Por Danette Cervantes Q.
Cada vez son más los candidatos que intentan llegar al poder de la mano de la comunicación política y sus herramientas, sin embargo el jaloneo entre la forma tradicional de hacer campañas regida por la intuición, y la nueva apoyada en la ciencia y la tecnología se presenta más de lo que muchos creen. Y más sorprende que la forma tradicional gane la mayoría de las veces.
Y cuando la tradición gana, el eslogan de campaña se somete a la votación de la militancia o se obtiene a partir de un buzón de sugerencias, el cuarto de guerra se integra con los amigos y familiares del candidato, los discursos van y vienen sin que medie un trabajo de construcción, revisión y análisis del mismo, la labor del encargado de comunicación se limita a una obsesión compulsiva por los comunicados de prensa que nadie lee porque dicen nada y las grandes decisiones se toman por mayoría de votos, con la intuición o peor con el corazón y el sentimentalismo. Sin ciencia, poca y mal utilizada tecnología ni profesionales, así se llevan y se ganan muchas campañas aún. Campañas en donde el peso recae en unos pocos allegados entre familiares, amigos y militantes del partido político en cuestión.
Es el clásico jaloneo entre lo tradicional y lo nuevo, la natural resistencia al cambio, pero ¿cómo permanecer en el intento cuando se es el consultor?
Reglas claras:
- ¿Qué tanto creen el candidato y su partido en el trabajo del consultor? Quieren uno porque es la moda o porque de verdad conocen la diferencia que las herramientas de un profesional pueden hacer en el desarrollo de la campaña. Si se trata de moda, lo mejor es retirarse.
- El consultor NO es un militante. El simpatizante cree en los valores, principios y doctrina de su instituto político, el consultor cree en la ciencia, la tecnología, la investigación y la ética de su labor. El consultor no es un militante, no puede actuar ni dirigir la campaña como tal porque entonces habrá iniciado mal.
- Zapatero a tus zapatos. Tan valiosas son las herramientas del consultor como el trabajo que un simpatizante hace a través de sus convicciones, no están peleados, cada uno tiene su lugar y su labor en la campaña, esto debe quedar muy claro. El consultor necesita de la militancia para ejecutar gran parte de la estrategia y los militantes necesitan al consultor para que con sus conocimientos y sin sentimientos pueda ver un paso adelante y establecer la estrategia que guía la campaña.
Información y corazón, consultor y militante son fundamentales para el buen desarrollo de una campaña. Cuando se es el consultor lo mejor es entender que la mejor fórmula es: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. No es sano querer dejar de lado los conocimientos que algunos militantes han adquirido a través de la experiencia, son valiosos y el detalle está en saber aprovecharlo, pero tampoco se puede pretender que dicha experiencia sostenga una campaña. El consultor inteligente sabe utilizar sus herramientas y aplicarlas, toma los datos de quienes conocen el lugar al que llega y con ciencia, investigación y tecnología convierte una campaña tradicional en una nueva y mejorada forma de comunicar la política.