Por Xavier Peytibi
Buena parte de los nuevos votantes que se incorporarán en las próximas elecciones son jóvenes que hallaron su principal fuente de información y sus mecanismos de participación en espacios digitales. Se trata de un universo gigante y en expansión en el que encontramos hoy la explicación a muchos de los temblores que sacuden el planeta: desde la Primavera Árabe y la caída de las dictaduras de Túnez y Egipto hasta la multitudinaria marcha por la legalización del aborto en la Argentina, pasando por los triunfos de Bolsonaro en Brasil y de Trump en los Estados Unidos, el polémico Brexit o el escándalo Cambridge Analytica y Facebook.
En su libro Big Data y política: de los relatos a los datos. Persuadir en la era de las redes sociales, Luciano Galup -especialista en medios sociales, comunicación política y análisis de datos- analiza las transformaciones que estos medios revolucionarios entrañan para la política y para nuestra vida diaria. Explora cómo nos estamos adaptando a una comunidad que produce cantidades desproporcionadas de información a velocidades irrefrenables. Estudia cómo se construye un candidato electoral de acuerdo con los datos sobre los votantes, en un contexto de fragmentación y microculturas, donde un político ya no sólo debe saber hablar sino aprender a escuchar; y, a su vez, cómo se garantiza una participación amplia, transparente y genuina de la ciudadanía en el debate público. Y se pregunta, sobre todo, cómo comunicarse más y mejor para devolverles prestigio y credibilidad a la política y a la información, de cara a un mundo nuevo lleno de incertidumbres y grandes posibilidades.
A parte de entrevistas a gente como Antoni Gutiérrez-Rubí, Pablo Matamoros, Guillermo Riera, Eduardo Fernández Rubiño, Marcel Lhermitthe, Darío Sztajnszrajber o Ernesto Calvo; es también muy interesante su prólogo, escrito por Mario Riorda. Él hace una reflexión que me parece interesante: “¿las redes sociales influyen en la política? Probablemente deba ser a todas luces positiva la respuesta. Lo que no se sabe a ciencia cierta es en qué dirección y con qué intensidad se da dicha influencia.
Muchas veces hablamos de cuánto nos cambia la tecnología. Y sí, modifica hábitos, tiempos y modos. Pero lo que no solemos hacer es analizar si todo es cambio o simplemente es una aceleración de lo que hacemos, más visibilidad de lo que no se veía o simplemente un reflejo de lo que somos”.
Porque las redes sociales, ya volviendo a Galup y trozos que he extraído de su libro, se han convertido en una presencia permanente en la vida de la mayoría de los ciudadanos. Y también en la justificación de muchos de los temblores que sacuden a un mundo cada vez más difícil de comprender desde los marcos conceptuales que heredamos del siglo XX. Para la mayoría de los latinoamericanos, las redes sociales son la principal fuente de consumo de información, de participación política y de socialización.
Es a través de las redes como se crean relatos. Y los relatos viven de emociones y los datos permiten construir patrones para explotar esos vínculos emocionales con la política. Suponer que interactuamos con ciudadanos racionales que toman sus decisiones a partir de información racional y desapasionada es una construcción ilusoria. Los ciudadanos se involucran en causas sólo cuando los afectan o los conmueven de alguna manera. Por eso, las redes sociales conectan de una forma mucho más eficaz con discursos que generan vibraciones en las cuerdas emocionales.
El mundo nunca fue tan pequeño y tan gigante a la vez, tan complejo y tan fragmentado. Vía Instagram las recetas de un restaurante en Beijing están al alcance de la mano, a un clic de distancia. Ese giro virtual, esa nueva dinámica en la comunicación, es relativamente joven para la historia. Hace poco más de doscientos años los mensajes y las personas viajaban a la misma velocidad. La brecha empezó a ensancharse y los mensajes empezaron a viajar más rápido que las personas. Desde el telégrafo hasta los smartphones, la humanidad ha ido achicando las distancias y aumentando exponencialmente la cantidad de datos que produce y almacena.
De todas estas reflexiones -y de muchas cosas interesantes más- nos habla Luciano en este recomendable libro.
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Fuente: Blog de Xavier Peytibi