Por: Daniel Eskibel
¿Recuerdas “La Muralla”, el poema de Nicolás Guillén? Es posible que lo hayas leído. O tal vez escuchado en alguna de sus musicalizaciones. Veamos:
“-¡Tun tun!
-¿Quién es?
– Una rosa y un clavel…
– ¡Abre la muralla!
– ¡Tun tun!
– ¿Quién es?
– El sable del coronel…
– ¡Cierra la muralla!
– ¡Tun tun!
– ¿Quién es?
– La paloma y el laurel…
– ¡Abre la muralla!
– ¡Tun tun!
– ¿Quién es?
– El alacrán y el ciempiés…
– ¡Cierra la muralla!”
Es un fragmento, claro, pero el poema continúa por la misma línea. Si es algo positivo, entonces abre la muralla para dejarlo pasar. Si es negativo, cierra la muralla para impedirle el paso.
Algo de eso ocurre en tu propia casa. Si un amigo o ser querido golpea a tu puerta, se abre la muralla-puerta y es bien recibido e invitado a entrar. Si es un ladrón, se cierra la muralla. A veces la muralla se cierra también cuando es un acreedor, una persona que te desagrada o alguien que viene a traerte problemas.
Ahora bien: ¿qué pasa cuando el que golpea a tu puerta es un político?
Depende, todo depende…
Depende de tu actitud hacia los políticos en general y hacia ese en particular. Y depende de la actitud del político. También depende de lo que estés haciendo en ese momento, de tu estado de ánimo, de con quién estés y de varios factores más.
De la conjunción de estos elementos se derivará la apertura o el cierre de la muralla (de tu casa y también de tu cerebro).
Pero hay un factor importante que puede facilitar la apertura de la muralla: la “cara conocida”.
Son 2 las posibilidades que tiene el político de ser una cara conocida para ti:
Que efectivamente lo conozcas personalmente, aunque sea “de vista”. Que lo identifiques por haberlo visto antes (en el barrio, en el club, en el estadio, en una reunión, en un comercio…donde sea.
Que no lo conozcas en forma personal pero sí reconozcas su imagen por haberla visto en la televisión, en el diario, en una página web, en un folleto o en un cartel callejero.
Esa identificación visual es fundamental a la hora de abrir la muralla (ya dije que no solamente de tu casa sino además de tu cerebro). Porque reconocer su rostro genera un rápido efecto de mayor confianza y apertura, una sensación de mayor proximidad y una casi espontánea respuesta de saludo.
En este punto podemos desembarcar en uno de los principales problemas de las pequeñas campañas electorales. Todos lo dicen:
“¿Qué puedo hacer si mi campaña no tiene suficientes recursos económicos?”.
Y bien, lo que el politico puede hacer casi sin recursos es justamente eso: volver al viejo y tradicional método de contactar personalmente a los electores. Hacer conocer su rostro, primero. Y caminar sin descanso luego, golpear puertas y dialogar personalmente con toda la gente que pueda.
Tenemos que tenerlo claro: aún en estos tiempos de inmenso desarrollo de los medios de comunicación, aún ahora, el contacto personal sigue siendo la mejor forma de persuadir al votante.
¡Toc toc! Alguien golpea a tu puerta.
Fuente: Blog Maquiavelo y Freud