Una campaña electoral libre de exageraciones tiene siempre menores riesgos

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Por: Daniel Eskibel

Tengo un sistema infalible para ganar elecciones.
Para ganar 10 de cada 10 elecciones.
Por amplio margen, además.
Sin importar el país, el partido, el año o el candidato.
Sin importar la situación económica ni los antecedentes políticos.
In-fa-li-ble.

Mmm…
¡Alto! ¡Stop! No sigas.
No te creo.

¿Por qué no creer lo del sistema infalible para ganar elecciones?
Por la exageración, simplemente.
Porque el cerebro se pone en guardia cuando detecta la exageración.
Y no compra (no fácilmente, por lo menos).
Por el contrario: se cierra, rechaza, desconfía.

Una cosa es que alguien tenga un sistema de trabajo para lograr que una campaña electoral sea más efectiva y logre mejores resultados. Una estructura seria que se base en la comprensión de la psicología del votante. Que sistematice muchos descubrimientos fundamentales de la Psicología, una disciplina que lleva ya 2500 años de reflexión e investigación sobre la mente humana. Y que lleve esos descubrimientos a la práctica.

¿Pero infalible? ¿Independiente de todo condicionamiento social, histórico, económico, cultural o político?
No. Quien promete eso miente.
Simplemente.
Y el cerebro lo sabe por la exageración misma.

Lo mismo ocurre en todas las áreas.
Recetas milagrosas para superar una grave enfermedad de la noche a la mañana.
Métodos mágicos para hacerse millonario en 15 días.
Aparatos y productos cuyo uso permite rebajar 40 kilos en pocas semanas.
Recomendaciones para comenzar a ser feliz al día siguiente y para siempre.
Políticos inmensamente buenos, justos y perfectos.

Estamos rodeados de todo eso.
Ya sé que hay gente crédula, que confía y “compra”.
Pero es todo a muy corto plazo. Y luego la decepción y el rechazo se agigantan.
Las excepciones solo confirman la regla.
Ya saben: “no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Por eso es bueno hacer una campaña electoral sin exageraciones.
0 (cero) exageración.
Sin grandilocuencia para las virtudes del candidato ni para su partido ni para su programa.
Destacando virtudes, sí.
Pero sin exagerar.

Por una razón bien sencilla que ya adelanté.
La exageración generalmente no pasa el filtro del cerebro.
Por el contrario: lo previene y lo pone en guardia.
Es un obstáculo para el mensaje, más que una ayuda.

Una campaña electoral libre de exageraciones tiene siempre menores riesgos.
Sin exagerar, claro.

Fuente: Blog Maquiavelo y Freud