Por: Luis Tejero
Esta película ya la hemos visto antes. En un país de proporciones gigantescas, un candidato ajeno a los partidos de toda la vida se lanza en una aventura a la Presidencia con un discurso políticamente incorrecto, un ruidoso desprecio hacia los medios de comunicación tradicionales y unas probabilidades de victoria aparentemente remotas, y termina alzándose con el premio del poder mientras la mitad del electorado ruge exultante y la otra mitad se lleva las manos a la cabeza.
Después de cuatro victorias consecutivas del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva y Dilma Rousseff entre 2002 y 2014, y tras el intento fallido de volver a los tiempos de prosperidad bajo el mandato del impopular Michel Temer, una amplia mayoría de brasileños ha optado por echarse en brazos de un nuevo “salvador de la patria”: Jair Bolsonaro, diputado del Partido Social Liberal (PSL) y militar en la reserva sin pelos en la lengua.
Estas son algunas de las claves que explican su triunfo en las urnas:
1) Una sociedad harta
Miles de millones desviados en escándalos de corrupción, más de 60.000 asesinatos al año, una economía que no termina de despegar tras la mayor crisis de su historia… Los problemas de los brasileños son tantos y tan graves que casi resulta comprensible que, fruto de su hartazgo acumulado, hayan votado a cualquiera con tal de alejar del poder a quienes llevaban décadas repartiéndose cargos, favores y maletines. La incógnita es si un presidente tan histriónico y poco conciliador como Bolsonaro será capaz de dar solución a esa larga lista de problemas.
2) En busca de la novedad
El resultado del domingo se explica en gran parte por la aversión hacia los políticos de siempre y en especial hacia el PT, que gobernó más de 13 años entre luces y sombras. Cuando los encuestadores preguntan a los votantes de Bolsonaro sus motivaciones para apoyarlo, la primera razón (30%) es que representa “renovación”, “alternancia” y “cambio”. Y la segunda (25%), el rechazo al partido izquierdista fundado por Lula. Del mismo modo que Donald Trump llegó a la Casa Blanca entre promesas de “drenar el pantano” de la vieja política en Washington DC, Bolsonaro se presentaba “contra todo eso que está ahí”. “Necesitamos más Brasil y menos Brasilia”, proclamó durante su discurso de victoria, pese a llevar nada menos que 27 años como diputado.
3) La derecha sin complejos
Sería una frivolidad afirmar que hay 49 millones de ultraderechistas en Brasil, pero es cierto que Bolsonaro ha dicho abiertamente las “verdades” que muchos votantes de tendencia conservadora querían oír en asuntos como la “familia tradicional” o el ojo por ojo frente a la violencia callejera. Su discurso ha calado entre sectores muy diversos y ha cautivado de forma significativa a los evangélicos, un grupo de creciente influencia que representa un tercio de la sociedad. En las municipales de 2016 ya habían dado un primer aviso al colocar a un obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios como alcalde de Río de Janeiro, quizá la ciudad brasileña más reconocible para el resto del mundo.
4) El triunfo de los uniformados
Sin contar la época de la dictadura (1964-85), el capitán Bolsonaro es el primer militar que llega al escalón más alto de la República desde 1945. No es un dato aislado: su vicepresidente será un general, Hamilton Mourão, varios de sus ministros procederán de las Fuerzas Armadas y la bancada que le dará soporte parlamentario está repleta de coroneles, tenientes, mayores y otros uniformados que se han adjudicado un asiento en el Congreso. La agenda de la seguridad pública avanza a pasos acelerados.
5) Lula, el gran ausente
A finales de agosto, en el último sondeo de intención de voto antes de que la Justicia rechazara la candidatura de Lula al haber sido condenado y encarcelado por corrupción pasiva, el expresidente alcanzaba un 39% frente al 19% de Bolsonaro. Dos meses después, su sucesor designado a dedo desde prisión, el exministro Fernando Haddad, ha tenido que conformarse con la segunda plaza y 47 millones de votos, bastantes menos de los que cosecharon los petistas en 2002, 2006, 2010 y 2014. Nunca sabremos qué habría pasado si el carismático sindicalista barbudo hubiera podido presentarse.
No 2º turno, Bolsonaro venceu em 16 Estados; Haddad, em 11 https://t.co/RFd5RBFusT #Eleições2018 @JairBolsonaro @Haddad_Fernando pic.twitter.com/ngYzlofnwn
— Poder360 (@Poder360) October 29, 2018
6) La invisibilidad de los moderados
Tampoco sabremos qué habría sucedido si, en lugar de medirse a Haddad, Bolsonaro hubiera tenido enfrente a un candidato no vinculado a ese PT que despierta un odio tan visceral entre decenas de millones de brasileños. La concentración del voto entre las dos opciones mayoritarias ha dejado prácticamente sin espacio a aspirantes más digeribles como el exministro Ciro Gomes, de centro-izquierda, que apenas llegó al 12% en la primera vuelta pero figuraba en las encuestas como el único capaz de frenar a Bolsonaro en un duelo cara a cara.
7) La televisión ya no importa tanto
Tradicionalmente, las urnas brasileñas solían reflejar las victorias de aquellos candidatos que lograban armar las mayores coaliciones y se llevaban el mayor trozo de la tarta publicitaria en televisión. En 2014, Dilma construyó una alianza de nueve partidos y disfrutó de más de 10 minutos en los bloques diarios de propaganda electoral. En cambio, Bolsonaro solamente disponía de ocho segundos en pantalla y ha tenido el mérito de inventarse un partido casi de la nada, el PSL, hasta convertirlo en la segunda bancada con más diputados. Frente al peso histórico de la televisión como vía para persuadir a los votantes, el presidente electo ha basado su campaña en la formación de un ejército de fieles extremadamente movilizados en las redes sociales y en los grupos de WhatsApp. Cuestión aparte es si los contenidos compartidos en esas redes tenían algo que ver con la realidad o eran sencillamente una colección de fake news, mentiras y manipulaciones con el firme objetivo de conquistar el Palacio de Planalto.