El regreso de Bachelet

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Por: Ricardo Paz Ballivián

Las chilenas y los chilenos van a las urnas el 17 de noviembre para elegir presidente, diputados y senadores. También escogen, por vez primera, consejeros regionales. Otra novedad es que estrenan su padrón electoral permanente y el voto voluntario. En Chile no existe vicepresidente permanente y por lo tanto no se elige esa dignidad.
En octubre del año pasado se aprobó que los partidos y las coaliciones políticas puedan realizar elecciones primarias voluntarias, vinculantes y organizadas por el Servicio Electoral. Éstas se efectuaron en agosto de este año y definieron las candidaturas de Michelle Bachelet por la Nueva Mayoría (una versión renovada y ampliada de la Concertación) y de Evelyn Matthei por la Alianza (UDI – RN), coalición que llevó a Sebastián Piñera al poder en 2009 – 2010.
Además de estas dos candidatas terciarán otros siete postulantes: Franco Parisi, Marco Enríquez-Ominami, Roxana Miranda, Ricardo Israel, Marcel Claude, Alfredo Sfeir y Tomás Jocelyn-Holt. Aparentemente, a decir de los análisis previos, ninguno de ellos tiene opción de disputar a las dos favoritas
La campaña electoral chilena fue bastante accidentada en un inicio. La Alianza decidió experimentar por primera vez un proceso de primarias presidenciales entre Renovación Nacional (RN) con Andrés Allamand y la Unión Demócrata Independiente (UDI) con Laurence Golborne.
A pocos días de la inscripción de la primaria la UDI le quitó el apoyo a Golborne y decidió apostar por el dirigente Pablo Longueira. La decisión se probó acertada, pues Longueira ganó con un pequeño margen, pero luego, en una sorpresiva decisión, éste renunció a la nominación aduciendo un cuadro depresivo. Allamand no quiso tomar la posta y finalmente la coalición gobernante optó por Evelyn Matthei.
Michelle Bachelet venció sin dificultades al independiente Andrés Velasco, al demócrata cristiano Claudio Orrego (quien a su vez había derrotado en una primaria interna a Ximena Rincón) y a José Antonio Gómez del Partido Radical Socialdemócrata.
A pesar de las dificultades descritas en el caso de la Alianza, sin duda que la experiencia de las primarias enriqueció el proceso democrático chileno y lo cualificó al permitir a la población escoger al interior de los partidos y coaliciones a los mejores representantes.
Llevar a la decisión popular un asunto que antes estaba reservado a las élites partidarias fue un acierto y un avance.
Chile ha dado un ejemplo, en estas semanas, de comportamiento republicano y de institucionalidad consolidada. El presidente Piñera no se ha inmiscuido en la campaña ni la coalición gobernante ha utilizado los bienes del Estado a favor de la candidata oficial.
Se han producido varios debates y confrontaciones programáticas ante todos los medios de comunicación, en los que la candidata ampliamente favorita ha participado con decoro y convicción democrática.
El electorado vive un ejercicio pleno de sus libertades ciudadanas y se apresta a escoger sin presiones ni amenazas.
Todo hace pensar que Michelle Bachelet logrará vencer en primera vuelta y conseguir la reelección presidencial, que en los siglos XX y XXI sólo había logrado Arturo Alessandri Palma. De todas formas, en el improbable escenario de que se vaya a forzar una segunda vuelta, casi con seguridad Bachelet ganará sin sobresaltos.
La expresidenta tendrá entonces la responsabilidad histórica de poner fin a la Constitución Política del Estado que dejó como infausta herencia Augusto Pinochet. Ha prometido y nadie duda que va a cumplir, llevar a cabo una profunda reforma constitucional, inclusive mediante una Asamblea Constituyente si es necesario, para lograr el propósito de enterrar el pasado oprobioso de la dictadura. No será fácil, pues los resabios autoritarios, tan vigentes en Chile, darán dura pelea.
Hacerlo sin poner en riesgo la unidad nacional es el desafío. Por ello la clave de su victoria está en su postura irrenunciable de lograr la congregación: “Chile de todos” es su lema de campaña y eso realmente lo dice todo.
La expresidenta tendrá  la responsabilidad histórica de poner fin a la Constitución que dejó como infausta herencia Augusto Pinochet.

Fuente: Página Siete