La importancia de la imagen del candidato como estrategia política

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Por Jorge Sánchez

Posiblemente no exista una impresión más intensa en el ser humano que aquella que es recibida a través del sentido de la vista. Lo anterior es tan clásico que desde que Santo Tomás enunció la afirmación “ver para creer”, ha formado parte del imaginario común de las personas, más allá de toda diferencia teológica: lo anterior, en un mundo interconectado, actualmente cobra una vigencia tal, que pocos espacios de la vida escapan al influjo de este argumento del Doctor de la Humanidad, y la dimensión política no es, ni por asomo, la excepción, siendo la imagen del candidato el epicentro de toda estrategia para el logro de objetivos electorales.  Por ello la importancia de la imagen como estrategia política.

Sin embargo, en un mundo donde la tecnología ha avanzado tanto (mucho más que la teología), la realidad virtual nos hace vivir en un espacio gigantesco de dudas razonables. Por todo lo anterior y entendiendo entonces que las principales credenciales de presentación de un candidato político son su imagen y su discurso, no es de extrañar que dependiendo de la inteligencia con la cual estos dos elementos sean administrados, junto con la dimensión tecnológica actual, mayor será el alcance, la naturaleza y, en mucho, su nivel de éxito. Es allí, cuando todo lo anterior requieren de una plataforma que los integre y consolide en un esfuerzo con sentido, dirección y potencia definidos: es allí cuando hace falta una estrategia política.

¿Qué es una estrategia política?

Una estrategia política es un conjunto estructurado de objetivos, metas, tareas y líneas de acción, cuya intención general es lograr materializar en el electorado una matriz de intención favorable con respecto a su propuesta política.

La principal utilidad de la estrategia política es presentar juntos al talento político y a la propuesta política, es decir, al candidato y su discurso, de forma clara y coherente, buscando un empleo eficiente de los recursos, el aprovechamiento de los actores y de las normas del escenario para impulsar su preferencia, por lo que será fundamental en el equipo electoral un ordenamiento sistémico que soporte y proteja a esos dos pilares.

La estrategia política como esfuerzo vertebral para el logro electoral

En la política, la estrategia es la diferencia primordial: una actitud, discurso y acciones políticas planificadas estratégicamente orientan el esfuerzo hacia el éxito, mientras que el empleo repetido del sentido común, el llevarse de forma superficial por las tendencias y obviar el discernimiento trascendente de las cosas aumenta el riesgo de perder.

El ser humano es el único ser vivo consciente que algún día va a morir, y por esa razón es que ha desarrollado las artes y ciencias del diagnóstico, de la previsión y del aseguramiento de recursos para lograr sus objetivos y en la política esto es regla de igual aplicación: una política realizada sin estrategia es una estafa al elector mientras que una política trazada con estrategia reduce significativamente la posibilidad del desengaño y los perniciosos efectos rebote que destruyen cualquier organización política. De lo anterior puede concluirse que es imprescindible saber qué es una estrategia política para tenerla siempre presente, tanto en el proceder cotidiano de un partido político como en tiempos de campaña para la alineación total del candidato, su discurso, la propuesta electoral y su modelo para la concordia social.

El candidato en la estrategia política

El candidato es el acento estratégico del discurso político, su estampa pública y privada son protagonistas obligados del escenario electoral en la actualidad. En una sociedad como la de hoy día, con un acceso virtualmente total a toda la información, una imagen no es solamente lo que entra por la vista: es una identidad llena de partículas de información y datos que en cada mente humana forman su propia “receta”. Los equipos de planificación de estrategias políticas para la promoción de un partido o de un candidato –que NO son lo mismo–  necesitan diseñar modelos integrados e inteligentes de proyección de imagen para presentar al electorado todo un espacio donde vean que sus problemas son recibidos y comprendidos, y que tanto en el candidato como en la organización sobre la cual se apoya, se posee en forma evidente el talento necesario para solucionar esos problemas y las propuestas más adecuadas para mitigar el impacto de sus penurias y necesidades.

