El Político Insípido

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Existen. Lamentablemente demasiados. Para aquellos que seáis amantes de la política reconocéis enseguida a un político insípido, pero cualquier ciudadano corriente desinteresado apenas sabría enumerar unos cuantos políticos con la palma de su mano (casi todos de nivel nacional y con suerte sus dirigentes autonómicos/locales). No es cuestión  solo de notoriedad. Esa sería una excusa tonta y fácil de tumbar, es cuestión de marca personal. Diferenciación. Eso es, rasgos y cualidades personales que hacen distinguir a un político insípido de otro que no lo es.

En primer lugar, un político insípido directamente ni destaca por cualidades personales ni por sus habilidades comunicativas y esa es una de las claves. Un gran político insípido es aquel que lleva prácticamente toda su vida en política y en ninguna de sus funciones a destacado por algo (más allá de saber calentar una silla bastante cómoda). Estos tipos/as saben muy bien lo que hacen pese lo que creamos en alguna ocasión muchos de nosotros.

Esta especie la podemos encontrar en casi todos los hemiciclos y cámaras parlamentarias (da igual el nivel) casi siempre hay. En algunas ocasiones muchos, en otras un par, pero casi siempre ahí están ellos calentado la silla, sin hacer ruido, pasando el rato, aportando lo justo si hay que hacerlo y disimulando hacer en vez de hacer.  Hay críticos que opinarán que el 99% son así y no es cierto. Desgraciadamente, hay algunos políticos muy buenos con ciertas habilidades más o menos pulidas pero nada insípidos. Los insípidos tiene que ver precisamente con el agua, también, en su capacidad para adaptarse a los contextos y saber amoldarse a la nueva silla. Son grandes aguarda tronos y malos portadores de cambios. Lógicamente los insípidos odian los cambios e intentan evitarlos siempre que pueden, salvo que vean que la silla nueva viene con doble forro y está cerquita.

En política nos encontramos a muchos insípidos como portavoces de grupos y puestos de dirección política, para sorpresa de algunos y no tanta para otros. El insípido suele llegar ahí bajo el enorme dedo de su predecesor o por algún favor interno que al ciudadano corriente le repugnaría saber. Pero ahí están.  Calentando silla, haciendo lo justo y hundiendo al resto. Ni hacen ni dejan hacer. Insípidos.

 

Fuente:  Ximo Valls Blog