Por: Daniel Eskibel
Es un chiste viejo y conocido.
Es de noche y un hombre va caminando por la calle. La ciudad está muy oscura. El hombre llega por fin hasta una esquina iluminada. Allí se encuentra con una persona que parece buscar algo en el piso. Y que además parece que tomó diez veces más de la cuenta.
-¿Necesita algo?- le pregunta inclinándose sobre el borracho.
-Perdí una moneda- contesta el otro con la lengua trabada.
-¿La perdió por aquí?- dice el hombre señalando la esquina iluminada.
-No, no, la perdí lejos de acá- responde el borracho casi imperturbable.
-¿Y entonces por qué la busca aquí?- pregunta con rigor el hombre.
-Porque acá hay luz- finaliza el borracho con lógica demoledora.
Te pido que olvides el chiste y el borracho. Y que recuerdes esta imagen: una persona buscando donde le resulta más fácil buscar. Buscando en la luz lo que perdió en la oscuridad. En realidad la imagen ilustra una vieja ley de la psicología: cada persona prefiere escuchar los puntos de vista más cercanos a los suyos propios.
Buscar la verdad es complejo. Es más sencillo buscar validar una opinión previa. Para eso lo más simple es escuchar a quien piensa como nosotros. O descartar de lo que escuchamos todo aquello que produce “ruido” en nuestras convicciones. Así sea un argumento irrebatible o un dato puro y duro. Algunos estudios indican que así actúan por lo menos 2 de cada 3 personas.
El cerebro humano evita toda información que le genere conflictos internos. Por eso el cerebro tiende hacia toda información que refuerce su información previa. Igual que un insecto se lanza ciegamente hacia la luz.
Uno de los ámbitos donde ésto es más notorio es el de la política.
La persona tiende a rodearse de personas que piensan de un modo similar. Pero además elige fuentes informativas próximas a sus ideas (el diario o semanario o revista que lee, el programa de televisión que ve, el noticiero radial que escucha…). Y cuando personas o medios alternativos le llegan, entonces los filtra inconcientemente: se queda con la información compatible con sus ideas y descarta la incompatible. Más aún: lo poco que escapa a este filtro puede todavía ser reinterpretado en función de…¡sus propias ideas!
Cada elector circula entonces por su propio universo político-ideológico. Que puede en ocasiones tocarse o cruzarse con otros universos, pero que nunca se confunde con los otros. Y el elector se mueve dentro de ese mundo. Con los códigos, los valores, las ideas y también las barreras de ese particular mundo.
Saber ésto es crucial para muchas decisiones de campaña electoral. Porque sin saberlo, muchas campañas actúan como el borracho del chiste: solo buscan en la luz lo que está en la oscuridad. O como el insecto que se lanza hacia la luz y se estrella encandilado.
Fuente: Blog Maquiavelo y Freud