Por Julio Otero
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha recibido un aluvión de críticas dentro y fuera su país por su respuesta a los disturbios que han estallado en multitud de ciudades después de que el ciudadano afroamericano George Floyd muriera asfixiado por la bota de un policía blanco que lo había detenido.
En especial, le acusan de echar gasolina al fuego con las declaraciones que lanza desde su cuenta de Twitter. Yo creo que a estas alturas este comportamiento no debe sorprender. Frente a la opinión más extendida entre sus críticos, tengo muy claro que, aun siendo una persona impulsiva, Trump no es ningún loco: sabe perfectamente lo que hace. Su comportamiento responde a una estrategia que por el momento le está dando buenos resultados.
Desde antes de su llegada a la Casa Blanca la plataforma de microblogging es su medio más utilizado para expresar sus opiniones. Sus exabruptos cumplen varios objetivos. En primer lugar, sus tuits le acercan a parte de su electorado sin necesidad de intermediarios mediáticos, presentándose como un hombre directo que dice las verdades del barquero. Trump refuerza su imagen de político pop y outsider. Él es un empresario de éxito que viene a enfrentarse alestablishment de Washington DC y a la dictadura de lo políticamente correcto.
Por otro lado, sus provocaciones en Twitter le ayudan a desviar la atención sobre la crisis sanitaria del coronavirus, cuya gestión está siendo bastante complicada en Estados Unidos. Recordemos que, desde el inicio de la pandemia, el presidente estadounidense ha estado buscando culpables: China, la UE, la OMS e incluso algunos estados federales y políticos demócratas.
Finalmente, no hay que negar que en este caso sus salidas de tono en Twitter han podido ir demasiado lejos. Aun así, no hay que olvidar que Trump siempre ha salido airoso de estas situaciones. Para él, Twitter está siendo muy efectivo para polarizar aún más el clima político norteamericano, lo que, sin duda, le ha reportado réditos desde que entró en política. Sus tuits incendiarios le sirven para señalar a sus rivales y unir al núcleo duro de sus votantes. Obviamente, en esta situación está alejando aún más a muchos potenciales votantes negros. Pero en los pasados comicios él ya demostró que –en contra de lo que venían pregonando muchos analistas- pese a que la demografía ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas, aún es posible ganar las elecciones apelando casi exclusivamente a los votantes blancos varones.
Comparto mi análisis sobre este tema en el programa de TV “De buena mañana”.
Fuente: El Atril