentos son tan arcaicos como el lenguaje mismo. A través de la historia se puede identificar la mentira y la disrupción propositiva del lenguaje como causa de alteraciones en la forma en que se interpreta la realidad.
Existen dos planteamientos imprescindibles para comprender la relevancia de la mentira en la construcción histórica de la realidad; la primera es atribuida a Joseph Goebbels, ministro para la ilustración pública y propaganda de Adolf Hitler, que afirmaba: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. La segunda corresponde al escritor George Orwell: “la historia la escriben los vencedores”.
Estos son dos ejemplos de la experticia que han asumido quienes se dedican a la manipulación mediática frente a la importancia de falsear la realidad en la construcción de un pensamiento colectivo; sin embargo, aunque estos autores son recientes podríamos rastrear ciertos ejemplos de fake news en la historia donde, por ejemplo, era común que los recién bautizados como cristianos fueran perseguidos debido a rumores que aseguraban que estos practicaban incesto, infanticidio y canibalismo.
También se puede citar el conocido caso del gran filósofo del pensamiento griego, Sócrates, que muere condenado a beber la cicuta cuando se enfrenta en un juicio a los sofistas fruto de las constantes acusaciones que les hacía por degradar la verdad conforme a ciertos intereses políticos y económicos de la época. También se habla de que Nerón fue el causante del Gran Incendio de Roma y que para desviar los señalamientos del pueblo generó diversos rumores y logró que los cristianos aparecieran como culpables frente a la opinión pública.
Todas estas prácticas anteriormente mencionadas eran difundidas oralmente, sin embargo, también hay evidencia de que en el siglo XVII era frecuente en Francia que se distribuyeran panfletos impresos que tenían como fin desinformar. De los más conocidos se tienen los libelos que eran dirigidos para atacar al cardenal Mazarino y sus políticas.
Las definiciones paralizan y cada época tiene términos que se van poniendo en boga con el fin de ir describiendo sucesos propios de cada tiempo, aunque estos no sean nuevos en la sociedad; por eso al hacer un rastreo del término “fake news” se pueden deconstruir las definiciones adoptadas por diferentes expertos y concluir que, aunque sea variado el aporte desde la academia o la opinión pública, la noción a la que se refieren guarda la misma esencia. Uno de los posibles inicios del término puede darse en el 2005, cuando el comediante Stehpen Colbert, propuso “que lo importante no era la verdad, sino lo que llamó truthiness, la condición de creer que algo es verdadero” (Mansilla, 2017, p. 200).
La Fundéu BBVA recomienda el uso de la expresión, no como “noticias falsas” sino como “noticias falseadas” ya que el adjetivo <<falseado>> sugiere adulteración y/o corrupción premeditada; el Diccionario Cambridge define el término “noticias falsas” como “historias falsas que parecen ser noticias, difundidas en internet o usando otros medios, generalmente creadas para influir en las opiniones políticas o como una broma”. Esta definición sugiere la relevancia de los tiempos modernos para la adopción de las noticias falsas posibles en un medio virtual fundamentado en internet para su difusión.
Vale la pena también mencionar el comentario que hace el Diccionario Cambridge sobre el posible riesgo que representan las noticias falsas en los resultados electorales.
El Diccionario Collins también aporta a la definición de las noticias falsas de la siguiente manera: “información falsa, a menudo sensacional, diseminada bajo la apariencia de informes de noticias”. Jonathan Albright, profesor de la Universidad de Columbia, las define como: “un contenido que puede ser viral y que muchas veces está sacado de contexto. Está relacionado con la desinformación y la propaganda, y se asemeja a un engaño intencional”.
Según Marc Amoros (2008) en su libro Fake News: la verdad de las noticias falsas, el término fake news ganó importancia en la opinión pública con el triunfo de Trump – quien según el autor, es uno de los mayores impulsores del término pero a su vez es uno de sus grandes generadores desde su gobierno y aliados – y con el Brexit, porque los periodistas y especialistas comenzaron a analizar la importancia del concepto en las elecciones y en la generación de opinión pública; tanto es que el término de búsqueda fake news aumentó en Google 365% en 2017.
El éxito de las noticias falsas, que en muchos casos se relaciona con el término de “posverdad” – definido en algunas ocasiones como mentira emotiva que describe la distorsión deliberada de una realidad –, es que apelan al sentimiento de las personas y las hacen reafirmar sus opiniones personales, tienen como mayor canal de comunicación internet, ya que son las redes sociales y la facilidad que dan para crear contenido, las que permiten que surjan diferentes fuentes oficiales como no oficiales que estén constantemente tergiversando la realidad a través de la emisión de contenidos que apelan a la emotividad y ganan una mayor probabilidad de ser compartidos.
Amoros (2008) expresa en su libro, que una noticia falsa tiene una probabilidad del 700% de ser compartida más que una noticia veraz. También plantea su preocupación ya que se estima que en el 2022 la mitad de las noticias producidas en el mundo serán falsas, lo que implica un reto para los académicos, líderes de opinión, empresas y gobiernos a la hora de construir información veraz y positivista del mundo.
Tanto es que recientemente se ha estado acuñando un término entre cibernautas y expertos en comunicación y es el denominado “infocalipsis”, un posible punto de quiebre en el que la calidad de las noticias será tan mala que arruinarán el sistema político y social ya que las personas solamente estarán buscando información que vaya acorde a sus creencias; término que se ve reforzado por el análisis que hace Amoros del algoritmo de las redes sociales que está polarizado porque los resultados de búsqueda del usuario están relacionados con sus propias orientaciones ideológicas, ya que la finalidad de las redes sociales es comercial y necesitan siempre mostrar información asociada al pensamiento del usuario para que este permanezca en ellas y así monetizarlas mucho más dándole más importancia al tráfico web y no a la realidad ni a la veracidad de la información.
La falta de pensamiento crítico y la pereza del consumidor de noticias nos estaría llevando a una apatía incalculable de la realidad. Es así como vale la pena citar a Victor Hugo cuando afirma que “La verdad es como el sol. Lo hace ver todo y no se deja mirar”.