El estilo de liderazgo de Alberto Fernández

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Por Gabriel Slavinsky*

Han pasado ya varios días de la elección presidencial que ha consagrado al candidato del Frente de Todos. Muchos se preguntan: ¿Qué se puede esperar de este nuevo liderazgo en Argentina?

Los antecedentes

En mayo de 2019, tan solo 6 meses atrás, CFK anunciaba quien sería su compañero de fórmula, llamó la atención porque estaba proponiendo un candidato a presidente, no a vice. En ese instante, la figura de Alberto Fernández del segundo plano constante pasó a los flashes del país y comenzó su camino a la cima con un cambio muy destacado en el modo de expresión y relación con los medios de comunicación. Un importante contraste con la ex presidenta.

Mientras que el periodismo quería saber de él, si hablaría o no. El entonces, flamante candidato decidió salir a pasear a su perro Dylan, por Puerto Madero, charló con reporteros amablemente y hasta respondió preguntas. Incluso comentó al pasar que Sergio Massa es su amigo, comenzaba a marcar un estilo. Su spot de presentación resaltó que era profesor universitario, hincha del “bicho” (por Argentinos Juniors) y un tipo común. Fue un intento de mostrarse como uno más, que podría entender los problemas cotidianos de los ciudadanos en un contexto adverso. Un dato a tener en cuenta es que en esos momentos su figura no era tan conocida, incluso se lo confundía con Aníbal (Fernández también)

Estaría disponible, frontal, directo, sin rodeos, sin sentir la mínima vergüenza de las contradicciones del pasado, más bien recontextualizando toda frases como una fortaleza personal. Cada ataque tuvo su defensa, cualquier comentario una aclaración y la gran parte de las preguntas, una explicación

Su estilo transitó la mayor parte del tiempo con declaraciones prudentes, mesuradas y sensatas. Algunos argumentos fueron confrontativos y beligerantes, pero siempre dejando una sensación de racionalidad más que ensañamiento. Tuvo espacio para el hartazgo por el acoso o falta de respeto en su sentir de periodistas.

Luego de las PASO todo cambió. La campaña quedó de lado, el nuevo posicionamiento fue el de presidente electo, a pesar de que aún no lo era, pero el contundente resultado con más de 16 puntos de diferencia sobre el segundo, lo dejaba al borde del triunfo. El diagnóstico del equipo de campaña era correcto: manteniendo los votos, no hay forma de no ganar en primera vuelta. Su rival, el presidente Macri hacía de candidato, recorrió las ciudades, logró grandes convocatorias e instaló un mensaje esperanzador en sus votantes. Las encuestas y la sensación de que el asunto estaba concluido generaron aún mayor tranquilidad en Alberto Fernández, que rápidamente adaptó su mensaje el lunes posterior a las primarias, de un candidato a un presidente esperando tomar posesión (aunque aún faltaba la elección nacional).

El 27 de octubre, se dio lo planeado, el Frente de Todos mantuvo su caudal electoral, pero con una menor diferencia a la esperada (Solo 8 puntos) el presidente de la Nación, pero sobre todo, candidato de Juntos x el Cambio, Mauricio Macri, logró mucho más apoyo de lo presumido por todos.

Triunfó, sin segunda vuelta en la contienda contra el presidente en ejercicio. No es para minimizar semejante cuestión; sobre todo, considerando que 18 meses atrás se suponía que no había posibilidades para el peronismo en 2019.

Algunos puntos para tener en cuenta

Alberto demostró habilidades políticas para manejarse en diferentes ámbitos, recibió críticas por ser un funcionario que ocupó varios cargos, pero sin haber ganado elecciones. Logró articular el Frente siendo por momentos su propio jefe de campaña, consiguió que Cristina quede en un segundo plano (conociendo que ella despierta amores y odios) pudo orquestar equipos de comunicación que hasta las PASO no se acomodaban. Facilitó la llegada de sectores reticentes a integrar el mismo espacio que el kirchnerismo. Luego, se adaptó rápidamente al cambio de posicionamiento de las PASO a las generales.

Dio la batalla de las ideas, debatió con vehemencia y cobró poco a poco la centralidad necesaria en el escenario. Pudo poner paños fríos en muchos casos a ciertas declaraciones estratégicamente incomprensibles de sus propios aliados y luego de todo esto, se presentó como una figura inspiradora de esperanza (con su compañera de fórmula), apelando a la unidad nacional (o peronista), basando su identificación en Néstor Kirchner y el período de crisis similar que les tocó conducir.

Un estilo fue llano, simple, claro, directo. También racional.

La épica de la campaña le quedó un tono arriba. Su carisma será un capítulo aparte.

Es el presidente justicialista luego de 12 años de Néstor y CFK. Los anteriores fueron Menem por elección y Duhalde por necesidad. No será fácil ese contraste. Le tocará un tiempo difícil

En resumen, logró armonizar una gran dosis de “armador” (al estilo director de orquesta), con la seriedad de un hombre aplomado y de trayectoria, sumó solvencia y racionalidad discursiva.

En campaña todo es más fácil que en el sillón de Rivadavia. Por eso, buscará equilibrar la magia con el piloto de tormenta. El estadista con el plomero y líder de multitudes con el trabajo artesanal del día a día.

Así es el liderazgo en este país, una combinación de ingredientes insospechados pero necesarios para llevar adelante un momento tan complicado. No es el primero, no será el último.


* Gabriel Slavinsky es consultor en comunicación política, nominado de los Napolitan Victory Awards, y miembro activo de MPR Group.