Por: César Toledo
El saludo entre Raúl Castro y Barak Obama el pasado mes de abril en la VII Cumbre de Las Américas, que abrió las puertas a la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, no fue solo un gesto de cordialidad. Tampoco era el primer apretón de manos entre los dos líderes. Un año antes se habían saludado en Sudáfrica, y la conducta no verbal de ambos encuentros evidencia reciprocidad en la confianza y respeto que se profesan.
Algunos autores aseguran que se puede averiguar mucho de una persona por su forma de dar la mano. Incluso hay quienes califican el saludo como agresivo, pasivo o asertivo, dependiendo de si se realiza con la palma de la mano hacia abajo, hacia arriba o perpendicular al suelo. Quizás sea un indicador fiable, pero no tiene ninguna utilidad por sí solo. En mi opinión, lo importante de esa clasificación no es tanto cómo se ejecuta finalmente el apretón -que también tiene valor-, sino cómo se ofrece previamente la mano.
De todas formas, lo relevante de los gestos es que nunca deben analizarse de manera aislada ni fuera del contexto, porque su significado puede variar muchísimo en función de las circunstancias. En rigor, la gestualidad cobra auténtica importancia en la comunicación cuando resulta incongruente con el contenido del mensaje. En ese momento se encienden las alarmas en nuestro inconsciente, y sentimos esa recurrente sensación de que algo no encaja sin saber muy bien de qué se trata.
Desde luego, no es ese el caso de Castro y Obama. Para empezar, el saludo en la VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá parece extraído de un manual sobre la empatía, como puede apreciarse en la imagen superior: Ambos establecen contacto visual inmediato (1), sus expresiones faciales son cordiales, y las manos se mantienen verticales (2).
Además, Obama toca el codo de Castro un instante, transmitiendo confianza y expresando cordialidad, aunque en su caso el gesto tiene un valor relativo, porque forma parte de la conducta habitual del presidente norteamericano, muy dado al contacto físico y a las distancias cortas.
El significado de este histórico apretón de manos cobra relevancia cuando lo ponemos en conexión con el resto de la conducta no verbal, como los reverenciales cabeceos con los que ambos se comunican con mimetismo, apreciables en los siguientes vídeos:
La cordialidad y sintonía mostrada en el saludo entre Castro y Obama también resulta congruente con las sonrisas cómplices que ambos exhiben en sus caras, y con la gestualidad y el contacto mostrados en la posterior rueda de prensa conjunta, como se aprecia en el siguiente grupo de imágenes:
Un detalle proxémico
La forma de utilizar el espacio también resulta elocuente en el caso de Raúl Castro. En el plenario de la Cumbre gira 90º la silla para dirigir su cuerpo y su atención hacia el presidente Obama, dejando constancia del interés por escuchar sus palabras. Desde el punto de vista proxémico, se trata de otra evidencia que confirma la sintonía comunicativa de ambos líderes.
El importante antecedente sudafricano
El primer saludo entre Castro y Obama se produjo en diciembre de 2013 en los funerales de Nelson Mandela. La trascendencia informativa de aquella imagen quedó algo eclipsada, como consecuencia de un selfie del presidente norteamericano con la primera ministra danesa, que acaparó toda la atención de las redes por la reacción de disgusto de la primera dama, Michelle Obama.
La oficina de prensa de la Casa Blanca aseguró entonces que el saludo entre Castro y Obama no estaba previsto, y que había sino una iniciativa improvisada por el líder norteamericano. Así lo atestiguaría la ausencia de fotógrafos en la tribuna de autoridades, y la pésima calidad de las imágenes de televisión robadas desde la distancia.
El hecho de que el encuentro no estuviera preparado es un dato relevante para contextualizar la escena: indica espontaneidad por parte de Obama y receptividad también espontánea por parte de Castro, a quien el gesto habría cogido por sorpresa. De entrada, podríamos inferir que al primero le apetecía el acercamiento, y que al segundo no le disgustó.
