En medio de esta pandemia global que pone en tela de juicio a los gobiernos y la misión de quien gobierna, la política también tiene una oportunidad para reinventarse o -por el contrario- seguir loma abajo en su rodada como diría el tango, sumergiéndose más en el fango del descrédito y el hastío que viene caracterizando el clima de opinión hacia la política en los últimos años.
La pandemia del Covid-19 es una oportunidad para que la humanidad despierte de su letargo y deje – al menos por un momento- de poner su atención en líderes y acciones banales y superficiales; para ver con otros ojos un aspecto vital que colapsa y debería ser el foco principal de cualquier esfuerzo de la sociedad, las empresas y los gobiernos: La profunda inequidad que campea en el planeta, pisoteando la dignidad humana.
Manuel Castells afirma que “La crisis del modelo de democracia liberal es tan profunda que ya no puede sobrevivir. La inmensa mayoría de los ciudadanos no cree en los partidos, en las instituciones y mucho menos en los políticos” y en medio de esta crisis, una pandemia del Coronavirus, hace las veces de un arma de doble filo, o corta y desangra o sirve como instrumento para enaltecer el liderazgo público.
Según varios psiquiatras, el momento que vivimos a partir del confinamiento, la escasez de recursos, la incertidumbre y las consecuencias que traerá este gran frenazo mundial; tiene consecuencias en la salud mental de todas las personas y eleva la sensibilidad individual hacia sentimientos colectivos en busca de soluciones. No en vano la popularidad de varios alcaldes, gobernadores e incluso de presidentes ha subido de manera desmesurada y explicable por fenómenos de opinión pública como el Rally Around The Flag o también llamado fenómeno de la bandera, donde se evidencia que muchos ciudadanos rodean a quien gobierna con responsabilidad y acciones percibidas como colectivas en medio de una crisis o una guerra.
El golpetazo ha sido fuerte y ahora nos corresponde convivir con este enemigo silencioso, microscópico y mortal al menos por los próximos dos años como dice la OMS y eso genera que la sensibilidad, precaución y sentido colectivo de las personas nos lleve a un estado de ánimo y un clima de opinión particular que se debe leer en cada territorio según el nivel de impacto.
Es evidente que se castigarán acciones de populismo que buscan entorpecer el logro de una solución; se castigará a políticos que busquen figuración excesiva en medio de esta crisis; los ciudadanos cobrarán factura a aquellos que se atrevan a hacer campañas políticas de manera tradicional y recordarán muy mal a quienes se aprovecharon del hambre, el desempleo o la miseria para obtener réditos en favor de sus propósitos.
La campaña política y el ejercicio gubernamental cambió 180 grados y esto impacta la forma de planear gobierno, actuarlo y comunicarlo tanto en los entornos reales como en los virtuales, comprendiendo que la virtualidad, que no se agota en la mediocridad y superficialidad de las redes sociales, demanda la comprensión de las dinámicas del Estado, la participación ciudadana y un aspecto clave que el mismo Castell describe como la consciencia de que se van acabando las fronteras y hoy problemas como el Covid 19 nos demanda la gestación de Estados-Red.
Grandes ausentes a todo nivel han sido los partidos en medio de una crisis como estas. Lamentable que ante semejante oportunidad de fungir como escenarios de pensamiento, formación, pedagogía y acompañamiento al Estado y particularmente al poder ejecutivo; solo se mantengan en dinámicas muy del siglo XX como sus cuotas burocráticas o pensar solo en las siguientes elecciones.
La mejor campaña política dentro o fuera hoy de un gobierno será NO hacer campaña y mejor actuar desde una lectura inteligente de estas sensibilidades ciudadanas y salir al encuentro de las personas más necesitadas para evitar que se siga lastimando su dignidad. Impartir justicia, legislar, gobernar o liderar para los más vulnerables hará inatajable a quien quiera hacerse fuerte y visible en tiempos como los actuales.
Nos les extrañe que durante los próximos meses asistamos a la muerte política y la muerte moral de muchos dirigentes que optarán por seguir haciendo política de forma tradicional. Muchos populistas ya han comprendido esto que digo y quizá – para riesgo del Estado de Derecho o las libertades- estén ganado terreno por haber entendido este panorama.
El Papa Francisco lo dijo con sabiduría “la política es una alta forma de caridad y por eso en este momento de pandemia le pido a quienes trabajan en la política y los gobiernos que busquen juntos el bien del país y no el bien de su propio partido”