Los elementos constitutivos de la imagen, por lo tanto, deben ser seleccionados con tanta creatividad como los ingredientes para lanzar un sabor nuevo de refresco o caramelo, pero deben ser a la vez tan serios como para enganchar esa ilusión placentera al espacio de la racionalidad, y de esa manera imprimirle factibilidad al proyecto de gestión que se ofrece. Las personas ya están realmente cansadas de los “hombres o mujeres polifacultos” que presentan soluciones simples por encima de las circunstancias cotidianas, demostrando una ignorancia casi supina en los padecimientos del ciudadano común: al parecer la preferencia se está orientando hacia líderes que representan equipos de alto desempeño, que también demuestran protagonismo, pero sobre la base del respeto a todo un sistema de integración de esfuerzos, ya que comprenden que las soluciones a los problemas complejos, en muchos casos, son de un diseño de igual naturaleza.

El candidato en la era digital

Se piensa que la imagen del candidato en la dimensión digital se remite solamente a su expresión en las redes sociales y no hay nada más equivocado que esta percepción. La Era digital posee un entorno multimodal virtualmente inexplorado e inexplotado: el espacio de las redes sociales, sin dejar de tener su importancia protagónica, no representan el todo del espacio digital y por eso, la estrategia política que busque proyectar a un candidato debe analizar en forma inteligente el escenario para los efectos de crear un modelo de impulso comunicacional que aborde toda la dimensión digital. Por lo anterior, es necesario sacar provecho a elementos digitales que están más allá de las redes sociales como pueden ser blogs, bitácoras y registros históricos, el empleo de imágenes en espacios comerciales de la Internet, la difusión de actividades de impacto social y académico en sitios distintos de las redes sociales y similares. Si lo anterior se lleva a cabo en forma inteligente, el ciudadano común se encargará en gran parte de ser difusor –en las redes sociales- de las experiencias vividas con el candidato que aparecen en esos espacio digitales no tan famosos.

La estrategia política en las redes sociales

Quizás este sea uno de los espacios en los que más polémica se puede presentar al momento de instaurar el diseño de un modelo de impulso a un candidato en época electoral: el escenario mundial ha presentado el fruto de estrategias muy inteligentes para el manejo de la imagen de personas que originalmente, según la percepción del ciudadano común, no tenían el menor chance de ganar y obtuvieron victorias absolutas y evidentes. En cualquiera de los casos que se puedan nombrar, un equipo de  analistas y expertos en el área de las redes sociales seguramente estuvo trabajando: actualmente la privacidad se ha reducido a espacios muy pequeños de la vida y el candidato es esencialmente un ser humano, con virtudes y defectos y ambas cualidades son objeto de explotación en las redes sociales para impulsar o hundir la imagen de una persona. Con base a todo lo anterior, se hace indispensable que en toda estrategia política, exista un espacio dedicado al control de daños para proteger la imagen del candidato, de su partido y de su propuesta electoral.

La planificación estratégica aplicada al campo político-electoral no puede deslindarse del elemento fundamental de la imagen del candidato y la organización que representa. Es necesario estudiar en detalle todas las líneas de vida tanto del candidato como de la organización para entretejerlas en un cordón coherente y resistente a los embates de indiferentes y adversarios. La dimensión comunicacional juega allí un papel protagónico, junto con los eventos en vivo que son los que causan impresión contextual de mayor impacto impulsando elementos virtuosos en la percepción que de la propuesta se va formando el electorado.

¿Será posible mejorar la imagen política de un candidato?

Sí: definitivamente se puede impulsar la percepción que de una persona pueda tener el electorado, pero esto no es gratis: el tiempo y la sensatez para mejorar dicha percepción e imagen son factores de empleo centrales para lograr el éxito de esta intención. Un equipo de marketing político que esté integrado en forma efectiva, si dedica talento para diseñar un modelo de mensaje inteligente, honesto, esperanzador, pero con racionalidad y respeto por la inteligencia del electorado, de seguro no solamente cubrirá las expectativas de Santo Tomás, sino que será la materialización perfecta del conocido adagio chino que reza: “Una imagen vale más que mil palabras” y hará que el candidato sea percibido como la alternativa más segura para el logro de las expectativas del ciudadano común, que cada vez que se presentan eventos electorales va en busca de ese rostro en cuya mirada, discurso y conducta se vea reflejada la materialización de sus ideales.

Fuente: polemospolitic.com