El desgraciado impulso de luchar contra una caricatura de tu adversario

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cartoon of a politician

Por: Daniel Eskibel

“Si luchas contra una caricatura tú mismo te conviertes también, a ojos del electorado, en una caricatura. La máquina siempre mata al inventor.”

No sabes cuando ni cómo ni por qué. Pero en algún momento tu adversario político se transformó (en tu mente y en tu palabra) en una caricatura.

Ya sabes: caricatura.
Trazos gruesos. Simplificación extrema. Exageración cruda de sus rasgos más notorios. Eliminación violenta de detalles sutiles.

¿Cómo es la caricatura de tu adversario?

No es una persona sino solo la cruda representación de un valor negativo. No es un político sino simplemente el mal. No tiene complejidades ni humanas ni políticas sino una burda simplicidad unidimensional. No tiene historia ni procesos sino que está congelado en el tiempo de su peor momento.

No tiene nada positivo sino que es pura negatividad. No representa realidades contradictorias sino propósitos crudamente perversos. No tiene carisma ni liderazgo ni buenos sentimientos ni por supuesto inteligencia. No es capaz de gobernar, nadie lo quiere, y desde ya que no puede siquiera soñar con ganarte la elección.

¿Coincide la caricatura con la realidad?

No. Nunca.

Tu adversario real siempre es mucho más complejo que la mejor caricatura. Es humano, contradictorio, lleno de matices. Tiene su historia, sus valores, sus defectos y también sus virtudes. Mucha gente lo quiere y lo admira, aunque tú no seas uno de ellos.

Por supuesto que puede gobernar, y tal vez tomar buenas y malas decisiones. Y es político, y si ha llegado a ser tu adversario seguramente tendrá habilidades y capacidades políticas que lo han llevado a donde está hoy. Además representa algo más que el imperio del mal, tal vez una realidad compleja y llena de aristas y un sector social pujante y diverso.

Voy a decirte un secreto: en el instante mismo en que comenzaste a ver la caricatura de tu adversario en lugar de la persona real, en ese mismo instante comenzaste a perder la elección.

Luchar contra una caricatura es uno de los peores escenarios para tu campaña electoral

Hace 2500 mil años ya lo decía Sun-Tzu en ‘El Arte de la Guerra’: debes conocer profundamente a tu enemigo. Si lo que ves es una caricatura burda, pues vas a la batalla desinformado. O sea: desarmado. Y desarmas a tu propia tropa. Conduces a tu gente hacia el abismo, como los ciegos en el cuadro de Brueghel.

Luchar contra una caricatura es no saber si atacar o no, es no saber cuándo hacerlo, es no saber cómo hacerlo, es no saber cómo y de qué defenderte.

Luchar contra una caricatura es no saber las fortalezas de tu adversario, es no saber qué piensa ni qué siente el electorado, es no saber cuales son los procesos reales que están en juego en la campaña electoral.

Luchar contra una caricatura es no saber contra quién estás luchando.

Pero hay algo tal vez peor. Algo más hondo. Algo muy anclado en la psicología política. Algo que termina por derrotarte.
Y es que si luchas contra una caricatura tú mismo te conviertes también, a ojos del electorado, en una caricatura.

Ya sabes: la máquina siempre mata al inventor.

Fuente: Blog Maquiavelo y Freud


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