Pero veamos con detalle lo ocurrido aquel lluvioso día en el estadio de fútbol de Johannesburgo:
La aproximación de Barak Obama genera empatía inmediata entre ambos líderes. Raúl Castro responde estableciendo contacto visual, indicador de apertura y franqueza. En la expresión de su rostro se dibuja unamicroexpresión de sonrisa muy sutil, compatible con el agrado y la complicidad. Ofrece su mano con la palma perpendicular al suelo, como lo hace Obama y de la misma manera que harían posteriormente en el histórico encuentro en la cumbre panameña: ninguno de los dos muestra sometimiento ni agresividad en el saludo.
El contacto visual se prolonga sin resultar incómodo para ninguno, comunicándose de manera sincrónica a pesar de no hablar el mismo idioma. Las manos se estrechan sin alterar el equilibrio de la posición, expresando asertividad. Barak Obama hace un gesto reverencial inclinándose hacia Castro, quien lo recibe con agrado, a pesar de la invasión de su espacio de intimidad.
Es muy significativa la prolongación del contacto visual, algo difícil entre dos personas que no conectasen. Además, Raúl Castro responde a la reverencia de Obama llevándose la mano libre al pecho, gesto que confirma la conexión emocional entre ambos.
Por último, mientras Obama saluda a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, Castro mantiene el contacto visual, muestra de interés y atención. En su rostro se dibuja una sonrisa nada social y muy auténtica, expresión sincera de felicidad apreciable en la actividad de los músculos orbiculares de los ojos, mucho más allá de lo que exigiría la buena educación o las frías normas de cortesía diplomática.
En resumen, resulta evidente que el encuentro no desagradó a ninguno de los dos. Muy al contrario, ambos establecieron una conexión que explica parcialmente el devenir de los acontecimientos posteriores. Está claro que se fían el uno del otro.
La trascendencia de este tipo de gestos en la escena política internacional queda patente con el testimonio del propioFidel Castro, quien respaldó públicamente la conducta de su hermano. Esto fue lo que escribió al respecto en una de sus Reflexiones en el diario Granma: “Felicito al compañero Raúl por su brillante desempeño y, en especial, por la firmezay dignidad cuando con gesto amable pero firme saludó al jefe del gobierno de Estados Unidos”.
Un gesto muy diferente
Esta otra imagen corresponde a la visita realizada por Fidel Castro a Washington en 1959, pocos meses después del triunfo de la revolución cubana. El saludo con el entonces vicepresidente, Richard Nixon, fue muy diferente al protagonizado por su hermano y Barak Obama.
Como se aprecia en la fotografía, Fidel también mantiene el contacto visual, pero de una forma distinta, con el ceño fruncido y la mirada desafiante (1), que Nixon elude inconscientemente cerrando los ojos un instante(2). Las expresiones de ambos son serias, e incongruentes con la sonrisa social (claramente forzada) del ayudante de campo norteamericano que aparece detrás: las comisuras de sus labios no suben en uve, sino que se retraen en línea recta.
El apretón de manos también es muy diferente (3): Fidel fuerza la posición de su brazo para girar la palma hacia abajo. Nixon aguanta la tensión, apreciable en los ángulos del codo y la muñeca, en la presión que dibujan los dedos en la piel del dorso de de la mano de Fidel, y en la forma de plegar la última falange del pulgar.
Gestos antagónicos
A pesar de la conexión entre Raúl Castro y Barak Obama, la gestualidad emblemática de ambos también nos recuerda las profundas diferencias que han mantenido enfrentados a sus países desde la década de los sesenta. Mientras Castro saluda con su puño izquierdo en alto, Obama lo hace con la palma de la mano derecha abierta: la expresión de dos modelos políticos y de dos formas antagónicas de entender el mundo que ahora parecen reconciliarse.