Por Ines Martínez
Ser mujer en El Salvador representa un gran reto. Luego de 1930, con la postulación a la primera magistratura del país de Prudencia Ayala, que en su momento representó todo un desafío para el sistema político de la época, en la que solo el hombre gozaba de privilegios y protagonismo dentro del ámbito político y económico, la participación política de la mujer ha sido cuesta arriba.
Las mujeres se enfrentan a diferentes obstáculos por la sola condición de ser mujeres, principalmente y sobre todo en las zonas rurales. Si bien es cierto que se han tenido avances significativos,no se ha logrado despejar del todo las oportunidades y el acceso equitativo a la participación política dentro tanto de los tres órganos del Estado –Asamblea Legislativa de la República, Presidencia de la República así como su extensión en el Consejo de Ministros y la Corte Suprema de Justica– como en las numerosas instituciones gubernamentales, gobiernos locales y hasta en los mismos partidos políticos y organizaciones sindicales.
“Somos hermanas, primas, tías, madres, cuñadas de alguien. Todo parte y debe partir de ser “algo” de “alguien”, sin que se reconozca el valor personal y propio de nosotras mismas”
Dentro de los principales obstáculos que debe vencer una mujer por simple hecho de serlo están su estigmatización y los roles que se les asigna desde antes de su nacimiento como comportarse de tal manera que su función siempre sea decorativa, presencial y sin capacidad ni posibilidad de tomar decisiones por sí solas. Son, somos, hermanas, primas, tías, madres, cuñadas de alguien. Todo parte y debe partir de ser “algo” de “alguien”, sin reconocimiento propio de valor por si misma, por nosotras mismas.
Los colores, las pautas de comportamiento, la objetivización sexista de las funciones y la segregación según edades para poder ser madre, entre muchas cosas, son obstáculos e ideas que en la cultura salvadoreña continúan relegando a la mujer como sujeto de derechos.
Si los obstáculos sociales y económicos son evidentes e injustos, los obstáculos políticos no son menos fuertes. Se cumple con las cuotas partidarias del 30% y se las ubica en las listas electorales como suplentes o se les premia con cualquier cargo inferior; sufren el señalamiento de si se es fea o intelectual y, en general, no son bien vistas ante muchas personas como suficiente para ocupar un cargo público.
Por otro lado, y muchísimo más alarmante, son los ataques personales subjetivos que debe soportar cualquier mujer que se postule a un cargo político, tal cual sucedía también en la época de Prudencia Ayala.
Prudencia Ayala era una mujer con todos los esterotipos en su contra: de origen indígena, de familia con escasos recursos, costurera y de formación autodidacta y, además, mujer. La llamaron “loca”, la “Sibila santaneca” y sufrió todas las ofensas existentes debido a su notoriedad. Estas actitudes, aun hoy presentes en nuestras comunidades, denota la poca cultura democrática que tenemos en la estructura política salvadoreña pero que no debemos aceptarla como correcta ni reproducirla.
En cuanto a avances legales para mejorar la situación política y de derechos humanos de las mujeres, El Salvador ha firmado diferentes tratados internacionales como la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW)que otorga al país la facultad de crear todas las herramientas necesarias para poder otorgarle a la mujer, otorgarnos, el puesto que nos corresponde en la sociedad. Por el simple hecho de ser persona, sin que en ningún momento sean privilegios, sino cuestión de justicia.
“Prudencia Ayala contaba con todos los esterotipos en su contra: origen indígena, familia con escasos recursos económicos, costurera para poder vivir, formación autodidacta y, además, mujer”
Actualmente las mujeres y el país atravesamos por una coyuntura política muy transcendental. Las elecciones presidenciales del 3 de febrero representaron una oportunidad para muchos sectores y personas que luego de varios años estuvieron relegados incluso de conocer quiénes eran los gobernantes.Esta legislatura debe ser y será la oportunidad para pasar el relevo generacional en la política y permitir, también, la incorporación de mujeres en cargos de poder.
Pero no basta con eso, sino que deben ser mujeres que tengan conciencia social y conocimiento político objetivo no partidario y que estén dispuestas a trabajar por los intereses colectivos de los grupos tradicionalmente invisibilizados.
La formación política de las mujeres es importante porque permitirá el logro, no solo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 2030) sino que permitirá, por fin, obtener los espacios de participación que se nos han quitado y negado desde siempre. Es hora de tomarlos por la vía democrática.
El liderazgo es fundamental porque se necesitan más mujeres apoyando a mujeres y por los objetivos de mujeres. En nuestro país somos el 53,33% de la población, según el último censo oficial. El poder, indudablemente, reside en nosotras. Tomémoslo pues.
Fuente: visioncoach.com
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