Por: Julio Otero
Nota publicada en la revista Washington COMPOL
La respuesta favorable de los británicos a que el Reino Unido salga de la Unión Europea (UE) ha sido una de las noticias más relevantes del recién concluido 2016. A más de medio año del Brexit, muchos analistas continúan conmocionados por el, a sus ojos, inesperado resultado del referéndum. No detectaron que en este tipo de consultas las encuestas no son 100% fiables, al existir un considerable porcentaje de voto oculto que no confiesa sus preferencias por una opción considerada políticamente incorrecta. Tampoco quisieron reparar en otros antecedentes poco halagüeños: en los últimos años cada vez que se celebra un plebiscito sobre Europa, la victoria suele ser contraria a los intereses del establishment de Bruselas. A este dato hay que añadir el triunfo del UKIP de Nigel Farage en las elecciones europeas de 2014. Precisamente con estas tendencias queremos conectar algunas claves de la derrota del “remain”.
En primer lugar hay que partir de la idea de que la UE carece de un relato potente que ilusione. Tras el estallido de la crisis, el europeísmo ha perdido enteros en casi todos los países, en parte porque las instituciones comunitarias no han sabido comunicar las ventajas del proyecto. Por el contrario, en la opinión pública se ha instalado un discurso que identifica a la Unión con los recortes, sobre todo en el sur. Independientemente de que sea más o menos justo, lo cierto es que despilfarro, burocracia, tecnocracia y pérdida de soberanía son conceptos a menudo asociados a la UE.
En el caso del Reino Unido la pérdida de soberanía y las ancestrales rivalidades con otras potencias del continente han influido en el estado de ánimo de los electores. Pero la clave del referéndum es que los partidarios del Brexit han dominado la campaña. Han logrado tomar la iniciativa, marcar la agenda y canalizar los miedos de parte del pueblo británico, en especial el rechazo a la llegada de inmigrantes procedentes de Europa del este. Da igual que los temores sean infundados (de hecho en los territorios con mayor porcentaje de inmigrantes ha ganado mayoritariamente la permanencia) o que los datos no fueran reales. Los británicos han hablado en la campaña de lo que los eurófobos querían.
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En realidad, el UKIP y los tories euroescépticos ganaron la campaña en el mismo momento en el que se convocó el referéndum. Las negociaciones de Cameron para lograr un status especial para el Reino Unido en el seno de la UE no sirvieron más que para reforzar la visión de los partidarios de salir. Tratando de calmar las voces críticas de su partido, cayó en la trampa, encerrado en el frame del adversario. A nivel personal, incluso terminó beneficiando a su, a priori, principal rival interno, el exalcalde de Londres, Boris Johnson.
Los defensores de la permanencia no supieron reaccionar a tiempo, en parte, por lo que Daniel Innerarity llama “el desconcierto de las élites”. Los profesores de Oxford y Cambridge, los ejecutivos de la City y las cúpulas de los partidos Conservador y Laborista “no entienden lo que está ocurriendo” porque “viven en entornos cerrados que les impiden ver” la desafección que siente el ciudadano medio. Uno de los grandes estrategas de la campaña del Brexit, Gerry Gunster, entendió perfectamente esta situación y planteó una campaña en la que los protagonistas fueron “personas corrientes –padres, granjeros, trabajadores de la sanidad, estudiantes y emprendedores-“. Fue una campaña que les habló a los votantes “en términos que pudieran entender”. Conocida como “la campaña del pueblo”, los esfuerzos se dirigieron al nivel de base, “a través del boca a boca en los pubs, mítines y en el puerta a puerta”.
Gunster comparó “la desconexión de Bruselas con el ciudadanos medio del Reino Unido” con lo que muchos estadounidenses entienden por Washington y su mainstream. La posterior victoria de Donald Trump -quien precisamente recibió a Farage como presidente electo antes que a ningún otro líder europeo- en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, también contra pronóstico, confirmó esta visión. Así pues, los ecos del Brexit seguirán resonando en 2017 porque este. Los casos de Colombia e Italia han encumbrado a los referéndums como un instrumento eficaz para expresar el descontento de una parte considerable de la población contra el status quo, con independencia de la pregunta que éstos propongan.
Terminamos con dos conclusiones, que bien pueden servir de consejo para otros dirigentes políticos. El primero es que quien juega con fuego se acaba quemando. El segundo es que, si desde un extremo del espectro político te empiezan a quitar votos, ni se te ocurra asumir parte de ese discurso para frenar la sangría.
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