¿Cuál es la diferencia entre democracia y totalitarismo?

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Democracia y totalitarismo

Por: Carolina García Hervás

Paralelamente a los debates que tienen lugar en torno a la teoría política de Rawls y sus críticos, uno de los temas de más interés en la Filosofía Política contemporánea es la construcción de teorías sobre la democracia y la definición o comprensión del fenómeno del totalitarismo, fenómeno que surgió en el siglo XX y que podría continuar siendo una amenaza en la actualidad.

¿Qué es la democracia? Su definición etimológica, a través del origen griego de los dos componentes de la palabra, nos dice que la democracia es el sistema en el que la soberanía (el poder) reside en el pueblo. “Un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, podríamos añadir citando el famoso discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln.

Actualmente, la democracia tiene un carácter representativo: son los representantes elegidos por la ciudadanía mediante sufragio universal los que tienen el encargo de gobernar. La democracia, además, se basa en la seguridad jurídica de la que gozan los ciudadanos en un Estado de derecho, esto es, en una entidad política que respeta el principio de legalidad según el cual nadie está por encima de la ley, ni siquiera el que la promulga. Una de las formas de conseguir esta seguridad jurídica de los ciudadanos es evitando los abusos de poder, que suelen proceder de una concentración excesiva de poder en una de las funciones del Estado: el poder ejecutivo, el legislativo o el judicial. La teoría de la división de poderes o de check and balances es esencial a las democracias modernas. A menudo, la garantía de derechos puede colisionar con la llamada “razón de estado”: la opacidad de los servicios secretos, de los centros de inteligencia, la defensa del Estado, etc. En este caso, es importante saber mantener unos límites precisos:

“La utilización de esos medios no debería convertirse nunca en un fin en sí mismo ni debe prevalecer cuando claramente viola los derechos individuales. La máxima “el fin no justifica los medios” debe ser un principio invulnerable en una democracia. Traducido al lenguaje corriente significa: no todo vale como medio para la seguridad. La seguridad es un valor y un derecho, sin duda, pero cuya defensa no permite nunca obviar otros derechos igualmente fundamentales y respetables. Por ejemplo, el derecho a la intimidad de las personas, el derecho a la vida o el derecho a la libertad de expresión o asociación.” (Camps, 2001, p. 101-2)

La democracia, en definitiva, representa un interrogante sobre el problema del interés común que la ciudadanía tiene que responder. En este sentido, los intereses corporativistas, la tiranía de las mayorías, el dominio de las grandes empresas en la globalización económica o los abusos de poder institucional constituyen serios peligros. La democracia no es nada sin una ciudadanía comprometida en el ejercicio de sus derechos y sus deberes. No es un régimen perfecto, ni mucho menos. Pero es perfectible, mejorable; y además, ha sido el mejor de los que en la historia se han ensayado.

Por otro lado, el totalitarismo es un fenómeno contemporáneo que implica el reverso de la democracia. Es la suspensión de todos los derechos civiles de la ciudadanía y el abuso sistemático, planificado y constante de poder. Hannah Arendt, que lo estudió con profundidad, lo define como la combinación de una ideología que no admite críticas junto con el uso del terror para dominar a las masas. Los campos de concentración serían su exponente paradigmático.

Más allá de las tiranías o las dictaduras, el totalitarismo es una destrucción de las funciones jurídicas del Estado y una expansión desmedida del poder de un Partido Único. El resultado es que la política, tal y como se la ha concebido desde los antiguos griegos, desaparece. El totalitarismo es la destrucción del espacio público a la vez que la inseguridad en la esfera de la privacidad, todo al servicio de una supuesta “verdad” (racista o sociológica) que se impone por la fuerza. Al contrario de la democracia, el totalitarismo se presenta como un sistema perfecto e intocable. El nazismo y el estalinismo son los dos ejemplos más claros del fenómeno totalitario en la historia.

Referencias

Victoria, C. (2001). Introducción a la filosofía política.

Fuente: Blog Filopolítica